El nacimiento del portaaviones (XI): Conclusiones: 1939-1945.

A lo largo de esta serie de entradas, larga ya, hemos ido explicando diferentes aspectos de la evolución del arma aeronaval en general y del portaaviones en particular durante el periodo entre las dos guerras mundiales del siglo XX. Dedicamos la primera de estas entradas a la Gran Guerra propiamente dicha, las siguientes a los diversos conceptos doctrinales sobre la organización, significado e importancia de las fuerzas aeronavales o a los planteamientos geoestratégicos que motivaron las decisiones tomadas respecto a dichos buques, y las finales al concepto de batalla naval desarrollado entre 1918 y 1939 y al lugar del portaaviones en la misma. El lector recién llegado podrá encontrarlas todas ordenadas resumidas y enlazadas al final de esta entrada.

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HMS Ark Royal, de la Royal Navy

Llegados a este punto y habiendo terminado el periplo por los diferentes aspectos del arco temporal que nos marcamos, no tendría mucha coherencia terminar sin un pequeño artículo dedicado al resultado de todo esto durante la Segunda Guerra Mundial. Entrando en materia, la afirmación obvia es que la guerra demostró, fehaciente, incluso contundentemente, que la era del acorazado había terminado. Entre 1939 y 1945 el portaaviones se convirtió en el protagonista principal de la guerra naval, y el acorazado quedó relegado al pasado. Este proceso se produjo en las tres marinas que hemos venido analizando a lo largo de estas entradas: la Royan Navy, la U. S. Navy y la Marina Imperial japonesa. Podríamos añadir que de las otras dos grandes marinas beligerantes, la italiana, que también había confiado en los acorazados, fue derrotada y nunca volvería a alcanzar el potencial desplegado en 1939; y la alemana, que había evolucionado de la gran batalla naval en la guerra de 1914-18 a la guerra de corso en 1939-45 –fue la única que encaró la segunda contienda con un planteamiento divergente respecto a las demás potencias, más por medios disponibles que por convencimiento– tampoco obtuvo el éxito esperado. Ambas fueron finalmente derrotadas también por el arma aeronaval.

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El nacimiento del portaaviones (VIII): la misión del portaaviones

Dedicamos la entrada anterior de esta serie a dar un corto repaso de cuál iba a ser, según los planificadores y estrategas del almirantazgo, la forma de operar de la flota británica en caso de guerra; fundamentalmente, que la línea de batalla propia entre en contacto con la del enemigo y se produzca el siempre tan esperado como temido combate de acorazados. También es interesante recordar que, llegados a este punto, si bien la idea de base no había evolucionado con respecto a la Primera Guerra Mundial, los acorazados, propiamente dichos, sí. En 1939 eran mucho más poderosos que en 1918.

File:British aircraft carriers at anchor c1945.jpg

La flota británica del Pacífico en 1945, con los portaaviones plenamente integrados.

 

Dentro de esta forma de combate se había introducido, además, la fuerza aeronaval. Aunque algunos hablaban de batalla “poco ortodoxa”, se consideraba necesario que uno o varios portaaviones acompañaran a las flotas. ¿Con qué propósito?

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El nacimiento del portaaviones (III): Consideraciones estratégicas y adaptativas

Después de haber expuesto, someramente, el crecimiento del arma de portaaviones británica durante la primera guerra mundial, y las razones del mismo, vamos a centrarnos ahora en el desarrollo de estos buques y de las teorías sobre su utilización durante el apasionante periodo de entreguerras. Lo haremos tomando como guía el caso británico, ya que fueron los primeros en aprestar navíos de esta clase, aunque luego perdieran la primacía en favor de los Estados Unidos y el Japón, los otros dos modelos en los que, por comparación, nos fijaremos.

El portaaviones Ark Royal

Desde el punto de vista estratégico y de la adaptación, empezaremos por decir que cuando terminó la Primera Guerra Mundial la Royal Navy estaba “lanzada”, y algunos de sus miembros, como el almirante sir Charles Madden, comandante en jefe de la Flota del Atlántico y luego primer lord del mar, solicitaron la construcción de no menos de doce portaaviones. Una petición, sin embargo, que se fue moderando a lo largo de los años, de modo que en 1939 solo tenían cuatro portaaviones de primera línea y tres obsoletos (contra una previsión de una flotilla de siete buques modernos y varios más, con menor capacidad, de escolta, para defender las rutas comerciales).

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