Medalla de Honor – Gerry H. Kisters

Nació en Salt Lake City, Utah, el 2 de marzo de 1919. Su padre había emigrado a Estados Unidos desde Alemania y era peletero, un oficio transmitido de generación en generación en la familia Kisters.

Gerry H Kisters

Kisters fue reclutado e incorporado al ejército el 17 de enero de 1941, en Fort Benjamin Harrison, Indiana. El ejército envió a Kisters a Fort Bliss, Texas, donde fue destinado a una unidad de reconocimiento de caballería, aún en formación, que era parte de la 1.ª División de Caballería. Estaba a pocas semanas de completar su año de servicio obligatorio y acababa de regresar de los servicios religiosos cuando se enteró del ataque japonés a Pearl Harbor. Kisters era consciente de que no servía para ser soldado de guarnición y, como consecuencia, pasó sus primeros 18 meses en el ejército como soldado raso. La unidad de Kisters se convirtió en una agrupación independiente en 1942 y fue rebautizada como 91.er Escuadrón de Caballería de Reconocimiento.

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Medalla de Honor – Van T. Barfoot

Van T. Barfoot nació en Edinburg, Mississippi, el 15 de junio de 1919. Barfoot era nativo americano de la tribu Choctaw. Se alistó en el ejército en 1941 y fue destinado inicialmente a la 1.ª División de Infantería, sirviendo en Luisiana y Puerto Rico.

Ceremonia de condecoración de Barfoot

Ascendió a sargento en diciembre de 1941 y estuvo destinado en la Fuerza Anfibia de la Flota del Atlántico en Quantico, Virginia. Tras quedar desactivada su unidad, Barfoot fue destinado al 157.º Regimiento de Infantería de la 45.ª División de Infantería y fue enviado a Europa. Barfoot participó en una serie de desembarcos anfibios, comenzando con la invasión de Sicilia en julio de 1943, la invasión de la península italiana en Salerno en septiembre, y los desembarcos en Anzio a finales de enero de 1944.

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El destructor chatarra que defendió Alejandría de la Décima Flotilla MAS

Esteban Pérez Bolívar, autor de Los raids de la Décima Flotilla MAS, nos cuenta en este extracto de su libro el siguiente episodio entre el submarino italiano Gondar, equipado con torpedos tripulados, y un buque británico perteneciente a lo que Goebbels denominó la Flotilla Chatarra.

Submarino Gondar con los contenedores para los torpedos tripulados

Tras ser convertido en una moderna nave nodriza para el transporte de torpedos tripulados, el submarino Gondar, con tres torpedos tripulados en sus compartimientos estancos de cubierta, acechaba el 29 de septiembre de 1940 al largo del puerto de Alejandría de Egipto. Mientras esperaba la noche para enviar tres parejas de saboteadores contra las naves en puerto, su misión fue anulada por el Cuartel General de la marina italiana debido a la ausencia de blancos importantes. Iniciada la retirada el Gondar se topó con el destructor australiano HMAS Stuart, un buque tan obsoleto y vetusto que Joseph Goebbles lo incluyó en lo que los nazis llamaron, despectivamente, la Flotilla Chatarra…

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Italia rompe el Eje (VIII): Medidas draconianas.

28 de julio de 1943. Mussolini ha sido depuesto. El rey Víctor Manuel III ha asumido el mando supremo del Ejército italiano y el mariscal Pietro Badoglio ha asumido el gobierno militar del país con plenos poderes. Durante la tarde del 25 de julio los ciudadanos italianos se habían echado a la calle a festejar la caída del fascismo, pero ¿había sido así? En realidad no. Italia seguía en guerra, todos los días morían hombres en Sicilia, y los alemanes seguían instalados en el país. ¿Era prudente pensar que el mero arresto de Benito Mussolini podía cambiar el duro día a día de los italianos? No.

Mario Roatta portrait.jpg
Mario Rotta (1887-1968), bien conocido en España por su participación en la Guerra Civil, fue el autor de la orden que transcribimos a continuación, un texto tan brutal en su planteamiento como fantasioso en su posible aplicación.

Y Badoglio, que tenía que asomarse a las necesidades de la guerra y las presiones de los alemanes, como un funambulista en la cuerda floja, mientras trataba de sacar a su país de la guerra, tuvo que recordárselo. Esta es la orden, llena de sobreentendidos, que emitió aquel día el general Roatta, jefe del Estado Mayor del Ejército:

“Por orden del mando supremo comunico y dispongo lo siguiente:

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Italia rompe el Eje (VII): Badoglio, el hombre del momento.

