La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). ¡Guerra! Segundo acto de una opereta cómica que ha virado a tragedia.

Acto segundo. Puerto de nueva York, 6 de abril por la mañana. Se abre el telón.

David Dixon Porter, con las órdenes de Lincoln en la mano y sin noticia alguna de lo sucedido la noche anterior, se personó ante Andrew Foote para hacerse con el mando del Powhatan y, según el mismo escribiría, pasó las tres horas siguientes convenciendo a su colega de que su intención no era desertar al sur con el barco. Tras examinar el documento con cuidado, y sin haber recibido respuesta al críptico telegrama que había enviado a Gideon Welles la tarde anterior, Foote no podía dejar de dudar. “Sabe –dijo a su compañero– hay tantos camaradas en los que habría confiado hasta la muerte que han desertado, que no sé a quién creer. ¿Cómo sé que no es usted un traidor?” En consecuencia y para evitar riesgos, decidió que Porter compartiría sus oficinas en el puerto mientras acababan de preparar el barco.

Andrew Foote

Poco después llegaron las primeras órdenes firmadas por Lincoln, las que tenía Gideon Welles y que ponían el Powhatan bajo el mando del capitán Mercer con destino a fuerte Sumter. Enfrentado a este cambio en su situación, Porter reaccionó como lo había hecho su colega. Esas órdenes debían de ser falsas. A fin de cuentas, él había recibido las suyas directamente del presidente. ¿Quién se llevaría el barco?

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). El robo del Powhatan, opereta cómica en dos actos.

Ha llegado el momento de que suenen los primeros acordes de una opereta cómica. Ante todo, los personajes. Por un lado están el teniente David Dixon Porter, el capitán Montgomery Meigs y el secretario de Estado Seward. Por otro, tenemos al comandante Andrew Foote, el capitán Samuel Mercer, al mando del Powhatan, y el secretario de Marina Gideon Welles.

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A modo de obertura, vamos a recordar de qué va la cosa. El luciferino Seward quiere quitarle el Powhatan a Welles para enviarlo a fuerte Pickens en vez de que vaya a fuerte Sumter, y para ello convence al presidente a fin de que avale un plan secretísimo que ponga el buque en sus manos, sin avisar a su contrario para que los confederados no se enteren de lo que está pasando. Una vez obtenido el documento, envía a Porter a Nueva York para que se haga con el navío. Este, se presenta ante Foote y le entrega las nuevas órdenes, que incluyen una instrucción vital, no informar a nadie de lo que está pasando.

Acto primero. Washington, 5 de abril por la noche. Se abre el telón.

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). El Gobierno de «Abe el honesto»

Muchos fueron los acontecimientos que llevaron a la Guerra de Secesión de los Estados Unidos: exceso y a la vez falta de voluntad política por llegar a un entendimiento, actuaciones por la vía de los hechos, falta de decisión de los responsables políticos, amateurismo en lo militar, lo imprevisible de la situación, la agitación provocada –a favor o en contra– por la prensa… todos ellos los estamos concentrando en un solo punto de la costa estadounidense, el fuerte Sumter, frente a Charleston, Carolina del Sur. Durante los pasados meses de julio y agosto narramos los acontecimientos que se desarrollaron antes de la llegada al poder de Abraham Lincoln, a quien podríamos acusar incluso (se hizo) de haber provocado la secesión de los estados del Sur. Terminábamos nuestra última entrada con este momento crucial: el 4 de marzo de 1861, Abraham Lincoln se convirtió en el decimosexto presidente de los Estados Unidos de América y el tablero de juego cambió por completo.

Abraham Lincoln

El mismo día en que pronunciaba su discurso inaugural, llegó un mensaje del comandante Anderson indicando que les quedaban provisiones para un mes, cuarenta días si las racionaban. En esta ocasión la nueva administración no iba a disfrutar de tregua alguna. “Confieso –dijo Lincoln– que no deseo arriesgar mi reputación intentando enviar refuerzos a este puerto […] con una fuerza inferior a veinte mil hombres”. El problema es que el Ejército de Tierra de los Estados Unidos ascendía tan solo a dieciséis mil efectivos, su Marina estaba dispersa por el mundo y su oficialidad estaba siendo sometía a la constante sangría de quienes abandonaban las Fuerzas Armadas para dirigirse al sur.

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