Viento divino – El fenómeno kamikaze japonés (XVIII). Formación defensiva y piquetes de radar

Para diciembre de 1944, la TF 38 [Grupo Operativo de Portaaviones Rápidos] se había reagrupado también en tres Grupos Operativos, en lugar de los cuatro anteriores, con el fin de asegurarse una mejor defensa antiaérea cercana.

Un Grupo de Portaaviones Rápidos típico encuadraba ahora 2 o 3 portaaviones de batalla (CV), 2 portaaviones ligeros (CVL), 2 o 3 acorazados, entre 3 y 5 cruceros pesados y ligeros (CA y CL, incluido un crucero antiaéreo CLAA; tanto el USS San Diego como el USS San Juan habían incorporado armamento antiaéreo para asumir este rol), y entre 18 y 20 destructores.

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La batalla de Santa Cruz (XI). Los americanos despegan.

Son las 6.58 horas del 26 de octubre de 1942. Apenas han pasado unos minutos desde que el Zuhio fue alcanzado en su cubierta de vuelo y obligado a retirarse de la batalla, cuando el oficial de complemento Ukita Tadaaki informa del avistamiento de un portaaviones escoltado por otros cinco barcos; y poco después concreta indicando que es de la clase Saratoga y que va escoltado por otras quince naves. Se trata de un error, pues los norteamericanos no tienen ningún buque de esta clase en la zona, pero no se equivoca el japonés al especificar que el portaaviones se halla a 340 km, rumbo 125º de la 1.ª División de Portaaviones de Nagumo.  

USS SARATOGA (CV-3) (foreground) and USS LEXINGTON (CV-2)
Magnífica foto en la que podemos ver el USS Saratoga y el USS Lexington, reconocibles por sus grandes islas. Ninguno de ellos estaba en Santa Cruz.

La noticia es de suma importancia pues en ese momento los japoneses creían estar navegando hacia su enemigo, y en realidad lo estaban dejando al sur, es decir, se estaban metiendo en una emboscada. Sin embargo, como en casi todos los avistamientos y comunicaciones de esta batalla, algo no estaba bien. El avión de Ukita es el número cuatro, pero se ha identificado como el número uno, lo que hace que la ubicación que comunica resulte sospechosa, pues el avión número uno tenía asignada otra zona de búsqueda. La cosa se complica cuando, poco después, un avión del Zuikaku (el número cuatro era del Shokaku) informa del avistamiento de un segundo portaaviones. Al final, los japoneses van a cortar por lo sano y, ante el temor de que se produzca una nueva catástrofe como la de Midway (la pesadilla personal de Nagumo), deciden dar por buenos los informes recibidos y se aprestan para la batalla.

Entretanto, tras recibir el mensaje de los Dauntless que ubica a los portaviones en dirección 300º a entre 300 y 320 km, Kinkaid ordena virar con rumbo 330 y aumentar la velocidad a 27 nudos. Son las 7.08 horas y ambas flotas avanzan ya, decididamente, una hacia otra. Entre las 7.32 y las 7.43, tanto el USS Enterprise como el USS Hornet viran, aproan al viento y lanzan sus escuadrillas.

Photo #: 80-G-K-15976 Douglas SBD-3 "Dauntless" scout bomber
Preparando la ametralladora trasera de un Dauntless

Del primero, que tiene 20 Dauntless en misión de búsqueda y que ha perdido varios aviones el día anterior, por lo que su grupo aéreo no es tan numeroso despegan:

  • 3 SBD Dauntless de la escuadrilla Bombing 10 pero conducidos por pilotos de la escuadrilla Scouting 10 bajo el mando del alférez de fragata George Glen Estes.
  •   8 TBF Avenger de la escuadrilla Torpedo 10 bajo el mando del capitán de corbeta Jack Collet.
  • 8 F4F WIldcat de la escuadrilla Fighting 10 bajo el mando del también capitán de corbeta Jimmy Flatley.
  • y un 1 TBF Avenger desarmado pilotado por el capitán de fragata Gaines para evaluar el ataque.