Para el rey Víctor Manuel III de Italia, el hombre del momento tenía que ser mariscal Pietro Badoglio. Militar de carrera desde 1892, había combatido en la invasión de Eritrea y en la Guerra Ítalo-Turca de 1912. Su actuación durante la Primera Guerra Mundial se había visto empañada por el desastre de Caporetto, cuando sus tropas se derrumbaron y escaparon ante el ataque austro-húngaro y alemán, pero la investigación posterior lo había eximido de toda responsabilidad y fue ascendido al puesto de subjefe del Estado Mayor. Sin embargo, iba a dedicar los años siguientes a borrar todo registro de su papel en la derrota.

Pietro Badoglio (1871-1956), fotografiado en Junio de 1940, cuando Italia entró en guerra y era jefe del Estado Mayor.

Durante los años de entreguerras fue gobernador de Libia, que “pacificó” de modo brutal; y también combatió en la invasión de Etiopia, operación que terminó con la conquista de Addis Abeba. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Badoglio era jefe de Estado Mayor y se estaba encargando de reformular la estructura del ejército y crear una nueva doctrina operacional. Por entonces, aunque estaba en contra del Pacto de Acero, no se opuso a la entrada de Italia en la guerra y siguió en su cargo hasta que, tras la derrota en Grecia, dimitió.

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Italia rompe el Eje (VI): La caída de Mussolini.

Tras escuchar al rey, Mussolini contestó: “Entonces. ¿Todo ha terminado?”. “Todo ha terminado”, habría contestado el rey. “¿Y qué será de mí y de mi familia?”. El rey le tranquilizó y lo acompañó hacia la salida. La preocupación del ya depuesto Duce estaba clara, a fin de cuentas, el suyo había sido un gobierno cruel, capaz de ensañarse no solo con quienes opinaran distinto sino también con los suyos. Eran las 19.20 horas y todavía era muy de día cuando Mussolini salió al exterior. Estaba con él Nicola de Cesare, su secretario personal.

La isla de Ponza, primer destino de Mussolini tras su arresto.

Estaba descendiendo por una de las rampas de entrada al palacio, presumiblemente la izquierda (desde la puerta), en dirección a su coche, cuando se presentó ante él el capitán Paolo Vigneri, de los Carabinieri. “Excelencia, en nombre de Su Majestad el rey, le rogamos que nos siga para sustraerlo a eventuales violencias de la multitud”. Entonces, Mussolini se giró hacia la puerta de palacio. El rey se había ido.

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Italia rompe el Eje (V): La audiencia real.

Se llamaba Angelo Cerica, había llegado a capitán durante la Primera Guerra Mundial antes de ser trasladado al cuerpo de Carabinieri, en el que, para 1927, ya era teniente coronel. Había tenido ocasión de viajar al extranjero, pues durante la Segunda Guerra Italo-Abisinia había estado al mando de la Legión de los Carabinieri de Asmara. Por méritos al valor, no tardó en alcanzar el rango de general de brigada y, el 19 de junio de 1939 se le nombró jefe de las fuerzas de Carabinieri en el África Oriental Italiana. De allí pasó a Libia, con el mismo puesto, y el 22 de junio de 1942 ascendió a general de división y fue puesto al mando del 4.º Destacamento de Carabinieri, Podgora (costa meridional de Croacia, por entonces bajo control italiano). Nada, en su vida, le había preparado para lo que estaba a punto de suceder.

22 de julio de 1943, las tropas norteamericanas entran en Palermo, capital de Sicilia. Un clavo más en el ataúd de Mussolini.

Eran las 13.00 horas del 25 de julio de 1953 cuando se presentó ante el general Vittorio Ambrosio, jefe del Estado Mayor General del Ejército italiano. Nada más entrar, este le ordenó que prepara la detención de Benito Mussolini. Por supuesto, Cerica había sido elegido jefe de los Carabinieri de Roma por su lealtad al rey, pero tan solo llevaba tres días en su puesto y, a diferencia de su antecesor el general Azolino Hazon –muerto a causa del bombardeo aliado sobre Roma el 19 de julio–, no tenía ni idea de la conjura que se estaba preparando. La acción tendría lugar en Villa Savoia, la residencia real, a las 17.00, cuatro horas más tarde.

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