El Bismarck y la indiscreción del almirante Günther Lütjens (II)

Decíamos el día anterior que en esta época los radares navales ingleses eran mas evolucionados, sin embargo ambos cruceros fueron sorprendidos y detectaron la presencia a solo 13 Km de forma visual, poniéndose en claro peligro de ser destruidos. ¿Qué pasó?

No olvidemos que en ese momento los cruceros navegaban dándole la popa a los alemanes. El Norfolk estaba equipado con un radar tipo 286, este era una evolución del ASV Marca II, y por tanto de antenas fijas de dipolos, con una de transmisión central y dos laterales de recepción, por lo que solo podía ver en la dirección que apuntase la proa del buque; trabajaba a 214 MHz o 1’4 metros de longitud de onda, ¡pan comido para el Metox!

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El Bismarck y la indiscreción del almirante Günther Lütjens (I)

La persecución y hundimiento del Bismarck es uno de los acontecimientos dentro de la batalla del Atlántico más difundido, sin que en su momento se prefijara que este marcaría dos estados de la guerra naval futura a corto plazo; por un lado el canto del cisne del encuentro tradicional de grandes unidades navales.

La batalla del Estrecho de Dinamarca supuso para la Kriegsmarine de 1941 el cenit del éxito, como la de Jutlandia del 31 de mayo de 1916 lo fue para la marina alemana de su época. La actuación de los Fairey Swordfish, aviones de diseño anticuado de estructura básicamente metálica y entelados ha pasado, en el recuerdo de la historia, como el elemento esencial para la caza y destrucción del acorazado alemán el 27 de mayo y ¡cómo no! otra señal emergente del portaviones, sustituto de los grandes mastodontes de acero.

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1918: La Ceguera del cabo Hitler (y II)

Como comentábamos en la primera parte de este reportaje, poco antes de que finalizara la primera guerra mundial el valiente cabo Hitler, que había sido condecorado con la Cruz de Hierro de segunda, y luego de primera clase, se quedó ciego a causa de un ataque con gases. Sin embargo, según los médicos que lo trataron y evacuaron hacia el hospital de Passewalk, el daño causado por el gas no era irreversible. Irritación sin duda, tal vez lesiones superficiales, sin duda incómodos lavados y posiblemente un vendaje, pero a fin de cuentas, Hitler recuperaría la vista. Pero no fue así. Según el mismo atestigua, la noticia de la derrota de Alemania, habría empeorado su lesión y se quedó ciego del todo.

Hitler, en el putsch de Munich de 1923. En esta ocasión, la fuerza de voluntad no fue suficiente.
Hitler, en el putsch de Munich de 1923. En esta ocasión, la fuerza de voluntad no fue suficiente.

Por supuesto, estamos hablando de una ceguera psicosomática, como indicó en su momento el neuropsiquiatra doctor Edmund Forster. Hitler no estaba ciego, solo quería estarlo; y en el futuro iba a achacar su ceguera a causas físicas porque ello lo convertía en un auténtico herido de guerra, en una época en que las “heridas” psicológicas no eran, para el común, nada más que una muestra de debilidad y cobardía. ¿Podemos imaginarnos un führer cuya leyenda hubiera estado teñida con semejante mancha?

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Cruz Victoria – Gerard Broadmead Roope

Iniciamos hoy una Serie GEHM nueva con las Cruces Victoria  otorgadas por Gran Bretaña, y comenzaremos por la primera que se concedió en la Segunda Guerra Mundial.

El HMS Glowworm instantes antes de embestir al Admiral Hipper

Gerard Broadmead Roope era un capitán de corbeta que con su destructor el HMS Glowworm mantuvo un épico encuentro con el crucero pesado alemán Admiral Hipper en los prolegómenos de la batalla de Narvik. El propio capitán del crucero alemán, Helmuth Heye, propuso a Roope para la Cruz Victoria a través de los intermediarios de la Cruz Roja. El arrojo y el valor demostrados por el capitán Roope son dignos de ser recordados en los anales del combate naval y por eso hoy lo rememoramos aquí.

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Neutrales ocupados por neutrales, Islandia en la 2.ª GM.

Islandia, situada entre las costas noruegas, o el norte de las islas británicas, y la gran isla helada de Groenlandia, se convirtió en un lugar sumamente importante para las operaciones marítimas durante la segunda guerra mundial. Aquella isla privilegiada podía servir para dos cosas: cerrar el acceso de las fuerzas navales alemanas hacia el Atlántico norte desde sus bases en Alemania primero, y en las costas noruegas después, o servir de base a aquellas mismas fuerzas si la isla pasaba a ser controlada por el eje.