Estos aviones debían, inicialmente, unirse a los que despegan del Hornet, pero los norteamericanos no tienen doctrina ni práctica alguna en fusionar en vuelo escuadrillas de diversos navíos, y al final se les dice que vuelen por su cuenta.

Bush in Avenger Cockpit
En la cabina de un Avenger. A efectos puramente anecdóticos, este piloto se llamaba George H. W. Bush, y probablemente no sabía que acabaría siendo presidente de los estados unidos.

En lo que al Hornet se refiere, su fuerza de ataque llevaba lista desde el día anterior, por lo que no solo va a lanzar más aviones, sino que lo hace en un tiempo récord. En total, del Hornet parten:

  • 15 SBD Dauntless de las escuadrillas Bombing 8 y Scouting 8 bajo el mando del capitán de corbeta William J. “Gus” Widhelm.
  • 6 TBF Avenger de la escuadrilla Torpedo 6 bajo el mando del teniente de navío Edwin B. “Iceberg” Parker.
  • Y 8 F4F Wildcat de la escuadrilla Fighting 72, equipados con depósito de combustible suplementario, bajo el mando del capitán de corbeta Henry Sanchez.

Los aviones del Hornet no solo no se unirán con los del Enterprise, como hemos dicho ya, sino que van a dividirse a su vez en dos grupos. Los bombarderos, escoltados por cuatro Wildcat, suben hacia las alturas, mientras que los torpederos, escoltados por los otros cuatro, van a volar hacia el enemigo a 240 m de altura.

Con sus fuerzas en vuelo, ambos portaaviones retoman el rumbo hacia el enemigo mientras reúnen los aviones que les quedan a fin de lanzar una segunda oleada.

Mientras la máquina aeronaval estadounidense se despliega, suceden cosas extrañas a su alrededor. A las 7.15 horas el crucero Northampton había informado de un contacto radar que ninguno de los portaaviones ha sido capaz de obtener; y a las 7.37 el acorazado South Dakota indica haber interceptado conversaciones de radio en japonés. Sin duda, el enemigo también está ahí fuera.

El Mediterráneo en la Segunda Guerra Mundial – Operaciones de Superficie, Submarinas y Antisubmarinas

Ya está en librerías el nuevo libro de nuestro amigo Esteban Pérez Bolívar «El Mediterráneo en la Segunda Guerra Mundial. Operaciones de Superficie, Submarinas y Antisubmarinas, publicado por Ediciones Salamina.

Como mar contiguo a las primeras civilizaciones, más pronto que tarde el Mediterráneo se convirtió en la segunda palestra en la que los pueblos también pudieron dirimir sus diferencias, extendiendo a los espacios marítimos las ya ancestrales peleas libradas en tierra firme. Combatir en un ambiente tan hostil requirió de inventiva y arrojo. Estas actitudes, además de impulsar el avance del hombre, se volvieron indispensables a la hora de ejercer la violencia sobre las olas. Y también constituyen la base en la que se fundamenta esta obra.

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La experiencia del marinero de segunda William Rowe en el portaaviones Bunker Hill (II)

En la entrada anterior dejamos al USS Bunker Hill en pleno ataque suicida frente a las costas de Okinawa.

El primero, un zero, arrojó una bomba que penetró la cubierta de madera, atravesó una sección del casco y estalló en el agua. El zero, sin embargo, se dirigió contra los treinta aviones agrupados en la parte trasera de la pista, y armado y con los depósitos llenos de combustible se estampó contra los aviones, cayendo posteriormente al mar y dejando atrás un infierno en llamas.

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El nacimiento del portaaviones (XI): Conclusiones: 1939-1945.

A lo largo de esta serie de entradas, larga ya, hemos ido explicando diferentes aspectos de la evolución del arma aeronaval en general y del portaaviones en particular durante el periodo entre las dos guerras mundiales del siglo XX. Dedicamos la primera de estas entradas a la Gran Guerra propiamente dicha, las siguientes a los diversos conceptos doctrinales sobre la organización, significado e importancia de las fuerzas aeronavales o a los planteamientos geoestratégicos que motivaron las decisiones tomadas respecto a dichos buques, y las finales al concepto de batalla naval desarrollado entre 1918 y 1939 y al lugar del portaaviones en la misma. El lector recién llegado podrá encontrarlas todas ordenadas resumidas y enlazadas al final de esta entrada.

