Los ataques con cargas de profundidad de los navíos aliados contra los submarinos alemanes podían llegar a durar días y eran terroríficos. A continuación transcribimos uno de ellos narrado en primera persona por uno de sus protagonistas, Herbert A. Werner, capitán de U-Boot autor de Ataúdes de Acero, recientemente publicado por Ediciones Salamina.
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Siegmann giró el periscopio para comprobar el otro lado. De repente gritó, «¡Abajo! ¡Abajo con el submarino! ¡Jefe, llévalo abajo por Dios, destructor en posición de embestida! ¡Abajo a 200 metros!». Esperé con la certeza que de un momento a otro el destructor impactaría contra la torreta. Mientras el submarino descendía rápidamente, el terrorífico sonido de las máquinas y las hélices del destructor rebotaba en el acero de nuestro casco. Se intensificó tan rápidamente y retumbó de forma tan ensordecedora que nos quedamos petrificados. Solo el submarino se movía, bajando demasiado lento como para escapar del golpe.