En un lugar llamado Küstrin (IX). 27 y 28 de marzo/1945. La caída de la ciudad vieja.

En las entradas anteriores asistimos al último contraataque alemán para reabrir el pasillo que comunicaba la fortaleza de Küstrin con los maltrechos restos de la Alemania nazi. También a la retirada de la pequeña guarnición de Neu Bleyen y a los intensos bombardeos artilleros y aéreos desencadenados sobre la población sitiada, mientras el general Chuikov planeaba cómo ejecutar el asalto definitivo contra la ciudadela.

En esta imagen se puede ver muy bien el punto por el que atacaron los soviéticos, contra la línea de ferrocarril que se ve a la derecha, y de ahí a la puerta de Kietz, que está tras la defensa pentagonal rodeada de agua en el lado derecho de la ciudad, según se ve en la imagen.

Entretanto, el 27 de marzo los soviéticos consiguieron salvar un obstáculo fundamental. Por medio de lanchones y barcazas, los soviéticos consiguieron por fin cruzar los prados inundados de la orilla del río Wartha y posicionarse sobre el tendido de ferrocarril que llevaba a la ciudad desde el sudeste. A continuación, seguirían intensos combates por la puerta de Kietz, en el lado sur de la fortaleza, y la cercana estación de ferrocarril, que iba a cambiar de manos en varias ocasiones.

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Querido duce… Apreciaciones sobre la derrota italiana en Grecia (y II)

En la entrada anterior de esta serie nos habíamos quedado a medias de la carta enviada por Hitler a Mussolini a raíz del fracaso, en apenas quince días, de la aventura griega de este. La carta, cuyo primer párrafo quería ser de ánimo, pasaba a explicar las consecuencias derivadas del fracaso, tanto psicológicas como militares: Bulgaria en contra de unirse a la alianza, Rusia poniendo dificultades en las negociaciones, el temor a que la actitud yugoslava dejara de ser amistosa, y la preocupación por cómo se posicionará Turquía, todo ello sin olvidar el peligro que suponía para los pozos petrolíferos rumanos la presencia de bases de la RAF en suelo griego, a distancia de ataque.

Carro de combate italiano en las montañas griegas.

“Inglaterra está a punto de establecer bases aéreas en diversas localidades griegas –continuaba la misiva–, específicamente, dos cerca de Salónica, y otras dos, sin duda alguna, en Tracia. Desde el punto de vista militar, esta situación supone un peligro.

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Querido duce… Apreciaciones sobre la derrota italiana en Grecia (I)

Cuenta la leyenda que cuando Mussolini desencadenó su ataque contra Grecia, el 28 de octubre de 1940, un exultante duce dijo a Hitler, con quien se hallaba reunido en Florencia ese mismo día: “Mi führer, es demasiado tarde, ya estamos en marcha. Estaremos en Atenas en unos días, o en unas semanas”. El momento exacto en que Hitler se enteró de la invasión sigue sometido a disputa. Autores como Martin Van Creveld indican que los alemanes lo sabían desde diez días antes, según D. Lormier Hitler se habría enterado en la noche del 27 y citado a Mussolini con urgencia al día siguiente, y cuenta la leyenda que el dictador italiano se lo habría espetado al alemán aquella misma mañana, cuando ya era irreversible.

Benito Mussolini, el dictador italiano.

La historia, por lo demás, es bastante conocida. Los ejércitos italianos progresaron, al principio, pero luego la ofensiva se deshinchó y pronto fueron víctimas de los contraataques griegos. La marcha gloriosa tornó en desastre. El 14 de noviembre, Hitler envió al duce una carta, que reproducimos aquí por su interés, en la que se puede apreciar tanto la estrategia general de Alemania en los Balcanes como el enfado de su führer con su aventurero colega.

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Los combates de Dinamarca. 1940, parte I.

La fase de planificación.

Hablar de la operación Weserübung es hablar, casi siempre, de la invasión alemana de Noruega, sin embargo esta ambiciosa y creativa operación se dividió en realidad en dos partes: Nord y Süd, siendo la segunda de ellas la ocupación de Dinamarca, país cuya importancia geoestratégica era doble ya que en un eje norte-sur era el camino hacia Noruega (objetivo de la primera parte de la operación y cuya conquista había sido declarada vital para asegurar la llegada del mineral de hierro proveniente de Suecia), y en el eje este-oeste cerraba los accesos al mar Báltico, que así podía convertirse en un lago germano.

Panzer II y I recorriendo una ciudad danesa.
Panzer II y I recorriendo una ciudad danesa.