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Tropas finlandesas entrenándose en el tiro, antes de la guerra.

Nada más estallar la guerra, Islandia dio una de cal y una de arena. Por un lado se declaró neutral, limitando la estancia de los buques de guerra beligerantes en sus aguas y prohibiendo la actividad militar aérea sobre su territorio. Esa fue la de cal. Por otro fue incapaz de hacer cumplir estas normas, e incluso redujo el presupuesto de su fuerza de guardacostas, aunque a partir de 1940 sus fuerzas de defensa empezaron a entrenarse. Esa fue la de arena. Cuando, el 9 de abril, Dinamarca fue ocupada por Alemania, el gobierno de la isla abrió una legación en Nueva York, pero también reafirmó su neutralidad y se negó a convertirse en cobeligerante con los aliados a pesar de que sus monarcas, que eran también los de Dinamarca, habían caído en manos de los nazis. La actuación de la legación germana en la isla y la importancia estratégica del pequeño país, que ya hemos comentado, llevaron a los británicos a invadir Islandia el 10 de mayo.

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1918: La Ceguera del cabo Hitler (I)

«Como mensajero, su frialdad y valentía, tanto en las trincheras como en los combates en campo abierto, han sido ejemplares e, invariablemente, se ha presentado voluntario para ejecutar tareas en las condiciones más difíciles y peligrosas. Cada vez que las comunicaciones han sido completamente eliminadas en un momento crítico de la batalla, los mensajes importantes han llegado a su destino, a través de todo tipo de dificultades, gracias a los incasables y devotos esfuerzos de Hitler. Recibió la Cruz de Hierro de segunda clase por su valentía el 1 de diciembre de 1914. Merece enteramente la Cruz de Hierro de primera clase».

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Adolf Hitler, durante la Primera Guerra Mundial

Así rezaba la citación del teniente Hugo Gutmann, judío y superior de Hitler en aquel momento, proponiéndolo para que se le entregara la preciada condecoración. Aquella citación, valentía, todas estas virtudes, servirían al cabo austríaco, una vez convertido en Führer, para amilanar a muchos de sus generales. Sin embargo, las cosas no eran tan evidentes. Creemos saber que, casi finalizando la primera guerra mundial, Hitler sufrió un ataque de gases que lo dejó ciego, sin embargo, hay autores, como Joachim Fest, que consideran que dicha ceguera fue autoinducida, y tuvo mucho que ver con el repentino cambio sufrido por la guerra.

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Tercios de España – La Toma de Kirchberg (1620)

Veamos hoy la forma singular y el ardid del que se valieron las tropas de Ambrosio Spinola al inicio de la Campaña del Palatinado para conquistar Kirchberg, una de las plazas del elector palatino.

(Composición de José Ferre Clauzel)

Nosotros nos hallábamos en Oppenheim, aguardando la llegada de nuestra gente [el socorro que venía de Flandes], habiéndose sujetado mientras tanto a la obediencia del ejército católico por conciertos tratados con el statthalter del Elector de Maguncia, la villa de Waldböckelheim con su castillo, los de Stromberg y Kastellaun, ambos con sus villetas, y las de Bad Sobernheim y Monzingen algo mayores, todas muy a propósito para alojar a la gente más esparcida y cómodamente durante el invierno, dominando por su medio la mayor parte del Hunsrück.

Pero por haber sido en forma más militar y ser la plaza de mayor importancia, supuso mayor reputación el haber ocupado Kirchberg, villa medianamente grande, situada en una eminencia que domina en extremo todos sus contornos, con una muralla de piedra muy fuerte y espesa, aunque sin terrapleno.

Y si bien carecía de traveses, no dejaban de ser a propósito para eso las torres de muy buena piedra de que estaba guarnecida a trechos. Está ceñida por un foso de agua no malo, y las dos únicas puertas que tiene están muy razonablemente guardadas y protegidas, en fin, es villa capaz de defenderse y en extremo a propósito para fortificarse extremadamente sin mucha costa.

Se habían puesto los ojos en ella con deseo de tomarla, pero ocupado el ejército en empresas mayores, como se ha visto, había quedado en suspenso por entonces aquella intención, considerada de menor importancia, hasta que en este tiempo, habiendo conferenciado con el Marqués la traza que para su ejecución parecía más a propósito, se decidió intentarla, enviando al capitán Baron a que le encargase la tarea a monsieur de Misiers, caballero de mucho valor y experiencia militar, que por entonces se encontraba en Bad Kreuznach, que la ejecutó de esta manera.

