Sherman, el carro de combate estadounidense de la Segunda Guerra Mundial (VIII)

Habíamos dejado al teniente Leslie Wenzel, del 135.º Regimiento de Infantería estadounidense, a punto de iniciar el asalto conjunto de carros e infantería que iban a llevar a cabo su sección y una de carros de combate Sherman, durante las complejas y angustiosas batallas que tuvieron lugar en la cabeza de playa de Anzio, en 1943.  Seguimos ahora con su testimonio, que nos muestra como veían los infantes este tipo de operaciones.

“A las 5.50 horas, los carros cruzaron la línea de alambradas, que habían sido cortadas por las secciones de ingenieros en un camino que había sido preparado y que llegaba a unos 180 m de la casa ‘y’. En el momento en que la tuvieron a la vista dispararon con sus 75 mm y sus ametralladoras. Harán fuego de modo constante durante toda la operación. Al asomar la cabeza [no olvidemos que nuestro protagonista va subido a la parte posterior de un Sherman], justo lo suficiente como para echar un vistazo a mi alrededor, pude ver perfectamente el semicírculo de humo depositado por nuestra artillería y nuestros morteros.

El primer carro de combate pasa por encima de un campo de minas antipersonal, haciendo estallar unas cuantas, y abre una brecha a través del alambre de espino, con el que sabíamos que nos íbamos a encontrar al llegar ante la casa. A unos 40 metros del objetivo, el carro de cabeza detona una mina anticarro, que le vuela la cadena y destruye su transmisión, pero nadie ha sido herido. Al planificar la operación habíamos previsto una eventualidad como esta, y se había planificado una alternativa.

La tripulación del carro siguió disparando con el 75 mm y las .30, mientras que nosotros saltamos del vehículo y empezamos a buscar al enemigo. El segundo y el tercer carro llegaron tal y como habíamos previsto, aunque el segundo con retraso al haber quedado atascado en el cráter de un obús y perder a uno de los hombres que transportaba, que se cayó y tuvo que ser recuperado. Cuando estuvimos a menos de 80 m de la casa, el enemigo empezó a hacer fuego concentrado de mortero sobre nosotros. El carro de combate mató a un enemigo que estaba intentando huir y uno de nuestros soldados mató a otro con una granada de mano; hicimos seis prisioneros que parecían estar completamente desmoralizados, indudablemente a causa del ruido y la potencia de fuego de los carros de combate.

Cuando estuvimos seguros de que habíamos despejado la zona de enemigos, señalamos a la patrulla que ya podía replegarse con los prisioneros. Cuando hubieron alcanzado el foso, a unos 270 m, el pelotón que servía como base de fuego [recuérdese, dos carros de combate de los cinco con que contaba la sección] dio la señal para que los carros se replegaran. La tripulación del que había sido destruido por una mina se metió en otro carro, el teniente Lingle, jefe de la sección acorazada, saboteó el vehículo con granadas de Termita y se replegó.

Cuando la patrulla volvió a ponerse a cubierto del foso, la escuadra de apoyo también se retiró. Esta había estado en contacto con el batallón durante toda la operación, informando de lo que sucedía en tiempo real. La acción, desde el momento en que solicitamos que los carros de combate se pusieran en marcha ante nuestra posición, hasta que disparamos la bengala roja que señalaba que había llegado el momento de retirarse para los blindados, duró tan solo once minutos. Estamos convencidos de que la rapidez en la ejecución fue uno de los factores principales en el éxito del ataque”.

Las tácticas iban a mejorar mucho con el paso del tiempo, se implementarían mejores métodos de comunicación entre el jefe de carro y los infantes que lo acompañaban, como por ejemplo un teléfono en la parte posterior del carro, pero en esta narración podemos ver los elementos fundamentales: dos carros haciendo base de fuego desde retaguardia y tres avanzando, saturación de las posiciones enemigas con el fuego constante de todas sus armas y retirada una vez alcanzado el objetivo, mediante una acción rápida y violenta, antes de que el enemigo pueda concentrar armas contracarro en el sector. Todo ello bajo la amenaza constante de las minas.

 

 

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