El sargento Okada en Guadalcanal

Hagamos un viaje a las islas Salomón. En algún momento entre las dos y las cuatro de la tarde, los carros de combate avanzan a orillas del amenazado río Tenaru en Guadalcanal. Es 21 de agosto de 1942, pocos días después del desembarco de los Marines. Durante toda la mañana había habido fuertes enfrentamientos.

Eran en concreto cuatro blindados. No había armamento efectivo con el que enfrentarse a ellos. Sin embargo, uno de los carros pareció detenerse averiado. Tras una pausa, los otros tres continuaron la marcha. A medida que se acercaban, sus trayectorias divergían ligeramente. Los que parecía que parecían dirigirse al lugar donde se hallaba escondido el sargento japonés Okada eran dos. Continuaban la marcha y Okada se hizo el muerto. El primer carro se dirigía lentamente hacia él.

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Medalla de Honor – John L. Levitow

Nació el 1 de noviembre de 1945 en Hartford, Connecticut. Inicialmente planeó alistarse en la Marina porque pensaba que en el ejército y en los Marines lo harían caminar mucho. Pero cuando fue a alistarse los reclutadores de la Marina tenían mucha cola, así que se cambió de cola y solicitó su ingreso en la Fuerza Aérea.

En 1966 comenzó su instrucción básica y luego se especializó en electricidad. Su primer destino fue la base de MacGuire en Nueva Jersey. Más tarde pasó los cursillos para hacerse jefe de bodega y sirvió en ese puesto durante un tiempo en los C-130 Hércules. En julio de 1968 fue enviado a Vietnam, donde se unió a la 3.ª Escuadrilla de Operaciones Especiales, que operaba cañoneros AC-47 en la base de Nha Trang. Estos cañoneros eran aviones de transporte C-47 modificados a los que se les habían montado en los laterales ametralladoras Gatling de 7,62 mm. Su misión era proporcionar fuego de apoyo a las tropas terrestres norteamericanas y vietnamitas cuando entrasen en contacto con el enemigo.

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Batallas navales – 1759 Bahía de Quiberon (III)

Una partida de abordaje inglesa apenas tuvo tiempo de desmontar y llevarse como trofeo el mascarón de un sol de rayos dorados que adornaba su proa. No pudieron hacerse con sus espléndidos cañones de bronce hechos de viejas campanas, cobre sueco, cobre amarillo y puro estaño.

Los británicos también tenían sus problemas. Durante las horas de oscuridad, tanto el Essex como el Resolution encallaron y no pudieron ser liberados. Tras evacuar a sus tripulaciones, fueron incendiados. La mayoría de los navíos franceses lograron salir de las aguas confinadas en el transcurso del 21 de noviembre, pero de un grupo menos afortunado que tuvo que deshacerse de cañones y equipo para tratar de rebasar la barra de la desembocadura del río Vilaine, a uno, el Inflexible, se le partió la quilla y no se le volvió a ver, y el resto quedaron inmovilizados durante buena parte del año.

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Batallas navales – 1759 Bahía de Quiberon (II)

Aquella tarde de noviembre estaba cada vez más oscura, con un temporal del noroeste, antes de que los navíos de vanguardia de Conflans hubiesen pasado entre los bajíos Du Four por estribor y la zona de arrecifes de Cardinaux por babor, donde podía considerarse a salvo.

Su oponente no tenía pilotos familiarizados con la zona, pero allá donde fuese Conflans podía seguirlo Hawke. Con el anochecer a unas cuantas horas y un mar cada vez más agitado, un hombre más prudente podría haberse mantenido a distancia teniendo espacio suficiente, y esperar a ver qué deparaba el día siguiente. Si el mero objetivo de Hawke hubiese sido derrotar a la flota de invasión, eso habría sido suficiente. Ninguna fuerza de invasión con sus vulnerables transportes se haría a la mar con navíos de guerra enemigos en las inmediaciones.

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Batallas navales – 1759 Bahía de Quiberon (I)

Uno de los primeros conflictos globales fue la denominada Guerra de los Siete Años (1756-1763), que en su dimensión marítima enfrentó principalmente a Gran Bretaña y Francia por el dominio de los océanos, quedando España relegada a un tercer lugar.

En el teatro de operaciones terrestre Austria y Prusia se disputaron la supremacía en Alemania y Francia, deseosa siempre de una Alemania débil, se puso del lado de Austria contra Federico el Grande, dedicando Luis XV casi todos recursos a esta contienda continental. Gran Bretaña, centrada principalmente en su poder naval y colonial, se puso del lado de Prusia. En lo que a las marinas se refiere, la cosa comenzó en julio de 1759, cuando Sir George Rodney, dio el primer paso al destruir las naves de quilla plana fondeadas en Havre para un ataque a través del Canal. En agosto, Edward Boscawn derrotó a una flota procedente de Tolón al mando de De la Clue frente a las costas de Portugal, capturando tres barcos y obligando a otros dos a refugiarse en la costa.

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Viento divino – El fenómeno kamikaze japonés (XXXII). Las Ohka en Okinawa. Última misión (III)

La última misión exitosa de las Ohka, que demostraba el peligroso potencial de estos cohetes tripulados en ataques masivos suicidas, tuvo lugar el 11 de mayo, cuando 4 Bettys despegaron el segundo y último día de la sexta ofensiva Kikusui.

En el Piquete de Radar N.º 15, los destructores Evans y Hugh W. Hadley de los capitanes Archer y Mullaney, acompañados de tres lanchas de desembarco, llevaron a cabo una de las acciones anti kamikaze más feroces de la batalla de Okinawa. Se calcula que entre las 7.50 y las 9.30 fueron destruidos unos 50 aparatos enemigos por los 12 cazas Corsair de la patrulla aérea (CAP) del piquete, mientras que otros 50 aviones japoneses eludieron a los cazas norteamericanos y atacaron a los navíos de superficie.

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Viento divino – El fenómeno kamikaze japonés (XXXI). Las Ohka en Okinawa (II)

Entre tanto, en el Piquete de Radar 1, el destructor USS Cassin Young había sufrido graves daños por el impacto de un avión kamikaze. Los destructores Stanly y Lang recibieron órdenes de acudir en su rescate, siendo atacados a su vez por aviones kamikaze durante le trayecto.

En 20 minutos, mientras los destructores maniobraban bajo una Patrulla Aérea dirigida por el director de la caza a bordo del Stanly, se acercaron más aviones kamikaze. Entre ellos había bombarderos Betty con bombas Ohka en sus panzas. Picando a través de la pantalla de cazas y luego nivelando aparentemente inermes del intenso fuego antiaéreo de 20 mm y de 40 mm del destructor, una bomba Ohka impactó en la proa del Stanly por el costado de estribor.

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