La Guerra Dakota de 1862 (II). El ataque de los sioux.

La escena podría parecer idílica. Henry Behnke, escribano del juzgado de New Ulm, cabalga por la pradera de Minnesota en dirección oeste junto con una caravana de carromatos. EL joven reclutador y sus acompañantes disfrutan de la benigna temperatura de agosto y del previsto éxito de su misión: reunir voluntarios para los ejércitos de la Unión. El único problema es el hombre que yace sobre el camino con un tiro en el cuerpo, justo delante del puente que cruza un barranco.

Sioux del valle del Minnesota

Los hombres corren a ayudar al herido, momento que elige una partida de indios para destapar la emboscada surgiendo de entre la maleza. El tiroteo que sigue es confuso. Varios de los reclutadores mueren de inmediato. Dos de los conductores de los carromatos viran bruscamente y azuzan a los caballos de vuelta hacia New Ulm mientras que otros dos deciden cargar contra los agresores con sus vehículos para dispersarlos, seguramente con éxito, pues los sorprendidos colonos aprovecharán el quinto para cargar a los heridos y a los muertos antes de volver a su punto de partida. Solo falta Behnke.

Mientras tenía lugar el tiroteo, Henry Behnke había corrido hacia la granja más cercana para hacerse con un caballo. Su intención era avisar a su familia, y a los demás habitantes de la región, de lo que estaba sucediendo: indios en pie de guerra. Algún éxito tuvo, pues la noticia corrió como la pólvora. Antes incluso de la llegada de los carromatos, un jinete había entrado al galope en New Ulm gritando: “Vienen los indios. Han asesinado a los reclutadores”. Reaccionando fulminantemente, el Sheriff Charles Roos ordenó que los niños que estaban en el colegio fueran enviados a casa con sus familias, y reunió a una partida de treinta hombres para dar caza a lo que suponía que no serían más que unos cuantos nativos borrachos. Finalmente, tal vez por si acaso, convocó a la milicia local con órdenes de, si lo consideraban necesario, erigir barricadas en el centro de la localidad.

Henry Behnke (1832-1879)

La partida del Sheriff dejó al pueblo sumido en la confusión. Los sioux del valle del Minnesota habían demostrado ser pacíficos desde hacía años, gracias a la influencia de los misioneros, de los agentes indios de las reservas y, qué duda cabe, a la existencia de Fort Ridgley, el puesto militar de la región. Sin embargo, también es posible que no las tuvieran todas consigo. Durante años los colonos habían abusado de sus vecinos y el ataque, sin provocación aparente, a la caravana de los reclutadores, parecía el preludio de algo mucho más grave. Efectivamente, poco después llegaron los carromatos, cuyos conductores sin duda exageraron el suceso y, mucho peor, empezaron a llegar refugiados de toda la región afirmando que los indios estaban “matándolo todo”. Asesinatos, violaciones, robos, la furia había tomado posesión de la zona en un instante.

Cabaña de troncos en New Ulm, Minnesota,

La llegada masiva de carretas de granja y calesas cargadas de enseres personales, y de personas a caballo y a pie que escapaban de la devastación convirtió la confusión en pánico. Para los habitantes del próspero pueblo, lo que sucedía más allá de sus lindes solo podía parecer aterrador. Seguros de que iban a ser masacrados y de que ni siquiera el fuerte resistiría, muchos ciudadanos de New Ulm se dispusieron a partir hacia el este, hasta Saint Paul, a más de 160 km, la capital del Estado. Cuando el Sheriff Roos volvió a su pueblo durante la tarde, esté no era más que una carcasa semivacía a causa de la huida de buena parte de la población. De inmediato nombró Platzkommandant y jefe de la milicia local a Jacob Nix, un experto en armas de fuego, que organizó sus fuerzas en compañías y organizó los piquetes de guardia para la noche. Mientras, tanto el Sheriff como Nix, algunos ciudadanos principales y el propio Behnke se reunieron para planificar la defensa.

Entre las decisiones tomadas aquella noche estaba la de enviar aviso al gobernador del Estado para que enviara un millar de hombres y munición, pero Saint Paul estaba demasiado lejos. Entonces, Behnke se presentó voluntario para cabalgar hasta Traverse des Sioux, a unos 50 km, para solicitarles la organización y el envío de una partida de voluntarios.

2 comentarios en «La Guerra Dakota de 1862 (II). El ataque de los sioux.»

  1. Llama poderosamente la atención lo de «platzkommandant»…
    Parece que estamos en la retirada de la whermacht en el frente oriental y a Hitler designando sus «festungs»….
    En cualquier caso muy interesante. Deseando de ver cómo continúa la historia.
    Saludos

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