Testimonios: Los polacos toman la abadía.

Vamos a cerrar esta serie de testimonios con ración doble, dos historias, protagonizadas por los hombres que conquistaron el monasterio, los polacos del Cuerpo de Ejército de Anders. El primero es el de un oficial cadete de la 3.ª Compañía del 1.er Batallón de la 3.ª División “Cárpatos”.

Esperando el asalto o la retirada, convertidos en piedras minúsculas bajo grandes rocas.

Sabíamos que Cassino iba a ser una batalla muy importante y no queríamos perdérnosla. Nuestra misión era tomar la garganta; mi compañía debía alcanzar la cuesta que dominaba aquel barranco y proteger el avance y el asalto que llevaría a cabo la compañía que nos seguía. Íbamos muy cargados y hacía ya mucho calor. En realidad no teníamos miedo –solo cierta aprensión-. A partir de la caída de la noche progresamos lentamente entre las rocas, por en medio de la maleza. Repentinamente un obús pasó silbando sobre nuestras cabezas, y luego otro, y otro… Tenía la impresión de que estaban tendiendo un puente de hierro por encima de nosotros y me pregunté como hacían los proyectiles para no chocar unos con otros en vuelo. Más de mil cañones estaban disparando a la vez y el ruido retumbaba por las montañas. Delante de nosotros, la colina del fantasma se incendió de repente: ¡una explosión cada fracción de segundo! ¡Toda la montaña temblaba!

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Testimonios. Un combatiente alemán en el monasterio.

¿Se vieron privados los alemanes de su puesto de observación a raíz del bombardeo de la abadía de Cassino? Independientemente de si lo habían ocupado antes o no, lo cierto es que posteriormente si se instalaron en las ruinas. El Paracaidista Robert Frettlöhr, de la 15.ª Compañía del 4.º Regimiento de la 1.ª División de paracaidistas, narra su experiencia de los combates posteriores al bombardeo.

Robert Frettlöhr, durante la guerra.

El 4.º Regimiento estaba en reserva cuando, en febrero, fue bombardeado el monasterio. Y luego, el 15 de marzo, le tocó el turno a Cassino: 775 bombarderos soltaron 1.376 toneladas de bombas; recuerdo haberlos visto pasar, oleada tras oleada. Había cientos. Era la primera vez que un bombardeo semejante caía sobre el frente.

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Testimonios. El hombre que bombardeó la abadía.

 

                Ya hemos hablado dos veces del bombardeo, y posteriormente nos referiremos a los soldados que combatieron en las ruinas, pero hoy vamos a publicar el interesante punto de vista del teniente coronel Bradford A. Evans, piloto del avión que dirigió el ataque de bombardeo contra la abadía.

Según la leyenda, este avión sería el de Evans, cuando era mayor, aterrizando con una avería en el motor.

                El monasterio de Monte Cassino se alza directamente ante nosotros. A unos 1500 pies (450 m) por encima del fondo del valle y la ciudad de Cassino, la abadía es bienvenida, en la medida en que ahora el piloto, el navegante y el bombardero pueden tener la seguridad de que han localizado el objetivo correcto.

                Dentro de unos segundos el 96.º [escuadrón], los “Diablos Rojos”, va a desencadenar el bombardeo más formidable que se haya dirigido jamás contra un edificio aislado.

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Testimonios. Los civiles italianos en el frente de Cassino.

 

La semana pasada transcribimos el testimonio del artillero Douglas Lyne, que fue testigo del bombardeo de la abadía de Cassino. Hoy vamos a cambiar de bando y, aunque Cassino sigue siendo el centro de atención, vamos a reproducir el testimonio de Guido Varlese, a la sazón un muchacho de 19 años, habitante de Cassino. Sus peripecias, aunque un tanto deslavazadas, son un ejemplo interesante de lo que tuvo que vivir la población italiana.

