Esta es una historia de geoestrategia, que debería dar pie a narrar algunas historias más de la Segunda Guerra Mundial. La campaña de Libia, comenzada en el verano de 1940 con la entrada en guerra de Italia, había dado al Reino Unido las alegrías que necesitaba tras el contundente revés en Francia. La ofensiva iniciada en diciembre de 1940 acabó con la derrota cuasi completa de los ejércitos italianos en el norte de África, y con Trípoli haciendo las veces de la manzana madura del huerto, lista para ser recogida, hasta que se inmiscuyeron la aventura griega y la llegada de tropas alemanas al escenario libioegipcio.

A partir de aquel momento se inició una confusa aventura en la que tanto británicos como germanos dieron una importancia capital al canal de Suez, pero este no era más que una excusa, un punto de paso –norte sur para los suministros británicos que llegaban a Alejandría y otros puertos de Egipto; este oeste para los alemanes, que pretendían llegar a los territorios del Levante– hacia objetivos mucho más relevantes.