Italia rompe el Eje (VII): Badoglio, el hombre del momento.

Para el rey Víctor Manuel III de Italia, el hombre del momento tenía que ser mariscal Pietro Badoglio. Militar de carrera desde 1892, había combatido en la invasión de Eritrea y en la Guerra Ítalo-Turca de 1912. Su actuación durante la Primera Guerra Mundial se había visto empañada por el desastre de Caporetto, cuando sus tropas se derrumbaron y escaparon ante el ataque austro-húngaro y alemán, pero la investigación posterior lo había eximido de toda responsabilidad y fue ascendido al puesto de subjefe del Estado Mayor. Sin embargo, iba a dedicar los años siguientes a borrar todo registro de su papel en la derrota.

Pietro Badoglio (1871-1956), fotografiado en Junio de 1940, cuando Italia entró en guerra y era jefe del Estado Mayor.

Durante los años de entreguerras fue gobernador de Libia, que “pacificó” de modo brutal; y también combatió en la invasión de Etiopia, operación que terminó con la conquista de Addis Abeba. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Badoglio era jefe de Estado Mayor y se estaba encargando de reformular la estructura del ejército y crear una nueva doctrina operacional. Por entonces, aunque estaba en contra del Pacto de Acero, no se opuso a la entrada de Italia en la guerra y siguió en su cargo hasta que, tras la derrota en Grecia, dimitió.

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Italia rompe el Eje (III): El último Gran Consejo, Mussolini.

El 21 de julio de 1943, el Duce decidió reunir al Gran Consejo Fascista, formado por los personajes más relevantes del régimen. Los cuadrumviros, Emilio de Bono, Cesare María De Vecchi, Italo Balbo y Michele Bianchi, protagonistas de la marcha sobre Roma, tenían un puesto vitalicio, aunque los dos últimos ya habían fallecido para entonces. También formaban parte del Gran Consejo el presidente del Senado, Giacomo Sardo; el de la Cámara del Fascismo y de las Corporaciones, Dino Grandi; el secretario y dos secretarios representantes del Partido Fascista; los ministros-secretarios de Estado de Asuntos Exteriores, Interior, Justicia, Finanzas, Educación Nacional, Agricultura y silvicultura y Prensa y Propaganda; y, finalmente, el comandante en jefe de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional (los Camisas Negras), el presidente de la Academia de Italia, el de la Corte Especial para la Defensa del Estado y los de las confederaciones nacionales del fascismo y de las confederaciones nacionales de diversos sindicatos fascistas .

El Gran Consejo Fascista, en la noche del 24 de julio.

En teoría, este era el órgano supremo de la dictadura instaurada por Mussolini, y con sus capacidades teóricas, podría haber sido una asamblea casi constitucional encargada de moderar al dictador, pero en realidad no era así, pues él era quien convocaba las reuniones, él lo presidía, él dictaba el orden del día y él había nombrado a todos los que lo componían. Así, como mucho estaba al servicio del Duce y, si no, era irrelevante.

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La Guerra Dakota de 1862 (XI y final). El segundo asalto a fort Ridgely.

Otra noche, otro consejo, los Dakota de Pequeño Cuervo, reunidos en torno a sus hogueras, curando sus heridas y llorando a sus muertos, sin duda se preguntaban ya cómo habían hecho para meterse en aquella terrible aventura. De nada les servía recordar sus tierras perdidas, los agravios sufridos y los abusos soportados. Su rebelión, iniciada aquel 18 de agosto de terrible memoria, parecía al borde del fracaso tras la derrota sufrida durante la jornada en su segundo ataque a Fort Ridgely. No había marcha atrás y solo les quedaba una carta por jugar, de modo que mientras un grupo marcharía hacia los poblados al amanecer, seguramente con los heridos, unos cuatrocientos guerreros (hasta seiscientos cincuenta, según algunas fuentes) iban a partir, esa misma noche, contra New Ulm.

El campo de batalla de New Ulm, por Michael Eischen (1879-1969)

Eran las 9.30 horas del 23 de agosto de 1862 cuando los indios surgieron sigilosamente de los bosques, avanzando en silencio por la pradera, ocultos por la base del risco que se alzaba sobre la ciudad. Poco a poco se fueron desplegando en línea, con las alas más adelantadas como si su objetivo fuera rodear a los defensores que, esta vez, no se habían atrincherado dentro de la ciudad, sino que se hallaban desplegados en un escalón sobre la ladera del risco y formando, a su vez, una fila que cruzaba la pradera. Por mucho que esta hubiera sido su intención, los Dakota no tenían el factor sorpresa a su favor. Aun así, eran un enemigo a tener en cuenta. “Cuando estaba más o menos a dos kilómetros de dónde nos encontrábamos, la masa empezó a desplegarse como un abanico e incrementó la velocidad de su avance… –escribiría posteriormente el juez Flandrau, jefe de la defensa–. Entonces, los salvajes emitieron un alarido terrorífico y cayeron sobre nosotros como el viento”.

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La Guerra Dakota de 1862 (X). El segundo asalto a fort Ridgely.

Tras unas largas semanas de parón obligado por el virus de moda, y no muy lejos del final la historia del estallido de la rebelión Dakota, ha llegado el momento de ir acercándose a los últimos capítulos de esta narración, que comenzó ya durante el año pasado y cuyos enlaces, de principio a fin, se exponen a continuación para aquellos interesados que no hayan tenido la ocasión de leerla o, simplemente, quieran refrescar la memoria.

La Guerra Dakota de 1862 (I). La Guerra de Secesión.

La Guerra Dakota de 1862 (II). El ataque de los sioux.

La Guerra Dakota de 1862 (III). La teoría de la conspiración.

La Guerra Dakota de 1862 (IV). La llegada del «hombre blanco».