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HMS Ark Royal, de la Royal Navy

Llegados a este punto y habiendo terminado el periplo por los diferentes aspectos del arco temporal que nos marcamos, no tendría mucha coherencia terminar sin un pequeño artículo dedicado al resultado de todo esto durante la Segunda Guerra Mundial. Entrando en materia, la afirmación obvia es que la guerra demostró, fehaciente, incluso contundentemente, que la era del acorazado había terminado. Entre 1939 y 1945 el portaaviones se convirtió en el protagonista principal de la guerra naval, y el acorazado quedó relegado al pasado. Este proceso se produjo en las tres marinas que hemos venido analizando a lo largo de estas entradas: la Royan Navy, la U. S. Navy y la Marina Imperial japonesa. Podríamos añadir que de las otras dos grandes marinas beligerantes, la italiana, que también había confiado en los acorazados, fue derrotada y nunca volvería a alcanzar el potencial desplegado en 1939; y la alemana, que había evolucionado de la gran batalla naval en la guerra de 1914-18 a la guerra de corso en 1939-45 –fue la única que encaró la segunda contienda con un planteamiento divergente respecto a las demás potencias, más por medios disponibles que por convencimiento– tampoco obtuvo el éxito esperado. Ambas fueron finalmente derrotadas también por el arma aeronaval.

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El nacimiento del portaaviones (X): Japón y Estados Unidos, llega la batalla aérea.

Ya adelantábamos en la entrada anterior que la desconfianza de la Royal Navy con respecto a la caza embarcada, incluso con la aviación embarcada en general, era un factor compartido por los japoneses. “La concepción estratégica de la Marina japonesa –escribió uno de sus aviadores– estaba basada, sin duda, en la doctrina de la aniquilación del enemigo en una batalla decisiva en la que los acorazados serían la columna vertebral de la flota nipona”.

Mitsubishi A6M5 Zero

Si en 1934, como hemos dicho, empezaron a cambiar su concepto de las capacidades de la caza embarcada, no sería hasta 1937, con ocasión de la batalla de Shanghai, cuando empezaron a desviarse del concepto ortodoxo según el cual la aviación estaba para apoyar a la línea de batalla. Esta acción en concreto y la guerra contra China en general demostraron la capacidad que tenían los portaaviones para proyectar su poder a larga distancia (en este caso tierra adentro) y llevaron al diseño de aviones de largo radio de acción y de aparatos como el famoso caza Zero.

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El nacimiento del portaaviones (IX): El diseño.

El concepto de batalla que comentábamos en las dos entradas anteriores, en las que explicamos que la primacía doctrinal seguía siendo del acorazado, y cual había de ser la función del portaaviones en la flota, influyeron decisivamente en el desarrollo de la aviación naval. Por ejemplo, la idea de buscar el dominio del mar mediante un combate decisivo hizo que las ideas de protección del comercio, o el concepto de portaaviones de escolta, quedaran en segundo plano en lo que a doctrina y, sobre todo, adjudicación de recursos, tanto industriales como económicos se refiere. Entre los imaginativos conceptos que jamás llegarían a ver la luz podemos incluir los “portaaviones mercantes”, el resultado de todo esto, menos onírico, fue que una gran potencia mercante como el Reino Unido iba a entrar en guerra, en 1939, sin un solo portaaviones de escolta destinado a la protección del comercio.

El HMS Ark Roya fue sin duda uno de los portaaviones más famosos de la Royal Navy

Además, la idea de que los portaaviones iban a tener que operar junto con la flota, y en las restringidas aguas europeas, tuvo mucho que ver con el enfoque empleado para el diseño de estos buques, que serían naves acorazadas, capaces de seguir operando y a flote a pesar de encajar daños importantes –una circunstancia que, por otro lado, decía muy poco de la fe de la Marina en sus propios cazas embarcados–.

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