Batallas navales – 1759 Bahía de Quiberon (II)

Aquella tarde de noviembre estaba cada vez más oscura, con un temporal del noroeste, antes de que los navíos de vanguardia de Conflans hubiesen pasado entre los bajíos Du Four por estribor y la zona de arrecifes de Cardinaux por babor, donde podía considerarse a salvo.

Su oponente no tenía pilotos familiarizados con la zona, pero allá donde fuese Conflans podía seguirlo Hawke. Con el anochecer a unas cuantas horas y un mar cada vez más agitado, un hombre más prudente podría haberse mantenido a distancia teniendo espacio suficiente, y esperar a ver qué deparaba el día siguiente. Si el mero objetivo de Hawke hubiese sido derrotar a la flota de invasión, eso habría sido suficiente. Ninguna fuerza de invasión con sus vulnerables transportes se haría a la mar con navíos de guerra enemigos en las inmediaciones.

Sin embargo, el propósito de Hawke era muy otro, nada menos que la destrucción de la flota francesa. Su línea iba liderada por el Magnanime, un navío de construcción francesa capturado once años antes y mandado por Lord Howe. El Magnanime iba seguido de cerca por el Torbay, Dorsetshire, Resolution, Warspite y el buque insignia del almirante, el Royal George. No tardó en abrirse fuego entre ambas flotas. Cuando Conflans adivinó las intenciones de Hawke trató de salir de nuevo a mar abierto. El gesto no sirvió de nada.

Pronto le salió al paso el Royal George y eso le hizo retroceder, fondeando su navío, el gran Soleil Royal, frente a Le Croisic. La primera pérdida fue el navío francés Thésée, un nuevo 74 cañones que combatía con el Torbay (capitán Keppel). El Thésée se escoró con una repentina racha de viento y al tener las portas de sotavento abiertas para el disparo de los cañones, entró por ella el agua a borbotones y acabó hundiéndose, llevándose a su capitán, Kersaint de Coetnempren, que era considerado el mejor oficial de Conflans, y a 600 marineros.

Hubert de Brienne, conde de Conflans

El Torbay arrió todos sus botes para salvar a todos los marineros posibles, pero pudieron rescatarse del agua 22 marineros. El siguiente navío fue el Héros; se rindió a Howe después de un enconado combate con 400 muertos y heridos entre su tripulación. Echó el ancla, pero los fuertes vientos impidieron enviar partidas de abordaje desde el navío inglés. Posteriormente, el navío francés se apresuró a refugiarse en la costa.

Poco después de las cuatro en punto, tras algunos intercambios de fuego con el Soleil Royal y otros navíos, el Royal George largó dos andanadas contra el Superbe. El daño fue enorme y el navío se hundió casi de inmediato. El Royal George no podía prestar ayuda a los náufragos debido a la imposibilidad de arriar botes por lo agitado del mar. El capellán de Hawke señaló que, aunque los hombres dieron un hurra, no fue con mucho entusiasmo, ya que los marineros, en lo más profundo de su ser, se sintieron conmovidos por el miserable destino de tantos cientos de iguales.

Antes de que el anochecer se uniese al ensordecedor estruendo, la confusión y la tempestad, otro navío francés, el Formidable encalló y se rindió al Resolution. Hawke decidió que había llegado la noche y que estando en una parte de la costa francesa que no conocían y con una galerna tan fuerte, dio la orden de fondear.

Conflans escribiría con posterioridad, «no tenía razones para creer que si entraba con mis navíos el enemigo estuviese dispuesto a seguirme, pues a pesar de su superioridad, sus movimientos se verían muy restringidos en un espacio tan confinado». Con las flotas rivales fondeadas en la oscuridad, solo se oían los cañonazos de señales de navíos encallados o en peligro. Conflans, que estaba en sus aguas, no tendría que haber esperado a la llegada de la mañana.

La situación era de hecho única en las operaciones navales y su patrón no se repetiría en casi cuarenta años hasta que Nelson (que había aprendido el oficio con uno de los capitanes de Hawke) se encontró en una situación similar en las bocas del Nilo. Cuando llegaron las primeras luces del amanecer, Conflans se percató de que el Soleil Royal estaba a tiro de los cañones de Hawke. No trató de luchar, sino que, en su intento de escapar, se dio contra el arrecife de Rouelle y viéndose perdido ordenó que se quemase su navío y huyó en botes a tierra con su tripulación.

Una partida de abordaje inglesa apenas tuvo tiempo de desmontar y llevarse como trofeo el mascarón de un sol de rayos dorados que adornaba su proa. No pudieron hacerse con sus espléndidos cañones de bronce hechos de viejas campanas, cobre sueco, cobre amarillo y puro estaño. Los británicos también tenían sus problemas. Durante las horas de oscuridad, tanto el Essex como el Resolution encallaron y no pudieron ser liberados. Tras evacuar a sus tripulaciones, fueron incendiados.

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