Accidente de un bombardero ruso Tu-22M3 en Murmansk

Por desgracia, el pasado día 22 de enero de 2019 a las 13:30LT se estrelló un bombardero ruso T-22M3 en la base aérea de Olenegorsk.

Ver el video que adjuntamos más abajo

El suceso, que fue captado por una cámara, ocurrió en la maniobra de aproximación y aterrizaje en pésimas condiciones de visibilidad. Como se aprecia en el video que incluimos más adelante, la pista está nevada y sin iluminar, y el avión entra en pista con demasiada velocidad. Todo apunta a que los controladores avisaron a la tripulación, y se desconoce el motivo de que no hubiese reacción, probablemente no hubiese tiempo.

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). ¡Guerra! Segundo acto de una opereta cómica que ha virado a tragedia.

Acto segundo. Puerto de nueva York, 6 de abril por la mañana. Se abre el telón.

David Dixon Porter, con las órdenes de Lincoln en la mano y sin noticia alguna de lo sucedido la noche anterior, se personó ante Andrew Foote para hacerse con el mando del Powhatan y, según el mismo escribiría, pasó las tres horas siguientes convenciendo a su colega de que su intención no era desertar al sur con el barco. Tras examinar el documento con cuidado, y sin haber recibido respuesta al críptico telegrama que había enviado a Gideon Welles la tarde anterior, Foote no podía dejar de dudar. “Sabe –dijo a su compañero– hay tantos camaradas en los que habría confiado hasta la muerte que han desertado, que no sé a quién creer. ¿Cómo sé que no es usted un traidor?” En consecuencia y para evitar riesgos, decidió que Porter compartiría sus oficinas en el puerto mientras acababan de preparar el barco.

Andrew Foote

Poco después llegaron las primeras órdenes firmadas por Lincoln, las que tenía Gideon Welles y que ponían el Powhatan bajo el mando del capitán Mercer con destino a fuerte Sumter. Enfrentado a este cambio en su situación, Porter reaccionó como lo había hecho su colega. Esas órdenes debían de ser falsas. A fin de cuentas, él había recibido las suyas directamente del presidente. ¿Quién se llevaría el barco?

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). El robo del Powhatan, opereta cómica en dos actos.

Ha llegado el momento de que suenen los primeros acordes de una opereta cómica. Ante todo, los personajes. Por un lado están el teniente David Dixon Porter, el capitán Montgomery Meigs y el secretario de Estado Seward. Por otro, tenemos al comandante Andrew Foote, el capitán Samuel Mercer, al mando del Powhatan, y el secretario de Marina Gideon Welles.

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A modo de obertura, vamos a recordar de qué va la cosa. El luciferino Seward quiere quitarle el Powhatan a Welles para enviarlo a fuerte Pickens en vez de que vaya a fuerte Sumter, y para ello convence al presidente a fin de que avale un plan secretísimo que ponga el buque en sus manos, sin avisar a su contrario para que los confederados no se enteren de lo que está pasando. Una vez obtenido el documento, envía a Porter a Nueva York para que se haga con el navío. Este, se presenta ante Foote y le entrega las nuevas órdenes, que incluyen una instrucción vital, no informar a nadie de lo que está pasando.

Acto primero. Washington, 5 de abril por la noche. Se abre el telón.

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). ¡Traición!

En nuestra última historia nos referimos a la cena que iba a disfrutar un hombre con su familia. El personaje era David Dixon Porter, oficial de la Marina estadounidense que estaba hasta las narices de su trabajo. De hecho, Porter había solicitado el traslado a California con la intención de pasar a servir en la flotilla de guardacostas del tesoro y luego trasladarse a la Marina mercante. La solicitud no había gustado mucho. En aquellos días, muchos oficiales abandonaban los cuerpos militares estadounidenses para irse al sur y, en consecuencia, todos aquellos que pedían destino en costas alejadas o en el extranjero eran mirados (mal) con lupa.

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David Dixon Porter, durante la guerra si que ascendería.

Pero a Porter todo aquello le daba igual. Con cuarenta y ocho años seguía siendo teniente, el sexto de la lista, y llevaba veinte años sin recibir un ascenso, de hecho, también lo que estaba pasando en fuerte Sumter le importaba un ardite, según sus contemporáneos. En estas circunstancias, sin duda debió de ser una sorpresa que le avisaran de que un coche de caballos lo esperaba a la puerta de casa para llevarlo a ver a William Seward, el secretario de Estado. Estaba a punto de meterse en una turbia conspiración que bien podría costarle el escaso puesto de teniente que tenía.

