La invasión de Irán en 1941, las fuerzas desplegadas en el frente norte y el Ejército iraní.

Descritas las fuerzas británicas que iban a atacar Irán por el sur, vamos a cambiar brevemente el orden previsto de la exposición. En vez de explicar la invasión en este sector dedicaremos la entrada de hoy a describir las fuerzas británicas que atacaron en el sector norte y, como nos pedía Dani, como era el Ejército iraní.

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Fuerzas británicas en Irán.

La fuerza británica del norte estuvo bajo el mando supremo del general Slim, quien luego se distinguiría en Birmania, otro de los muchos frentes olvidados de la Segunda Guerra Mundial. Para su ofensiva, el británico dispuso de la 21.ª Brigada de infantería y la 2.ª Brigada Acorazada India, ambas pertenecientes a la 10.ª División india, cuya 25.ª Brigada, como ya hemos visto, formó parte de la fuerza sur. Además, Slim tuvo bajo su mando un regimiento de artillería, la 9.ª Brigada Acorazada británica (anteriormente conocida como la Household Cavalry Brigade) y los elementos que habían formado la Habforce durante la campaña de Siria (más concretamente, la 4.ª Brigada de Caballería, el 1.ªer Batallón del Essex Regiment, el regimiento mecanizado de la Legión Árabe, la 237.ª Batería del 60.ª Regimiento de Artillería de Campaña, una batería australiana de cañones contracarro de dos libras y la 169.ª Batería Antiaérea Ligera.

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La invasión de Irán en 1941, las fuerzas desplegadas en el frente sur.

Mientras el Ejército rojo entraba en Irán desde Transcaucasia, las tropas británicas lo hicieron desde Irak. Para efectuar esta operación, las tropas de la Commonwealth se concentraron en dos sectores bien definidos: Janaquin, en el norte, y Basora en el sur. Para la invasión, los atacantes organizaron un complejo y sincronizado dispositivo que incluyó unidades aéreas, navales y terrestres. Estas últimas sumaban un total de 20 000 hombres aproximadamente, fundamentalmente tropas británicas e indias, mientras que las fuerzas aéreas desplegadas pertenecían todas a la RAF, y las navales a la RAN (Royal Australian Navy), la RIN (Royal Indian Navy) y la Royal Navy propiamente dicha.

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El HMAS Kanimbla

En lo que a los objetivos de la invasión se refiere, es interesante reiterar los que se emitieron oficialmente: junto con los soviéticos, asegurar las vías de comunicación; pero los objetivos propios del Reino Unido eran dos más: detener a los agentes alemanes y asegurar las reservas petrolíferas de la región, cuya importancia era tan vital que podría decirse que, sin ellas, Inglaterra se hubiera visto obligada a capitular. Para ello, el ejército recibió la orden específica de asegurar el distrito de Naft-i-sah, en el noroeste; y la región de Juzestán (también conocida como arabistán), en el sur, junto con la refinería de Abadán.

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La Guerra de Irán: la invasión soviética.

Hay una interesante serie de fotos, tomadas a finales de abril de 1945, en la que se ven soldados estadounidenses y soviéticos dándose la mano y festejando a orillas del río Elba, en el centro de Alemania que, a menudo, han sido consideradas el primer encuentro de combatientes de ambos bandos. No fue así. Dejando de lado, si se quiere, las múltiples operaciones logísticas, el primer encuentro entre combatientes lo protagonizaron tropas soviéticas y británicas en Irán.

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En entradas anteriores nos hemos referido a la importancia geoestratégica de Irán y a las dudas morales que suscitó la invasión, considerada, por otro lado, necesaria, de un país neutral. Vamos a entrar en materia, de norte a sur.
A pesar de las derrotas que se estaban sufriendo en la frontera occidental de la Unión Soviética, hay que decir que el alto mando del Ejército Rojo tuvo la virtud de no perder jamás la perspectiva estratégica y, desde el primer momento, empezó a concentrar tropas en el Distrito Militar de Transcaucasia, comandado por el general Dimitri Timoféyevich Koslov, una amplísima región que, orientada hacia el sur, cubría ambas orillas del mar Caspio. Lo cual, por otro lado, nos da una pista interesante de que su misión no podía ser meramente defensiva contra el invasor proveniente de Europa.

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La neutralidad de Irán y la amenaza alemana. Verano de 1941.

El 22 de junio de 1941, Alemania desencadenó la Operación Barbarroja, y la Wehrmacht empezó a internarse en la Unión Soviética a una velocidad preocupante. Aunque ahora sabemos que la resistencia del Ejército Rojo fue mucho más correosa de lo que han sostenido las primeras generaciones de historiadores, y hemos podido evaluar hasta qué punto los constantes contraataques sirvieron para desgastar las puntas de lanza Panzer, lo cierto es que la impresión que se tenía entonces de la situación parecía, y era, sumamente preocupante.