                Las primeras bombas cayeron a las nueve de la mañana.  No nos lo esperábamos en absoluto porque ya había entrado en vigor el armisticio. Pensábamos que la guerra casi había terminado. Estaba en la plaza con un amigo cuando vimos las fortalezas volantes, que iban en dirección a Roma, soltar sus bombas sobre los arrabales de la ciudad. Estábamos alucinando por ver estas maravillosas máquinas voladoras, hasta que de repente nos dimos cuenta de lo que sucedía.

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Testimonios. La destrucción de la abadía de Monte Cassino.

Este testimonio del artillero Douglas Lyne, de veinte años, que sirvió en el 57.º Regimiento de la Artillería Real (X Cuerpo de Ejército) durante la batalla de Monte Cassino, nos ofrece un singular e interesantísimo testimonio sobre cómo vieron la destrucción del monasterio de Monte Cassino los soldados de a pie, en este caso un artillero.

Douglas Lyne, durante la guerra.

                Baste decir que a finales de enero principios de febrero no se había hecho progreso alguno para la toma de Monte Cassino, sin lo cual era imposible avanzar hacia Roma. Fue entonces cuando mi regimiento de artillería fue enviado al frente, para apoyar a la 201.ª Brigada de Guardias. El monasterio se alzaba a unos 450 m de altitud, y debíamos encontrar un puesto de observación que estuviera al menos a 750 m.

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El Bombardeo de la Abadía de Cassino (4). ¡Sentencia!

Gruenther se puso entonces en campaña para tratar de ayudar a su jefe. A las 21:15 del 12 de febrero habló con el General Keyes, que le dijo que estaba en contra del bombardeo del monasterio, así como otros jefes con mando en la zona: los Generales Ryder y Butler, y el Coronel Boatner. También habló con el General Mercer Walter, oficial de inteligencia del 2º Cuerpo de Ejército estadounidense. Este informó de que había refugiados civiles en el monasterio, y aunque había posiciones cerca, no había alemanes dentro, o a lo sumo un puesto de observación pero no estaba seguro.

El General Geoffrey Keyes, del II Cuerpo, quien se manifestó en contra del bombardeo.

A las 21:30 del 12 de febrero Gruenther volvió a comunicar con Harding. Este le comunicó que: “El General Alexander ha decidido que el monasterio debe ser bombardeado si el General Freyberg lo considera una necesidad militar. Lamenta que se deba destruir el edificio, pero tiene confianza en el criterio del General Freyberg. Si hay alguna posibilidad razonable de que se esté usando el edificio con fines militares, el General Alexander piensa que su destrucción se justifica” ***

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El Bombardeo de la Abadía de Cassino (3). Los Altos Mandos Tratan de Escurrir el Bulto.

El destino del edificio empezaba ya a dibujarse, a lo lejos.

Fue el 9 de febrero, encontrándose Mark Clark el del 5º Ejército en una reunión con su Estado Mayor, cuando se enteró (es posible que lo sospechara desde antes) de la intención de Freyberg de solicitar el bombardeo del monasterio. Su respuesta, según sus propias memorias, fue de lo más mordaz: “No más que los oficiales de mi Estado Mayor, no mas que los generales que habían comandado delante de Cassino antes que Freyberg, tenía yo la impresión de que fuera necesario”. ** escribió.

El Curtiss P-40 fue la primera opción para llevar a cabo el bombardeo, en una operación que debía ser más precisa que masiva.

Si analizamos este comentario veremos que la situación había evolucionado. Sentada la base de la teoría de la “necesidad militar” por Eisenhower y Alexander, superiores de Clark, este no hablaba ya de protección de bienes culturales, pero si de que no había necesidad de destruir el monasterio. Hay que decir que en aquel momento se encontró en una posición muy difícil; pues un general tan preocupado por lo mediático como él no podía permitirse dar una orden que le hiciera pasar a la posteridad como el hombre que había mandado destruir el monasterio de Monte Cassino.

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