Acto segundo. Puerto de nueva York, 6 de abril por la mañana. Se abre el telón.
David Dixon Porter, con las órdenes de Lincoln en la mano y sin noticia alguna de lo sucedido la noche anterior, se personó ante Andrew Foote para hacerse con el mando del Powhatan y, según el mismo escribiría, pasó las tres horas siguientes convenciendo a su colega de que su intención no era desertar al sur con el barco. Tras examinar el documento con cuidado, y sin haber recibido respuesta al críptico telegrama que había enviado a Gideon Welles la tarde anterior, Foote no podía dejar de dudar. “Sabe –dijo a su compañero– hay tantos camaradas en los que habría confiado hasta la muerte que han desertado, que no sé a quién creer. ¿Cómo sé que no es usted un traidor?” En consecuencia y para evitar riesgos, decidió que Porter compartiría sus oficinas en el puerto mientras acababan de preparar el barco.
Poco después llegaron las primeras órdenes firmadas por Lincoln, las que tenía Gideon Welles y que ponían el Powhatan bajo el mando del capitán Mercer con destino a fuerte Sumter. Enfrentado a este cambio en su situación, Porter reaccionó como lo había hecho su colega. Esas órdenes debían de ser falsas. A fin de cuentas, él había recibido las suyas directamente del presidente. ¿Quién se llevaría el barco?