La sexta batalla del Isonzo, también conocida como batalla de Gorizia, más adelante veremos porqué, empezó el 4 de agosto con una ofensiva de diversión en el sur del Carso. Tras un bombardeo de cuatro horas, el VII Cuerpo de Ejército italiano desencadenó un ataque de cuatro divisiones que no tardó en hacerse con la primera línea austriaca, pero luego convirtió en una batalla a gran escala en la que las cifras de bajas ascendieron con rapidez. El objetivo de esta acción era engañar al general Boroevic para que enviara tropas de refuerzo, pero este no picó, se limitó a ponerse en contacto con Von Holtzendorff, jefe de Estado Mayor del Ejército austro-húngaro, para que le enviara más tropas, cosa que este no pudo hacer debido a la necesidad que había de ellas en el frente ruso.
La verdadera ofensiva comenzó el 6 de agosto con un bombardeo de saturación efectuado por 900 piezas de artillería que duró desde las 6.45 horas hasta las 14.00. El resultado puso en valor el intenso trabajo realizado por el coronel Badoglio durante la fase de preparación, el frente defensor quedó prácticamente destrozado, especialmente en el sector de la 58.ª División dálmata del general Zeidler. La unidad, desplegada entre Podgora y Oslavia, quedó además aislada del resto del frente tanto por la destrucción de sus comunicaciones telefónicas como por el completo derrumbe de las trincheras de acceso de las tropas desde retaguardia.
Algo más al norte, las primeras posiciones atacadas fueron, sin embargo, las del 37.º Regimiento de fusileros, uno de cuyos batallones defendía el monte Sabotino. Exactamente a las 14.00, la 45.ª División italiana, formada en cuatro columnas, se abalanzó contra la cima, que conquistó con rapidez gracias a que las posiciones de los defensores habían sido completamente destruidas, especialmente los nidos de ametralladoras y los refugios subterráneos de las tropas. Aun así, los atacantes iban a pagar un precio muy elevado para hacerse al fin con la cresta, que llevaban asaltando desde hacía un año, más allá de la cual pudieron ver Gorizia.
Nada más terminar esta acción y antes de que los agotados asaltantes se vieran sometidos al inevitable contraataque austro-húngaro, Badoglio envió tropas de refresco a primera línea con la misión de acabar de despejar el sector y defender la posición recién conquistada, mientras que siete batallones más pasaron al otro lado y siguieron atacando a las tropas de Zeidler. A media tarde, la Brigada Toscana del general Gagliani llego a la orilla del Isonzo. Era el segundo gran hito de aquella jornada.
Entretanto, en el centro, las demás divisiones del VI Cuerpo de Ejército del general Capello también libraron duras batallas. Dos batallones de milicia austríaca, que habían conseguido aguantar el bombardeo en las magníficas fortificaciones que se alzaban en la cota 163, cerca de Oslavia, contuvieron a la 24.ª División durante toda la jornada. En el sector de Podgora, la 12.ª División lo tuvo más fácil pues sus soldados arrollaron con rapidez la primera línea austríaca y las tropas que los seguían rompieron las posiciones siguientes y llegaron hasta el río. Finalmente, entre ambas, la 11.ª División también consiguió llegar hasta el río.
En el flanco sur atacó el XI Cuerpo de Ejército del general Cigliana, teniendo como objetivo fundamental, una vez más, el monte San Michele. En esta ocasión, el bombardeo fue aún más violento pues fueron 500 las piezas que, durante nueve horas, machacaron la cima, defendida por la 81.ª Brigada del Honved. El ataque de la infantería italiana comenzó a las 16.00 horas, y a las 18.00, tres brigadas italianas se alzaron sobre aquel monte, en el que 100 000 italianos habían muerto ya. Los austro-húngaros contraatacaron de inmediato, pero no fueron capaces de recuperar la posición.
Se puede pues decir que, al final del día, los italianos habían conseguido un éxito importante, pues habían llegado al río en varios puntos; sin embargo no lo habían cruzado, ni tampoco habían acabado con todas las posiciones defensivas al oeste del mismo. Boroevic se enfrentaba a una situación extremadamente peligrosa, pues los italianos habían roto su frente por el norte, el centro y el sur, pero todavía podía defenderse en la línea del cauce.
Poco a poco iban aprendiendo de sus errores