HMS Aurora. El último corsario. Los raids del fantasma de plata en la SGM. Josep Baqués

Ediciones Salamina acaba de publicar «HMS Aurora. El último corsario» del profesor Josep Baqués. Tras una profusa investigación en sus historiales de combate, Josep Baqués ha rescatado la fascinante historia de uno de los navíos más condecorados de la Segunda Guerra Mundial.

Entre septiembre de 1939 y julio de 1945 el HMS Aurora recorrió algo más de 200.000 millas. Desde las islas Feroe hasta las Spitzbergen y el Cabo Norte, en Noruega, dentro del círculo polar ártico; desde las costas de Terranova, en Canadá, hasta Sierra Leona, Guinea Ecuatorial y el Congo, incluso por debajo del ecuador; desde Gibraltar hasta Atenas y la ribera oeste de Turquía, llegando a adentrarse en el Mar Rojo. Sus mayores logros los obtuvo estando basado en Scapa Flow, en las islas Orcadas, así como en La Valetta, en la isla de Malta. Esas fueron, de hecho, dos de las más importantes bases navales británicas durante la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de sus estrepadas por esos mares de Dios participó, directa o indirectamente, en el hundimiento o la captura de medio centenar de buques enemigos. De hecho, en este texto hemos considerado un total de 60. Sus dimensiones no eran menos variopintas: desde el escaso tonelaje de los modernos lanchones de desembarco germanos destruidos en el Mar Tirreno hasta las casi 20.000 toneladas a plena carga (la mitad, si lo medimos como registro bruto) de algún petrolero italiano echado a pique cerca de los puertos norteafricanos de destino.

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El hundimiento del U-191 (I)

Al fin, el Hesperus estaba listo para hacerse a la mar en abril de 1943. Equipado con su nuevo dispositivo antisubmarino Erizo y el radar más moderno, zarpó el día 14 en labores de escolta del Convoy ONS 4.

HMS Hesperus

Buena parte de la dotación había sido destinada a otras unidades y había recibido a cambio reemplazos bisoños, lo que, añadido al nuevo equipamiento, exigiría un tiempo de adaptación al barco para recuperar su antigua eficiencia. Ya había pasado dos días durante su estancia en puerto realizando ejercicios con el HMS Philante, pero no había sido suficiente para que la dotación adquiriese un dominio pleno de los equipos.

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Ataúdes de Acero – Memorias de un Capitán de U-Boot

Ediciones Salamina acaba de publicar una nueva edición y traducción del clásico de Herbert A. Werner sobre la guerra submarina en el Atlántico y el Mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial. Os dejamos en primicia la Introducción que hace el propio Werner a su libro.

Este libro, que relata mis experiencias personales en la Fuerza de Submarinos alemana durante la Segunda Guerra Mundial, cumple con un antiguo compromiso. Desde el final de esa devastadora guerra, el papel de la Fuerza de Submarinos ha sido distorsionado y subestimado en algunas ocasiones, incluso por historiadores militares que deberían de haberlo conocido mejor. Como yo fui uno de los pocos comandantes de submarino que luchó durante la mayor parte de la guerra y que logró sobrevivir, sentí que era mi deber para con mis camaradas caídos poner las cosas en su debido lugar. Yendo al grano, el deber era la primera y la última palabra en el léxico de los hombres de los U-Boote y, pese a las afirmaciones en sentido contrario, cumplimos con nuestro deber con una gallardía y corrección no superadas por ninguna otra arma en servicio en los bandos en liza. Éramos soldados y patriotas, ni más ni menos, y en la consagración a nuestra causa perdida morimos alcanzando cifras aterradoras. Pero la gran tragedia de la Fuerza de Submarinos no fue solo que pereciesen tantos buenos hombres, sino que nuestras vidas fueron despilfarradas a causa de un material inadecuado y unas políticas inadmisibles del Cuartel General del Arma Submarina.

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Portaaviones de escolta, la solución de emergencia.

El 25 de junio de 1940, un zumbido estruendoso se extendió por el aire sobre el aeródromo de Burdeos-Merignac. En días anteriores, podría haberse tratado de un ataque aéreo, pero en aquella ocasión los grandes cuadrimotores no habían venido para destruir, sino para quedarse y convertirse en un problema. Desde el punto de vista de la Royal Navy, tener una escuadrilla de aquellos Focke Wulf 200 Condor, con un alcance de más de 3500 km, tan cerca de las vías de comunicación marítimas que comunican las islas con buena parte del imperio, suponía un problema de suma gravedad.

File:Bundesarchiv Bild 146-1978-043-02, Focke-Wulf Fw 200 C Condor.jpg
FW 200 Condor

Pronto llegaría también la amenaza de los U-boote, pero fue en aquel preciso momento cuando los pensadores y estrategas del Reino Unido empezaron a plantearse la necesidad de construir y desplegar portaaviones de escolta, buques pequeños y de fabricación estandarizada que no necesitaban cargar gran cantidad de aparatos, solo los suficientes para detectar y ahuyentar, o mejor hundir, un submarino, o para entorpecer el ataque de los Condor, o mejor, derribarlos.

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