Los Prisioneros de Guerra de la I Guerra Mundial y la intervención de España.

Desde que el ser humano se ha agrupado en tribus y, después, en sociedades civilizadas ha existido la guerra. Ésta ha traído consigo muertes, pobreza, nuevas disputas….

Pero un término que es tan antiguo como la guerra es el de los prisioneros de guerra. Según la RAE, un prisionero de guerra es una persona que se entrega al vencedor precediendo capitulación. Sin duda, el tema de los prisioneros de guerra siempre ha sido un quebradero de cabeza para ambos bandos, pero sobre todo con el desarrollo de la guerra moderna. Muchos son los personajes que han intervenido en favor de estos y han buscado la mejora de sus condiciones de vida o su liberación. Uno de los casos más destacados, y olvidados, de la Gran Guerra fue la intervención española en favor de los mismos. 

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El modo alemán de hacer la guerra – De la Guerra de los Treinta Años al Tercer Reich. Robert M. Citino

Salamina acaba de publiar una de las obras cumbre de Robert Citino, su tesis sobre el modo prusiano y alemán de hacer la guerra. Pero dejemos que sea el propio Citino el que exponga el contenido de su análisis.

¿Hay un modo alemán de hacer la guerra? La respuesta podría parecer obvia. Hay pocas nociones en la historia moderna más seguras que la de la excelencia militar alemana. Muchos monarcas absolutos fueron reyes soldados, pero Federico el Grande fue el Rey Soldado, una combinación aparentemente sin fisuras de déspota ilustrado y talentoso mariscal de campo. Durante el siglo XIX, el ejército prusiano llevó a cabo una revolución militar que culminó con el desplazamiento de Austria de su papel preponderante en Alemania, el derrocamiento de Francia como potencia hegemónica en Europa, y la creación de un nuevo Imperio Alemán, un «segundo Reich» que era, que duda cabe, una criatura muy diferente a la del viejo Sacro Imperio Romano Germánico.

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Italia, 1915-1918. El frente del Isonzo (XI): Triste final para una victoria.

Aquel día de primeros de agosto, Cadorna podía congratularse de haber conseguido al fin lograr un objetivo importante, Gorizia había caído en manos de las tropas italianas, que además habían conseguido cruzar el río Isonzo, uno de los elementos fundamentales del sistema defensivo del Quinto Ejército austro-húngaro del general Boroevic.

Manuel Filiberto de Saboya, duque de Aosta, condecorando a un soldado

Entretanto, en los flancos del campo de batalla también se habían producido operaciones, con resultados dispares. En el flanco sur, el Tercer Ejército italiano, tras la toma del Monte San Michele, siguió presionando sobre el macizo de Doberdo. Como había sucedido en torno a Gorizia, el comandante en jefe imperial fue consciente de que con la pérdida de aquella posición clave su frente no iba a poder resistir, y aprovechando una pausa en los asaltos enemigos, retiró su 17.ª y 20.ª divisiones a la segunda línea defensiva, preparada por los ingenieros tiempo atrás. Para cuando los atacantes quisieron reaccionar, ya habían perdido la ventaja de sus primeras victorias y se enfrentaban de nuevo a una posición bien organizada. Aun así, podían apuntar en su haber objetivos como el Monte Sei Busi, la colina 197 y la propia localidad de Doberdo.

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Italia, 1915-1918. El frente del Isonzo (X): ¡Gorizia!

El 6 de agosto de 1916, los italianos consiguieron por fin, a la sexta intentona, romper el frente austro-húngaro en el Isonzo, y llegar hasta el río. Para el general Boroevic, al mando del Quinto Ejército defensor, la situación tenía mal aspecto, ya que la ofensiva de Von Holtzendorff en el Tirol y las ofensivas rusas en Galizia habían provocado que se le retiraran muchas tropas, y no tenía con qué hacer frente a los embates italianos.

Erwin Zeidler von Görz, jefe de la 58.ª División

En lo que a la infantería se refiere, además de que buena parte de su 58.ª División había quedado atrapada al oeste del río, apenas tenía reservas, con lo que no podía llevar a cabo los violentos contraataques que tan bien le habían servido en el pasado para repeler a los italianos aprovechando el agotamiento de sus tropas una vez alcanzado el objetivo; con respecto a la artillería, le faltaba munición, pues muchos de sus depósitos habían sido destruidos por el bombardeo aliado, y además, el acertado fuego de contrabatería de Cadorna había acabado con buena parte de sus piezas. A todo esto, hay que añadir que Von Holtzendorff le había dado órdenes expresas de no retroceder, bajo ningún concepto. Iba a ser defraudado.

