Italia rompe el Eje (IV): El último Gran Consejo, votación.

Aquel 24 de julio por la noche, Mussolini parecía a punto de triunfar sobre sus colegas del Gran Consejo Fascista, a los que llevaba dominando desde hacía más de dos décadas. Dino Grandi, su oponente principal en aquella reunión, había sido incapaz de que su moción, lo suficientemente ambigua como para parecer a la vez una propuesta de finiquitar el régimen fascista o tan solo de deponer al Duce, no parecía capaz de convencer a sus compañeros. Entonces hubo un receso, que aprovechó para hablar de uno en uno con los miembros más interesantes (para él) de la reunión, para decirles individualmente lo que no quería afirmar en público.

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Tiempos de triunfo. Benito Mussolini, rodeado de Camisas Negras, durante la marcha sobre Roma en 1922.

Cuando se reinició el encuentro, abrió fuego Enzo Galbiati, comandante en jefe de los Camisas Negras, quien negó que hubiera una ruptura entre el fascismo y la nación –el argumento principal de Grandi– para indicar que lo único que sí había eran síntomas de derrotismo y traición entre los propios fascistas. “¿Qué dirían los batallones de Camisas Negras que acampan a las puertas de Roma si supieran lo que está pasando aquí esta noche?”. Entonces, Mussolini subió las apuestas y alegó que lo que Grandi estaba poniendo en jaque con su propuesta era al propio régimen fascista, en el que estaban todos implicados. Luego añadió que, además, el rey seguía apoyándolo, tras lo cual se encaró al resto de los presentes y les preguntó por la postura que iban a adoptar, avisándoles de que tuvieran cuidado con lo que contestaban. “¡Fate attenzione, signori!” (“tengan cuidado, señores”).

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Italia rompe el Eje (III): El último Gran Consejo, Mussolini.

El 21 de julio de 1943, el Duce decidió reunir al Gran Consejo Fascista, formado por los personajes más relevantes del régimen. Los cuadrumviros, Emilio de Bono, Cesare María De Vecchi, Italo Balbo y Michele Bianchi, protagonistas de la marcha sobre Roma, tenían un puesto vitalicio, aunque los dos últimos ya habían fallecido para entonces. También formaban parte del Gran Consejo el presidente del Senado, Giacomo Sardo; el de la Cámara del Fascismo y de las Corporaciones, Dino Grandi; el secretario y dos secretarios representantes del Partido Fascista; los ministros-secretarios de Estado de Asuntos Exteriores, Interior, Justicia, Finanzas, Educación Nacional, Agricultura y silvicultura y Prensa y Propaganda; y, finalmente, el comandante en jefe de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional (los Camisas Negras), el presidente de la Academia de Italia, el de la Corte Especial para la Defensa del Estado y los de las confederaciones nacionales del fascismo y de las confederaciones nacionales de diversos sindicatos fascistas .

El Gran Consejo Fascista, en la noche del 24 de julio.

En teoría, este era el órgano supremo de la dictadura instaurada por Mussolini, y con sus capacidades teóricas, podría haber sido una asamblea casi constitucional encargada de moderar al dictador, pero en realidad no era así, pues él era quien convocaba las reuniones, él lo presidía, él dictaba el orden del día y él había nombrado a todos los que lo componían. Así, como mucho estaba al servicio del Duce y, si no, era irrelevante.

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Italia rompe el Eje (II): Conspiración en Roma

Tras la bochornosa reunión de Feltre en la que, apabullado por Hitler, Mussolini había sido incapaz de decir absolutamente nada, llegó la hora de los generales. Durante el viaje de regreso Keitel y Ambrosio tuvieron una conversación que escenifica perfectamente el desentendimiento entre ambos aliados: Keitel preguntó a su interlocutor cómo iban las cosas en Sicilia, y Ambrosio cómo iban en la Unión Soviética. El italiano afirmó entonces sinceramente que la guerra estaba perdida, pero su homólogo alemán fue incapaz de procesar el comentario y se limitó a trasladarle las exigencias de Hitler: dos divisiones italianas más para enviar a Sicilia, la promesa de continuar la guerra y garantías con respecto a la línea de suministros a la isla.

Restos de un tren blindado de la Marina italiana, destruido cerca de Licata por el USS Bristol

Una vez en Roma, Mussolini tuvo que enfrentarse a sus generales, que le reprocharon no haber sido capaz de emitir palabra alguna ante el Führer, pero esta era la menor de sus preocupaciones. En aquel momento había tres facciones buscando su caída: los antifascistas, los militares y los fascistas disidentes. Los primeros, mayoritariamente en la clandestinidad, buscaban la eliminación del régimen y la vuelta a un gobierno parlamentario, sin embargo, carecían de fuerza suficiente como para actuar. Los segundos eran mucho más poderosos y ya llevaban tiempo actuando. Dirigidos por el general Castellano, querían que el rey volviera a ponerse a la cabeza del Ejército y acabara con el régimen mussoliniano. Sin embargo, el monarca era consciente de que lo que le proponían las fuerzas armadas era una dictadura militar dirigida o bien por el mariscal Badoglio o bien por el también mariscal Caviglia, en ninguno de los cuales confiaba. Por ello, estos cambiaron de plan. El 15 de julio Badoglio se reunió en audiencia con el rey y le propuso formar un Gobierno dirigido por él mismo, en el que se incluirían algunos políticos civiles. Solución que el rey también rechazó.

