La guerra del petróleo, un escenario perdido de la Segunda Guerra Mundial.

Esta es una historia de geoestrategia, que debería dar pie a narrar algunas historias más de la Segunda Guerra Mundial. La campaña de Libia, comenzada en el verano de 1940 con la entrada en guerra de Italia, había dado al Reino Unido las alegrías que necesitaba tras el contundente revés en Francia. La ofensiva iniciada en diciembre de 1940 acabó con la derrota cuasi completa de los ejércitos italianos en el norte de África, y con Trípoli haciendo las veces de la manzana madura del huerto, lista para ser recogida, hasta que se inmiscuyeron la aventura griega y la llegada de tropas alemanas al escenario libioegipcio.

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Buque británico de la clase Dido en el canal de Suez

A partir de aquel momento se inició una confusa aventura en la que tanto británicos como germanos dieron una importancia capital al canal de Suez, pero este no era más que una excusa, un punto de paso –norte sur para los suministros británicos que llegaban a Alejandría y otros puertos de Egipto; este oeste para los alemanes, que pretendían llegar a los territorios del Levante– hacia objetivos mucho más relevantes.

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Churchill; El instante más oscuro.

Hace unas semanas interrumpía la serie de entradas dedicada al desarrollo del arma de portaaviones entre ambas guerras mundiales para hacer una breve e injusta reseña (no había sido capaz de verla entera) sobre la película Churchill. Debo decir que frente a mi estupor al pensar que las primeras escenas nos mostraban los restos del desembarco de Normandía, un lector me reconvino, en Facebook, para recordarme que se trataba de Gallipoli, el gran fracaso churchiliano, y tenía mucha razón a pesar de que, probablemente, los tiempos “han pasado casi treinta años” que tanto me escandalizaron entonces, sean el único dato claro que permita identificar la escena.

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Pero vamos al grano. En esta ocasión, y una vez terminada la serie aeronaval, he venido a meterme con la segunda película de Churchill que nos regaló 2017: El instante más oscuro. Antes de empezar a adelantar contenidos, cosa que ya voy avisando para quienes no la hayan visto, hacer un breve repaso por algunas características técnicas. Me gustó mucho la ambientación, sobre todo la atmósfera del cuartel general subterráneo del premier británico, por el que la cámara se desplaza con total facilidad sin dejar, en ningún momento, de transmitirnos lo atestado que estaba el espacio. Dos cosas llaman, curiosamente, la atención: el minúsculo y descarnado cubículo que corresponde a la secretaria; y el hecho de que en aquel atestado búnker se fume de forma constante. Hemos perdido, sin duda, la costumbre de ver el tabaco en lugares cerrados, y se nos hace extraño lo que no hace mucho era totalmente normal.

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Churchill (2017), la película. Un par de apreciaciones poco edificantes.


Si todo hubiera sucedido acorde al guion, hoy hubiera tocado hablar de portaaviones (otra vez), sin embargo, un guion se interpuso en el camino y debo decir que la inspiración me mueve a cometer lo que tal vez sea una injusticia. Voy a ser claro. Ayer topé con la película Churchill (1917), dirigida por Jonathan Teplitzky e interpretada por Brian Cox, es la que se estrenó el pasado verano, que narra las acciones del primer ministro británico Winston Churchill en los días anteriores al desembarco de Normandía (6 de junio de 1944). Como el personaje me parece sumamente interesante, me dispuse a pasar un rato entretenido. A continuación vienen algunos spoilers, pero no muchos.

La película empieza con una escena de playa en la que un anciano Churchill se debate penosamente por recoger su sombrero, que le ha sido arrebatado por una ráfaga de aire, de un agua llena de sangre. Hace casi treinta años y no consigo olvidarlo, o algo así, dice el protagonista, y mi mandíbula cae unos centímetros. Teniendo en cuenta que el desembarco, al que obviamente se refiere, tuvo lugar el 6 de junio de 1944, y que Churchill falleció el 24 de enero de 1965 (21 años después), nos hallamos, obviamente, ante una peli de fantasmas. O algo así, porque en la fantasmada siguiente vemos al protagonista, aún anciano, caminando en una playa cubierta de cadáveres y restos. Como poco Omaha, una Omaha muy sangrienta, pero se trató de una playa norteamericana. ¿Pretende hacernos creer el guionista en un catastrófico y cruento desembarco británico en las otras playas? Tengo que revisar esa escena para ver qué uniformes se han utilizado. Desde luego, las bajas en las playas británicas fueron mínimas.

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Antes de El Alamein nunca tuvimos una victoria…

“Antes de El Alamein nunca tuvimos una victoria. Después de El Alamein nunca tuvimos una derrota”. Winston Churchill

El genial estadista británico fue, sin duda, uno de los pilares sobre los que se asentó la victoria aliada contra la Alemania Nazi en 1945, y cabe preguntarse, no sin alivio, como habría sido la Europa del presente de no haberse plantado aquel hombre frente al expansionismo de la cruz gamada. Además, Churchill, futuro premio Nobel, fue uno de los grandes redactores de frases y discursos de su época: “nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, “lucharemos en los campos…” muchas de ellas son perlas que levantaron el ánimo de la población de su época y que nos ayudan a rememorar hoy el milagro que se vivió entonces. Pero llegados a este punto, la frase con la que abrimos esta entrada fue un error, y resulta sumamente injusta.

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Operación Barbarroja

El 22 de junio de 1941, hace exactamente 75 años, el mundo contuvo el aliento. Henchida de victoria, tras haberse anexionado Austria y media Checoslovaquia, tras haber invadido y destruido Polonia, Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Holanda y Bélgica, y haber desmembrado Francia dejándola sumida en un armisticio lleno de preocupaciones para el futuro, Alemania era la potencia suprema sobre el continente Europeo.

Carros alemanes avanzando por la inmensidad de Rusia
Carros alemanes avanzando por la inmensidad de Rusia

No era así en el aire. No hace mucho hablábamos de la estrategia Mediterránea de Hitler como uno de los modos de derrotar al Reino Unido, que había sido capaz de contener a los cazas y los bombarderos de la Luftwaffe en la llamada batalla de Inglaterra, otro de los medios considerados por el alto mando alemán a finales del verano de 1940 fue la destrucción de la Unión Soviética.

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29 de julio, durante la jornada. La Incognita Londinense.

Durante estos días de crisis el Reino Unido se está convirtiendo en un factor cada vez más determinante. Si LONDRES se une a la entente podría desanimar a Alemania de entrar en guerra, si no lo hace, esta podría sentirse mucho más confiada.

Lord Asquith, Primer Ministro del Reino Unido por el Partido Liberal.

¿Lo harán? Todo está en la balanza. Si nos fijamos, por ejemplo, en la prensa, el Times sigue abogando a favor de la intervención, mientras que el Daily News expresa su disgusto ante la idea de que se sacrifiquen vidas británicas para favorecer la hegemonía rusa en el mundo eslavo.

Tampoco a nivel político están claras las cosas. Esta mañana Winston Churchill, Primer Lord del Mar, ha conseguido que se acuerde, como medida precautoria, la movilización de la flota. Esta tarde, aunque solo sea mediante un gruñido, ha conseguido permiso de Lord Asquith para estacionarla en sus fondeaderos de guerra. El futuro viejo león exulta.

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