Memorial de Fort Ridgely, en la actualidad.

La Guerra Dakota de 1862 (V). Las semillas de la violencia.

La Guerra Dakota de 1862 (VI). Estallido.

La Guerra Dakota de 1862 (VII). Emboscada en Redwood Ferry.

La Guerra Dakota de 1862 (VIII). Fort Ridgely en peligro.

La Guerra Dakota de 1862 (IX). El primer asalto a Fort Ridgely.

Tras el ataque a New Ulm el 19 de agosto y el asalto fallido a Fort Ridgely al día siguiente, los Dakota tuvieron que tomarse un día de descanso forzoso a causa de la intensa lluvia. Esa jornada sería aprovechada por los defensores del fuerte para reforzar sus posiciones y, más concretamente, por el sargento Jones para poner en servicio el obús de veinticuatro libras, que se situó en el centro de la plaza de armas junto con el resto de la artillería, rodeada por un parapeto de troncos y sacos. El mismo estilo de fortificación que se utilizó para algunos de los edificios interiores.

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Uso de vehículos de combate en la historia (XI) – Blindados con la cruz balcánica

Las Potencias Centrales desaprovecharon la oportunidad de ser los pioneros en la producción de blindados tras rehusar la propuesta de Austro-Daimler para crear un vehículo blindado. Con la Paz Armada y la llegada del conflicto, la potencia industrial germana centralizó sus esfuerzos en la producción de material de guerra y la innovación. Quizá el mayor ejemplo de innovación fue el desarrollo de los submarinos o los gases. Pero en lo que se refiere a blindados, los aliados tomaron la delantera y los alemanes tuvieron que capturar blindados enemigos hasta que produjeron sus propios vehículos.

El primer blindado alemán y que gozó de más protagonismo llegó al frente en 1918. Una enorme caja de acero que pretendía            romper las líneas enemigas y necesitaba una tripulación de veinte soldados. El Sturmpanzerwagen A7V estaba armado con seis ametralladoras Maschinegewehr 08 de 7.92 mm y un cañón de 57 mm en el frente. La variante Hembra tenía dos ametralladoras más en lugar del cañón. En lo que se refiere al blindaje, la parte frontal tenía 30 mm y los laterales 20 mm.

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La Guerra Dakota de 1862 (I). La Guerra de Secesión.

Tras la derrota, más psicológica que real, del general McLellan y su Ejército del Potomac en las batallas de los siete días de finales de junio de 1862, la Guerra de Secesión había llegado a una especia de empate que llevó a las autoridades de Washington a proponer un cambio de estrategia. En vez de tratar de tomar Richmond, la capital confederada, ascendiendo por la península del río James, el ataque iba a llevarse a cabo desde el norte, y en vez de utilizar el Ejército del Potomac, Lincoln decidió crear una fuerza nueva, el Ejército de Virginia, que puso bajo el mando del general John Pope (1822-1892).

El general John Pope, con un toque napoleónico.

Pope había venido del oeste, donde se había labrado la reputación de ser una persona a la vez controvertida y eficaz. Había comandado tropas en Missouri y, sobre todo, el Ejército del Mississippi, con el que había conquistado New Madrid y tomado la Isla n.º 10, una poderosa posición fortificada en el centro del gran río, armada con cincuenta y ocho cañones, que bloqueaba la navegación hacia el sur. Tras haber abierto el Mississippi hasta Memphis, en Tennessee, Pope, considerado un fanfarrón por sus compañeros, y con una excesiva tendencia a meterse en política, estaba listo para ser llamado a los campos de batalla del este. Lo que sucedió no mucho después. Frases como: “vengo del oeste, donde solo hemos visto la espalda de nuestros enemigos”; o “mi cuartel general estará sobre mi silla de montar”, no tardarían en ayudarle a enajenarse la buena voluntad de los jefes de los cuerpos de ejércitos federales en Virginia, que además preferían a McLellan.

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La Campaña de Pea Ridge (III), 7 de marzo por la mañana, ofensiva en Elkhorn Tavern.

Durante la primera mitad de la mañana del 7 de marzo de 1862, las tropas del general Sterling Price, que durante la noche habían efectuado una extenuante marcha para rodear a las tropas del general de Brigada Curtis, se presentaron ante Elkhorn Tavern provenientes del norte. Allí se encontraba, de guardia, el 24.º Regimiento de Infantería de Misuri, cuyos soldados, muy probablemente, no tenían ni idea de que el enemigo se había desplazado hacia retaguardia, aunque sus mandos si lo supieran. De hecho, nada más enterarse de la maniobra el jefe del Ejército del Sudoeste había enviado tropas a proteger su retaguardia: la brigada de Dodge de la división de Carr (4.ª), hacia Elkhorn Tavern por Telegraph Road; y la brigada de Greusel de la división de Osterhouse (1.ª), acompañada por algo de caballería y doce piezas de artillería, en dirección a Ford Road, el camino que unía Elkhorn Tavern con Leetown.

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A las 11.30 horas, Carr, que se había ido desplazando hacia el norte con más elementos de su división, informaba de que “la batalla está que arde”. Hasta entonces, Price había avanzado lentamente, por hondonadas y mesetas, dejando Pea Ridge a su derecha, hasta topar con la artillería federal, momento en el que decidió desplegar sus propias baterías. El duelo de artillería que siguió iba a durar más de una hora, hasta que la artillería federal dejó de disparar. Entonces, queriendo aprovechar una posible ventaja y olvidando toda la prudencia que había desplegado hasta entonces, Price pidió al coronel Elijah Gates que atacara con su 1.er Regimiento de Caballería de Misuri, cosa que este hizo, para encontrarse con una pared de fuego de fusilería.

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