Dos acontecimientos se complementaron para que los acontecimientos que se desarrollaban en Rusia enviaran ondas de choque hasta Teherán. Desde un punto de vista puramente militar, la victoria alemana en Smolensko y la aparente, ya la hemos comentado, falta de capacidad del Ejército Rojo para contener a los invasores, avivaron el temor británico a un ataque desde el norte, a través del Cáucaso, hacia las vitales reservas petrolíferas de Irak e Irán. Por otro, más logístico, el envío de suministros y material de guerra a los soviéticos, que se iba a plasmar por medio de los Protocolos de Moscú y la extensión de la Ley de Préstamo y Arriendo, suponía la necesidad de abrir rutas por las que pudieran transitar. Una sería el ártico, hacia Arcángel y Múrmansk, otra la del lejano Oriente, por Vladivostok y el transiberiano, pero la más importante tenía que llegar por el golfo pérsico y los puertos iraquíes e iraníes, a través de la propia Persia.

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Cerdos contra elefantes, una enemistad histórica

Parece que el primer encuentro entre tropas “occidentales”, salvemos las distancias, y los elefantes de guerra, tuvo lugar en el año 326 a.C. En aquel momento, tras haber recorrido todo el oriente conocido y buena parte del desconocido y tras haber derrotado contundentemente el otrora poderosísimo Imperio persa, Alejandro Magno, rey de Macedonia, se hallaba a las puertas de la India. En aquel momento, su oponente era un gobernante poderoso, el rey Poros, con quien trabó batalla junto al río Hidaspes.

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Es tentador pensar en la sorpresa que pudieron sufrir los soldados y los oficiales macedonios cuando vieron aparecer, ante ellos, los doscientos elefantes de guerra que desplegaba este rey indio, sin embargo, es poco probable que este arma los pillara desprevenidos, ya que no era en absoluto un secreto, y sin duda Alejandro había hecho todo lo posible para averiguar cómo era el enemigo al que iba a enfrentarse. Según las fuentes, el Ejército macedonio utilizó dos tácticas concretas para enfrentarse a los mastodontes enemigos.

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La guerra del petróleo, un escenario perdido de la Segunda Guerra Mundial.

Esta es una historia de geoestrategia, que debería dar pie a narrar algunas historias más de la Segunda Guerra Mundial. La campaña de Libia, comenzada en el verano de 1940 con la entrada en guerra de Italia, había dado al Reino Unido las alegrías que necesitaba tras el contundente revés en Francia. La ofensiva iniciada en diciembre de 1940 acabó con la derrota cuasi completa de los ejércitos italianos en el norte de África, y con Trípoli haciendo las veces de la manzana madura del huerto, lista para ser recogida, hasta que se inmiscuyeron la aventura griega y la llegada de tropas alemanas al escenario libioegipcio.

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Buque británico de la clase Dido en el canal de Suez

A partir de aquel momento se inició una confusa aventura en la que tanto británicos como germanos dieron una importancia capital al canal de Suez, pero este no era más que una excusa, un punto de paso –norte sur para los suministros británicos que llegaban a Alejandría y otros puertos de Egipto; este oeste para los alemanes, que pretendían llegar a los territorios del Levante– hacia objetivos mucho más relevantes.

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La Chispa que prendió la Guerra de Secesión (1861-1865). ¡Guerra! Segundo acto de una opereta cómica que ha virado a tragedia.

Acto segundo. Puerto de nueva York, 6 de abril por la mañana. Se abre el telón.

David Dixon Porter, con las órdenes de Lincoln en la mano y sin noticia alguna de lo sucedido la noche anterior, se personó ante Andrew Foote para hacerse con el mando del Powhatan y, según el mismo escribiría, pasó las tres horas siguientes convenciendo a su colega de que su intención no era desertar al sur con el barco. Tras examinar el documento con cuidado, y sin haber recibido respuesta al críptico telegrama que había enviado a Gideon Welles la tarde anterior, Foote no podía dejar de dudar. “Sabe –dijo a su compañero– hay tantos camaradas en los que habría confiado hasta la muerte que han desertado, que no sé a quién creer. ¿Cómo sé que no es usted un traidor?” En consecuencia y para evitar riesgos, decidió que Porter compartiría sus oficinas en el puerto mientras acababan de preparar el barco.

Andrew Foote

Poco después llegaron las primeras órdenes firmadas por Lincoln, las que tenía Gideon Welles y que ponían el Powhatan bajo el mando del capitán Mercer con destino a fuerte Sumter. Enfrentado a este cambio en su situación, Porter reaccionó como lo había hecho su colega. Esas órdenes debían de ser falsas. A fin de cuentas, él había recibido las suyas directamente del presidente. ¿Quién se llevaría el barco?

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