Salió de esta villa el tres de octubre (de 1620), a cosa de las cinco de la noche, con 150 infantes escogidos, la mayor parte de su compañía, 80 arcabuceros a caballo y una carreta llena de palas, hachas y todas las municiones [pertrechos y bastimentos] de guerra. Habiendo hecho salir a su gente a la deshilada [uno detrás de otro] para evitar sospechas y avisos, se encaminó con celeridad hacia Kirchberg, que está a una distancia de 7 horas de camino, evitando todo lo posible atravesar por lugares poblados, deteniendo a cuantos se topaba por el camino y habiendo preguntando a sus guías solamente cual sería el camino más diestro para dirigirse al río Mosela, por evitar todo lo posible decir el nombre de la villa.

Le sirvieron de mucho las hachas y palas para allanar los obstáculos que el enemigo había hecho en el camino. Llegado finalmente junto a la villa, tomó consigo 15 soldados de su compañía con arcabuces de rueda y cuatro o cinco con armas de asta [picas, alabardas, etc], con los cuales fue a reconocer la puerta y los sitios más adecuados para apostar a la gente.

Hecho lo cual y ordenado que a la señal de un pistoletazo acudiese la infantería y caballería que estaba más lejos, hizo que seis soldados de su compañía se pusieran los ropajes de los villanos que servían de guías, y tomando cada uno una espada corta y una pistola, del tamaño que podían esconderla cómodamente, les ordenó que cuando abriesen la puerta se llegasen a ella con disimulo, y sirviéndose de la lengua alemana, en la que eran muy pláticos, procurasen adueñarse del puente, tirando un pistoletazo, con lo cual al momento serían socorridos desde la posición más cercana, en que estaba dicho capitán.

Llegaron, pues, los primeros algo antes de haberse abierto la puerta y fueron preguntados por los centinelas si habían visto al enemigo, tomándolos por gente suya. Los soldados habiendo respondido que no, se pusieron a coger fruta de un jardinejo que había pegado a la puerta para con aquella excusa no tener que apartarse de ella. Poco después se abrió ésta, y habiendo salido seis mosqueteros a explorar, fueron derechos a dar con la emboscada de Misiers, donde con no poca dicha pudieron sin mucho ruido asirlos y detenerlos a todos, acudiendo los soldados disfrazados sin perder tiempo a la puerta y, apoderándose del puente levadizo, hacer la señal, con la que inmediatamente fueron socorridos desde todas las posiciones emboscadas.

Los que estaban de guardia en la puerta intentaron alguna defensa, tirando unos diez o doce mosquetazos, pero fueron rechazados con muerte de unos pocos sin más daño nuestro que matar a un soldado y herir a dos. Así las cosas, se retiraron a la última puerta y la cerraron; pero, sirviéndose los nuestros de las hachas y martillos que prudentemente se habían traído, fue derribada rápidamente y entraron a la villa. Los enemigos hicieron diligentemente escuadrón en la plaza, donde pensaron rehacerse al abrigo de cuatro piezas de artillería que había en ella; pero tras alguna poca defensa depusieron las armas, procurando salvarse confusamente.

Misiers, capitán borgoñón, con sus hombres no serían muy distintos de esta magnífica pintura del maestro Dalmau

Nuestra gente hizo escuadrón entonces para no malograr semejante victoria (como ha sucedido algunas veces al no hacerlo), diligencia muy necesaria en tales casos, dejando también guarnecida con un buen oficial la puerta por donde se había entrado y enviando a ocupar la otra. Entró tras esto la caballería, que tomó y corrió todas las calles para quitar al enemigo toda esperanza de recuperarse. Llegaba la guarnición al número de doscientos hombres sin contar los burgueses, dando de inmediato cuenta de todo al marqués Spinola, en cuya estima tuvo el lugar merecido en este suceso el valor y buena suerte del dicho Misiers. […]

Y no acaba aquí todo. En una próxima entrada veremos como el capitán Misiers logró conservar la ciudad frente a una fuerza protestante muy superior.

Este texto está extraído de mi libro LOS TERCIOS DE FLANDES EN ALEMANIA: LA GUERRA DEL PALATINADO (1620-23).

FICHA DEL LIBRO:
Colección Historia de los conflictos
14,8×21 cm.
Nº de páginas: 410 págs.
Incluye 27 páginas con mapas y croquis de batallas a todo color
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788494288418
Año edicón: 2014

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Aprovecho el hilo del artículo para adelantaros que en unos días estará disponible mi nuevo libro LOS TERCIOS EN AMÉRICA – LA JORNADA DEL BRASIL. SALVADOR DE BAHÍA 1624-1625

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