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Italia rompe el Eje (I): El último fracaso de Mussolini

El 11 de junio de 1943, tras un intensísimo bombardeo que había durado días, las tropas aliadas desembarcaron en la isla de Pantelaria, defendida por una guarnición de 12 000 soldados italianos que, totalmente superados por los acontecimientos, habían recibido permiso de Roma para rendirse aquella misma mañana. Menos de un mes después, en la noche del 9 al 10 de julio, el espectáculo comenzó de nuevo, pero a mucha mayor escala. Si el objetivo de la Operación Corkscrew había sido una isla diminuta en el Mediterráneo central, el de la Operación Husky era la propia Sicilia. En apenas veinticuatro horas los aliados habían conseguido varias cabezas de playa viables en la isla, a pesar de la fuerte resistencia alemana, pero gracias a la pobre actuación de los combatientes italianos.

Benito Mussolini en una de sus poses heroicas. Para 1943, las cosas habían cambiado mucho.

 “La gravedad de la situación se ha agudizado –rezaba el informe del Oberbefehlshaber Süd (“Mando Supremo del Sur”) del 12 de julio– […]. Las fuerzas italianas en la zona atacada se han perdido por completo”. Las bajas italianas, empero, no se contaban en muertos y heridos, sino en prisioneros y desertores. Hartos de una guerra que nunca habían querido ni apoyado, tras ser masacrados en Rusia, sufrir en el desierto africano y combatir con mandos poco eficaces y excesivamente elitistas y con un armamento y unas tácticas en muchos aspectos desfasados, los combatientes del Regio Essercito decidieron, sin concierto previo alguno, que estaban hartos de guerra. En pocas horas, miles de ellos o bien se habían entregado a los aliados anglosajones o, simplemente, tras conseguir ropas de civil, se habían marchado a sus casas.  

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Uso de vehículos de combate en la historia (XIX) – Italia

Una vez cerrado el frente de Francia. Las tropas inglesas evacuadas y los junker y messersmith batiéndose el cobre con los spitfire en el Canal de la Mancha, el aliado de Hitler, Italia, entra en la guerra.

T-26/40

Durante los años previos a la contienda Italia tuvo varios periplos con sus blindados: el intento de conquista de Abisinia y la participación del Cuerpo de Tropas Voluntarias Italianas en la Guerra Civil Española (170 tanquetas y 270 blindados ligeros). A la hora de hablar de los blindados italianos desde los años treinta hasta la entrada en la Segunda Guerra Mundial es importante mencionar a la FIAT-Ansaldo. Ésta factoría, fundada por il Duce, producirá el primer modelo en 1929, conocido como CV 29 (Carro Veloce). De esta pequeña tanqueta se fabricaron una veintena pero se sentarán las bases de este arma en el país de la bota.

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Operación Colossus – Primera operación aerotransportada aliada de la Segunda Guerra Mundial

El siguiente relato está extraído del libro Sky Men – Historia de las Tropas Aerotransportadas de Robert Kershaw (Ediciones Salamina): Ocho aviones despegaron entre las 17:40 y las 18:17; seis cargados con incursores, explosivos y contenedores de armas, y dos con bombas para un ataque de diversión en Foggia.

«Llegamos sobre el objetivo sin incidentes», recordó Arthur Lawley, «y comenzamos a saltar a eso de las 9:30 pm». Seis hombres y algunos contenedores descendieron en varios intervalos desde los seis aparatos. «A través del agujero situado a mis pies algunas casas y luego un río destellaron a la luz de la luna», observó Anthony Deane-Drummond. «¡Luz verde! Una repentina sacudida a la realidad». Saltó el número 5, un turno después de los contenedores lanzados en medio del grupo.

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Paracaidistas en El Alamein (VI)

Tras haber superado un primer campo de minas y acabado con las compañías de paracaidistas italianos que defendían la posición avanzada, las tropas británicas del general Harding, que estaban atacando las posiciones del eje en el extremo sur de la línea de El Alamein, se enfrentaban ahora a un segundo campo minado: “febrero”, y a los defensores de la posición principal. Para superar ambos iniciaron primero un ataque en dirección sur, contra elementos  de la 16.ª Compañía que se hallaban posicionados por delante del campo de minas, que consiguieron rechazarlos. Victoria pues para los italianos, que más al norte, y como hemos narrado en las precedentes entradas de esta serie, habían resistido bien durante la noche, aunque al final habían sido derrotados. Sin embargo, se trataba de un éxito intrascendente, pues la partida más importante iba a jugarse más al oeste.

A las 5.30 horas de la mañana del 24 de octubre, el general Harding envió una fuerza de unos 70 carros de combate, entre los que se incluían modelos Crusader y Grant, contra la posición principal italiana. Estos blindados eran prácticamente invulnerables frente a los cañones de 47/32 utilizados por los defensores en sus posiciones avanzadas, pero cuando iniciaron el avance entraron a distancia de fuego de un enemigo mucho más peligroso: obuses de 100/17 y cañones de 75/27.

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