Las tácticas de caballería en el siglo de oro oscilaron básicamente en dos modalidades bien diferenciadas, a saber, la Caracola, que buscaba optimizar la potencia de fuego, y la Carga, que maximizaba el impacto moral.
La Caracola fue más del gusto de las tropas católicas, y la carga, con la aparición en escena de Gustavo Adolfo, de las tropas protestantes. En ambos casos, las agrupaciones de caballería fueron integrándose en Regimientos, formaciones compactas formadas por unas 10 compañías de media formadas por unos 100 hombres cada una. España continuó con el sistema de compañías independientes que se agrupaban para combatir, lo que hizo que las críticas formaciones en las alas fuesen menos compactas y estuviesen menos cohesionadas, y que a la postre tendría su importancia en batallas tardías como Rocroy.