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Italia, 1915-1918. El frente del Isonzo (XI): la la sexta ofensiva. La llegada al río.

La sexta batalla del Isonzo, también conocida como batalla de Gorizia, más adelante veremos porqué, empezó el 4 de agosto con una ofensiva de diversión en el sur del Carso. Tras un bombardeo de cuatro horas, el VII Cuerpo de Ejército italiano desencadenó un ataque de cuatro divisiones que no tardó en hacerse con la primera línea austriaca, pero luego convirtió en una batalla a gran escala en la que las cifras de bajas ascendieron con rapidez. El objetivo de esta acción era engañar al general Boroevic para que enviara tropas de refuerzo, pero este no picó, se limitó a ponerse en contacto con Von Holtzendorff, jefe de Estado Mayor del Ejército austro-húngaro, para que le enviara más tropas, cosa que este no pudo hacer debido a la necesidad que había de ellas en el frente ruso.

Panorámica del campo de batalla, Gorizia está al pie, y más allá las crestas tomadas por los italianos.

La verdadera ofensiva comenzó el 6 de agosto con un bombardeo de saturación efectuado por 900 piezas de artillería que duró desde las 6.45 horas hasta las 14.00. El resultado puso en valor el intenso trabajo realizado por el coronel Badoglio durante la fase de preparación, el frente defensor quedó prácticamente destrozado, especialmente en el sector de la 58.ª División dálmata del general Zeidler. La unidad, desplegada entre Podgora y Oslavia, quedó además aislada del resto del frente tanto por la destrucción de sus comunicaciones telefónicas como por el completo derrumbe de las trincheras de acceso de las tropas desde retaguardia.

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Italia, 1915-1918. El frente del Isonzo (X): la preparación de la sexta ofensiva.

¡Gas! No había sucedido nunca antes en el frente italiano, y hay que decir, en su descargo, que el general Boroevic, al mando de las fuerzas austro-húngaras en el sector, no estaba a favor, pero las órdenes llegaron de arriba y, el 29 de junio de 1916, se abrieron 250 cilindros de gas fosgeno, que descendió sobre las posiciones italianas en torno al monte San Michele.

El testimonio del cabo Valentino Righetti, del batallón Brescia, nos cuenta cómo llegó a una trinchera, durante la noche siguiente, pensando que había sido abandonada por completo dado el silencio que reinaba en ella. Sin embargo, los soldados seguían todos en su sitio, aunque dormidos, un sueño extrañamente pesado. Parece que al cabo le llevó hasta el amanecer descubrir que estaban muertos. Los soldados de la primera línea de trincheras carecían de máscaras antigás o las que tenían eran muy rudimentarias, y se habían asfixiado hasta la muerte. Los de la segunda línea parece que, viendo lo que se les venía encima, decidieron retirarse a toda prisa y, así, los atacantes pudieron cubrir sus objetivos con rapidez y tomar algunas de las posiciones italianas en torno al monte.

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Italia, 1915-1918. El frente del Isonzo (IX): el imperio contraataca.

Debía de tener cierta vena testaruda, el general Cadorna, pues nada más cancelarse la ofensiva de marzo a causa del mal tiempo, empezó a planificar un nuevo ataque, siempre en el mismo sitio, el frente del Isonzo. Quien también planificaba, como vimos en la entrada anterior, era el austríaco Holtzendorff, que estaba concentrando fuerzas para atacar en el Trentino. La noticia, por supuesto, acabó por llegar a oídos del alto mando italiano, y Cadorna ordenó al teniente general Brusati, comandante en jefe del Primer Ejército, que ocupara posiciones defensivas en las alturas de los Alpes tiroleses, y se atrincherara en ellas.

Contraataque italiano sobre el río Posina

Pasó el mes de abril, y preocupado finalmente por el aumento de información sobre la inminente ofensiva austríaca, el generalísimo italiano decidió hacer una pausa en sus preparativos para trasladarse al Tirol, cosa que hizo a primeros de mayo. Allí descubrió que Brusati no había hecho absolutamente nada de lo que le había ordenado, al contrario, había estado planificando un ataque propio, por lo que lo relevó inmediatamente del mando y ordenó a su sucesor que iniciara de inmediato el proceso de atrincheramiento. Pero era demasiado tarde.

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