Los tercios en combate. Acciones y batallas de la mejor infantería del mundo. Hugo A. Cañete

Nuestro compañero Hugo A. Cañete acaba de publicar su último libro con Ediciones Salamina. En él hace un estudio detallado de distintos teatros y escenarios protagonistas de las operciones militares de los ejércitos de la Monarquía Hispánica. A continuación, reproducimos el prólogo del libro.

Los tercios en combate. Hugo A. Cañete

Decía Pierre de Bourdeille, abad de Brantome y soldado viejo francés de la época, que «los españoles se han atribuido siempre la gloria de ser los mejores entre todas las naciones. Y, por cierto, no les falta base para tal opinión y confianza, porque a sus palabras les han acompañado los hechos».

Este libro que tiene entre las manos, estimado lector, va precisamente de eso, de los hechos. En él trato de abordar en profundidad algunos ejemplos de distintas situaciones operacionales que tuvieron que afrontar los ejércitos de la Monarquía Hispánica en una diversidad de frentes por tierra y por mar que van desde Europa noroccidental a la península de Peloponeso.

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Viento divino – El fenómeno kamikaze japonés (XIV). Ataques a alta y baja cota

Según el modelo de avión, los pilotos kamikaze tenían varios métodos de ataque recogidos en manuales de ataque entregados por las fuerzas aéreas del Ejército y de la Marina.

Huella dejada en un buque por el ataque horizontal a baja cota de un Zero

A primera vista, el método de ataque en altura recomendado a los pilotos kamikaze parecía ser el modo más simple y potencialmente destructivo. Consistía en una  aproximación al blanco a unos 6.000 metros de altura y picar en un ángulo suave desde el punto de avistamiento, que podía estar hasta unos 16 kilómetros de distancia, hasta situarse en la vertical del blanco, punto en el que se efectuaba un picado casi vertical desde una altura de entre 1.500 y 1.800 metros.

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Tercios de España – Tácticas de caballería (I): La Caracola

Las tácticas de caballería en el siglo de oro oscilaron básicamente en dos modalidades bien diferenciadas, a saber, la Caracola, que buscaba optimizar la potencia de fuego, y la Carga, que maximizaba el impacto moral.

La Caracola fue más del gusto de las tropas católicas, y la carga, con la aparición en escena de Gustavo Adolfo, de las tropas protestantes. En ambos casos, las agrupaciones de caballería fueron integrándose en Regimientos, formaciones compactas formadas por unas 10 compañías de media formadas por unos 100 hombres cada una. España continuó con el sistema de compañías independientes que se agrupaban para combatir, lo que hizo que las críticas formaciones en las alas fuesen menos compactas y estuviesen menos cohesionadas, y que a la postre tendría su importancia en batallas tardías como Rocroy.

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Sherman, el carro de combate estadounidense de la Segunda Guerra Mundial (y XII)

Terminamos hoy nuestra serie de entradas (larga ya) sobre el empleo táctico básico del carro de combate Sherman con uno de los elementos fundamentales de la formación de sus tripulantes. Aunque siempre con el deseo de no tener que ejecutar jamás la maniobra, los carristas tenían que saber qué hacer si, llegado el momento, tenían que evacuar el carro de combate, porque no cabe duda que mientras ellos maniobraban y ejecutaban muchas de las acciones que hemos ido desgranando, el enemigo hacía otro tanto y, a veces, con más éxito.

Para empezar, el reglamento indicaba que solo el jefe de carro podía tomar la decisión de abandonar el vehículo, siempre en función de la situación táctica. Para este tipo de situaciones, las ordenanzas indicaban que: “si un carro de combate es alcanzado o dañado hasta el punto de no poder continuar hasta el objetivo, el jefe de carro emitirá la señal ‘ignorad mis movimientos’ y si es posible el carro se pondrá a cubierto’”. El objetivo de esta señal radiada era evitar que los demás carros de la sección siguieran al que abandonaba el combate, o ajustaran su formación en torno al mismo, en vez de seguir hacia el objetivo.

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Sherman, el carro de combate estadounidense de la Segunda Guerra Mundial (VIII)

Habíamos dejado al teniente Leslie Wenzel, del 135.º Regimiento de Infantería estadounidense, a punto de iniciar el asalto conjunto de carros e infantería que iban a llevar a cabo su sección y una de carros de combate Sherman, durante las complejas y angustiosas batallas que tuvieron lugar en la cabeza de playa de Anzio, en 1943.  Seguimos ahora con su testimonio, que nos muestra como veían los infantes este tipo de operaciones.

“A las 5.50 horas, los carros cruzaron la línea de alambradas, que habían sido cortadas por las secciones de ingenieros en un camino que había sido preparado y que llegaba a unos 180 m de la casa ‘y’. En el momento en que la tuvieron a la vista dispararon con sus 75 mm y sus ametralladoras. Harán fuego de modo constante durante toda la operación. Al asomar la cabeza [no olvidemos que nuestro protagonista va subido a la parte posterior de un Sherman], justo lo suficiente como para echar un vistazo a mi alrededor, pude ver perfectamente el semicírculo de humo depositado por nuestra artillería y nuestros morteros.

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Sherman, el carro de combate estadounidense de la Segunda Guerra Mundial (VII)

Las diferentes formaciones que podía adoptar una sección de Sherman, tal y como las explicamos en la entrada anterior, tanto en los desplazamientos como en el ataque, podían verse influidas por la introducción de un elementos “foráneo” (por llamarlo de alguna manera), en la maniobra, la infantería.

Antes de entrar en materia, es importante indicar que, mientras que en otros países hubo importantes discusiones doctrinales con respecto al empleo más efectivo de los carros, en el caso de los Estados Unidos no fue así. La masiva capacidad de producción de la economía norteamericana permitió producir cantidades suficientes de vehículos como para cubrir tanto las doctrinas más difundidas, en las que el carro de combate era un arma de penetración y ruptura, como las más anticuadas, en las que el tanque debía actuar como arma de apoyo a la infantería; y no solo eso, sino que además consiguieron que todas las misiones pudieran ser efectuadas por un solo modelo, el polivalente Sherman.

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Atención, Panzer al ataque. (I)

 

Heinz Guderian fue, sin duda, uno de los “generales Panzer” más famosos de la segunda guerra mundial, y sus obras nos han legado una importante descripción tanto del desarrollo de estas armas como del modo alemán de emplearlas al principio de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a pesar de la fama alcanzada, cada vez son más los historiadores que le quitan parte del relieve que tiene para otorgárselo a otro: Ernst Volckheim, quien bien pudo ser el auténtico descubridor de muchas de las teorías que luego iban a ser popularizadas por el primero. ¿Por qué, entonces, se hizo Guderian tan famoso? Podemos apuntar varios motivos. Guderian siempre fue superior en rango, tuvo ocasión de ganar fama al frente de operaciones de carros y, muy probablemente también, sus obras, como Achtung Panzer! o sus memorias de guerra, se hicieron mucho más famosas.

Heinz Guderian

Y hay buenos motivos para ello, aquí ofrecemos algunos extractos de la primera de estas obras, en el que describe cómo ha de ser un ataque de carros de combate:

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