En consecuencia, no es de extrañar que la Directiva Weserübung, emitida por Hitler el 1 de abril de 1940, diera casi tanta importancia al pequeño, y por aquel entonces prácticamente indefenso, país nórdico, como a su vecino más septentrional.

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Operación Barbarroja

El 22 de junio de 1941, hace exactamente 75 años, el mundo contuvo el aliento. Henchida de victoria, tras haberse anexionado Austria y media Checoslovaquia, tras haber invadido y destruido Polonia, Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Holanda y Bélgica, y haber desmembrado Francia dejándola sumida en un armisticio lleno de preocupaciones para el futuro, Alemania era la potencia suprema sobre el continente Europeo.

Carros alemanes avanzando por la inmensidad de Rusia
Carros alemanes avanzando por la inmensidad de Rusia

No era así en el aire. No hace mucho hablábamos de la estrategia Mediterránea de Hitler como uno de los modos de derrotar al Reino Unido, que había sido capaz de contener a los cazas y los bombarderos de la Luftwaffe en la llamada batalla de Inglaterra, otro de los medios considerados por el alto mando alemán a finales del verano de 1940 fue la destrucción de la Unión Soviética.

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El nacimiento de la Kriegsmarine (VII): Una cuestión de recursos.

El 1 de noviembre de 1938, Raeder se reunió con Hitler para exponerle tanto el plan de construcciones que quería acometer para la creación de la futura Kriegsmarine como las ideas presentadas por el almirante Heye sobre la futura estrategia naval alemana. Ya hemos hablado anteriormente de estas cosas, pero es interesante recordarlas aquí. El plan de construcciones preveía una flota de 10 acorazados, 15 acorazados de bolsillo, 5 cruceros pesados, 24 ligeros y 36 de menor tamaño, 8 portaaviones y 249 submarinos; y la estrategia de Heye quería una marina de guerra capaz de atacar las comunicaciones británicas, para lo cual necesitaba bases y un largo radio de acción. Que los acorazados no encajaran en esta idea es algo en lo que se pensó, pero nadie quiso proponer que se prescindiera de estos poderosos e impresionantes leviatanes.

El Scharnhorst, en construcción.
La botadura del Scharnhorst

Sin embargo, el problema fundamental no era planificar esta flota, sino ejecutar dicha planificación, y no solo por una cuestión de plazo. Raeder ya había tenido ocasión de quejarse de las constantes demoras de la industria de armamento, pero esta, de modo general, tenía que superar problemas casi insolubles como eran la escasez de materias primas y la delirante distribución de las mismas. El solapamiento de las competencias y la constante preocupación de los altos cargos nazis por “trabajar en la dirección del führer”, tan típicos del régimen, provocaron situaciones tan absurdas como que, a pesar de que se había declarado que la Marina tenía prioridad, y para ello se le habían adjudicado más recursos –humanos e industriales– de los que necesitaba, en realidad estos a veces no llegaban.

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El nacimiento de la Kriegsmarine (V): Inglaterra en el horizonte.

Desde antes incluso de su ascenso al poder, Hitler había imaginado un mundo dividido entre los británicos y los alemanes, en el que mientras los primeros dominarían un extenso imperio colonial, los segundos se alzarían con la hegemonía en Europa continental. Más adelante llegó incluso a plantearse la posibilidad de una alianza entre ambos países para enfrentarse a los Estados Unidos, pues en su imaginario geoestratégico, lo más probable era que la potencia americana acabara tratando de dominar el mundo en detrimento de sus hermanos anglosajones, demasiado débiles para resistirse sin la ayuda de Alemania.

El crucero ligero Leipzig, que había entrado en servicio en 1931, fue uno de los pocos buques de guerra construido durante la era de Weimar.

El Reino Unido, por otro lado, siempre había basado su política Europea en la necesidad de que ninguna potencia destacara sobre las demás, lo que iba radicalmente en contra de las intenciones hegemónicas alemanas, que si por entonces no eran conocidas con claridad, si se sospechaban; y por supuesto, las ilusiones diplomáticas hitlerianas no tenían receptores –o al menos no con peso político– al otro lado del Canal de la Mancha. Poco a poco Hitler empezó a darse cuenta de ello, y el tabú de una guerra naval contra Gran Bretaña empezó a disiparse, hasta el punto que en verano de 1937 los mandos superiores de la Kriegsmarine y de la Luftwaffe empezaron a reunirse para tratar la cuestión. Estas reuniones dieron un nuevo objetivo al programa de desarrollo naval alemán: ya no se trataría de la paridad con Francia, sino de poder luchar contra la Royal Navy.

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