Entonces, cuando empezaba a anochecer, apareció el mismo Nelson con el Vanguard. El buque insignia y los demás navíos atacaron a los franceses por el exterior, avanzando lentamente por la línea y reventándolo todo a su paso.

El único capitán desafortunado fue Iroubridge, el viejo amigo de Nelson. Éste embarrancó el Culloden en un banco de arena frente a la isla de Abukir, pero logró guiar correctamente a los dos barcos que quedaban por entrar en la bahía. Una vez allí los fogonazos de los cañones y los barcos incendiados iluminaron la apacible noche egipcia, al tiempo que cada uno tomaba la posición que le había sido asignada. «Todos conocían sus posiciones», manifestaría más tarde Nelson. «Estaba seguro de que cada cual eligiría su navío francés». El L’Orient de Brueys, con su bodega a rebozar de riquezas, se hallaba en el centro de la línea, cayendo sobre él el Bellerophon.