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El modo alemán de hacer la guerra – De la Guerra de los Treinta Años al Tercer Reich. Robert M. Citino

Salamina acaba de publiar una de las obras cumbre de Robert Citino, su tesis sobre el modo prusiano y alemán de hacer la guerra. Pero dejemos que sea el propio Citino el que exponga el contenido de su análisis.

¿Hay un modo alemán de hacer la guerra? La respuesta podría parecer obvia. Hay pocas nociones en la historia moderna más seguras que la de la excelencia militar alemana. Muchos monarcas absolutos fueron reyes soldados, pero Federico el Grande fue el Rey Soldado, una combinación aparentemente sin fisuras de déspota ilustrado y talentoso mariscal de campo. Durante el siglo XIX, el ejército prusiano llevó a cabo una revolución militar que culminó con el desplazamiento de Austria de su papel preponderante en Alemania, el derrocamiento de Francia como potencia hegemónica en Europa, y la creación de un nuevo Imperio Alemán, un «segundo Reich» que era, que duda cabe, una criatura muy diferente a la del viejo Sacro Imperio Romano Germánico.

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). Vuelta a la casilla de salida.

Cuando el Director General de Correos, Montgomery Blair, se posicionó a favor de ir a suministrar y reforzar fuerte Sumter, tal y como comentamos la semana pasada, lo hizo teniendo a su favor dos bazas que él consideraba importantes.

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El entierro del libre comercio, reza este cartel en contra de los aranceles de 1828 y 1832

La primera era la historia. En 1832, Carolina del Sur (el mismo Estado de siempre) había declarado inconstitucionales las leyes de aranceles de ese año y las de 1828, aún más elevados; porque la primera no reducía suficientemente las tasas de la segunda, diseñada, según los políticos de Carolina, para proteger la industria del Norte en detrimento del Sur. Esta decisión había provocado la llamada crisis de la nulidad, que obligó al congreso a votar una ley que permitiera al entonces presidente Andrew Jackson a actuar militarmente contra el Estado sureño. En 1833 el presidente reforzó la guarnición de Charleston, y Carolina del Sur se echó atrás, recordó Blair a quienes estaban con él reunidos, aunque parece que obvió el hecho de que también se aprobó una nueva ley de aranceles, con tasas más bajas. En todo caso, lo que el jefe de correos pretendía era dar un ejemplo de lo que se podía lograr, de lo que se había conseguido, con un poco de decisión.

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). El Gobierno de «Abe el honesto»

Muchos fueron los acontecimientos que llevaron a la Guerra de Secesión de los Estados Unidos: exceso y a la vez falta de voluntad política por llegar a un entendimiento, actuaciones por la vía de los hechos, falta de decisión de los responsables políticos, amateurismo en lo militar, lo imprevisible de la situación, la agitación provocada –a favor o en contra– por la prensa… todos ellos los estamos concentrando en un solo punto de la costa estadounidense, el fuerte Sumter, frente a Charleston, Carolina del Sur. Durante los pasados meses de julio y agosto narramos los acontecimientos que se desarrollaron antes de la llegada al poder de Abraham Lincoln, a quien podríamos acusar incluso (se hizo) de haber provocado la secesión de los estados del Sur. Terminábamos nuestra última entrada con este momento crucial: el 4 de marzo de 1861, Abraham Lincoln se convirtió en el decimosexto presidente de los Estados Unidos de América y el tablero de juego cambió por completo.

Abraham Lincoln

El mismo día en que pronunciaba su discurso inaugural, llegó un mensaje del comandante Anderson indicando que les quedaban provisiones para un mes, cuarenta días si las racionaban. En esta ocasión la nueva administración no iba a disfrutar de tregua alguna. “Confieso –dijo Lincoln– que no deseo arriesgar mi reputación intentando enviar refuerzos a este puerto […] con una fuerza inferior a veinte mil hombres”. El problema es que el Ejército de Tierra de los Estados Unidos ascendía tan solo a dieciséis mil efectivos, su Marina estaba dispersa por el mundo y su oficialidad estaba siendo sometía a la constante sangría de quienes abandonaban las Fuerzas Armadas para dirigirse al sur.

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