¡Asedio! – Cercos, rupturas e improvisaciones en el Frente del Este

Ediciones Salamina acaba de publicar una interesante compilación de textos operacionales del Frente del Este en la que se estudian casos concretos tanto alemanes como soviéticos de respuesta táctica y operacional a embolsamientos, ruputras, retiradas, repliegues, improvisaciones, combates nocturnos, fortificaciones y un largo etcétera en ¡Asedio! – Cercos, rupturas e improvisaciones en el Frente del Este, obra que sigue a ¡Asalto! – Acciones de combate de pequeñas unidades en el Frente del Este.

Las bolsas se forman como resultado de operaciones en las que el atacante rodea completamente a un gran número de fuerzas enemigas. Estos cercos son seguidos generalmente de una batalla de aniquilación, objetivo clásico de todas las operaciones de combate terrestre. Los principios involucrados en la conducción de penetraciones y envolvimientos, y en el cierre del anillo alrededor de la fuerza enemiga, están bien asentados en la doctrina táctica. Sin embargo, en esta sección el problema se enfocará enteramente desde el punto de vista del defensor. Las bolsas alemanas acontecidas en los frentes de la Unión Soviética –a menudo resultado de órdenes fanáticas de resistir ante amenazas ciertas de cerco- serán utilizadas como ejemplos ilustrativos de los principios tácticos aplicados por las unidades cercadas y las medidas que se tomaron en cada ocasión para facilitar una salida en dirección a las líneas alemanas.

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Una bandera en el Reichstag (otra vez) (crónicas de Subbotin VIII)

Poco después, o no mucho antes, de escribir la historia sobre como Kosharbayev y Bulatov llegaron al Reichstag con su bandera, Vassili Subbotin escribió otra pieza corta, también titulada “La bandera de la victoria”, sobre los hombres que, oficialmente, izaron la bandera soviética en lo alto del Reichstag. La réplica del título llama la atención y añada confusión a la historia de la bandera. Baste una pequeña reflexión, si se izó de noche, justo antes de las doce ¿cómo es posible que las fotografías del evento nos lo muestren a plena luz del día?

El Reichstag, cuya cúpula se ve perfectamente, así como las escaleras y las ventanas tapiadas, incluidas las del segundo piso.

“La bandera, conocida como la bandera de la victoria, se exhibe en el Museo del Ejército de Moscú. Fue alzada sobre el edificio del Reichstag el 30 de abril de 1945. Antes del ataque a Berlín, el consejo de guerra del Tercer Ejército de Choque buscó banderas rojas por todas las divisiones. Había nueve, en correspondencia con el número de divisiones que tenía el ejército. Las banderas se numeraron. La que le tocó a la 150.ª División, Idriz, llevaba el número cinco”.

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Una bandera en el Reichstag (crónicas de Subbotin VII)

“La bandera de la victoria”, nos cuenta Vassili Subbotin en sus artículos, traducidos y editados por Tony le Tissier, “sobre el Reichstag, fue izada por Yegorov y Kantara. Pero hubo otras banderas que se alzaron sobre el edificio. Voy a hablaros de dos valientes que no pertenecían al batallón de Neustroyev, como Kantara y Yegorov, sino de batallón de Vassili Davydov. Voy a hablaros de la bandera que trajeron e izaron sobre el Reichstag”.

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Ingenieros soviéticos en la orilla del Spree.

“Estaban solos. Los tiroteos los habían aislado del resto. Se arrodillaron bajo el puente, cubiertos por el dique del Spree, que no era muy alto. No estaba lejos del Reichstag. Podían ver las enormes columnas y las escaleras de la entrada principal. Pero no podían avanzar. Tampoco podían alzar la cabeza. Los alemanes estaban disparando desde los pisos superiores del edificio y nuestros soldados se mantenían tumbados, a cubiertos en zanjas y detrás de montones de asfalto excavado-«.

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El edificio gris (crónicas de Subbotin VI)

Las crónicas hablan de la marcha hacia Berlín, de cómo el periodista ruso consigue hacerse con un vehículo que lo lleve hasta la ciudad atacada, y del encontronazo con el cadáver colgado de un puente de un alemán, ahorcado por los suyos por derrotista. Sin embargo, a la hora de narrar la batalla por la ciudad, callan… hasta llegar al momento supremo.

Camino a Berlín, un T-34 cruza un canal.

“Cuando amaneció, todos los que estaban en la casa de Himmler –el ministerio del Interior–, se asomaban a las ventanas. Querían ver el Reichstag, pero un voluminoso edificio gris se interponía. Neustroyev, el comandante del batallón, estaba en pie ante una ventana del sótano, mirando hacia fuera él también. A la derecha había árboles, a la izquierda se extendía una zanja, desnuda y oscura. Olía a primavera, y a las hojas marchitas del año anterior. La niebla aún no se había levantado. El tejado goteaba. Neustroyev vio un edificio cuadrado plantado más allá de los árboles. No le pareció muy grande. Aunque es cierto que tenía una cúpula, y torreones, no parecía que fuera especial. Los soldados, mirando hacia él, estaban convencidos de que el Reichstag debía de estar allí fuera, en algún lugar, pero. ¿Dónde?

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La gran retirada de 1941 (crónicas de Subbotin V)

Habíamos dejado a Vassili Subbotin en plena retirada. Era el año 1941, la Wehrmacht había reventado violentamente las puertas de la Unión Soviética y los soldados alemanes se expandía como una marea por Ucrania, persiguiendo a los restos de las unidades del Ejército Rojo, entre ellas la de nuestro protagonista, que se retiraba, de noche, hacia las luces de una localidad llamada Shepetovka, en la antigua frontera soviético-polaca, muy a retaguardia de la obtenida por Stalin tras la invasión y anexión del este de Polonia. Subbotin esperaba combatir, en Shepetovka, pero pronto iba a verse desilusionado.

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Los restos de un convoy soviético durante la retirada de 1941

“Cuando amaneció, las luces se habían desvanecido, y a fecha de hoy no sé lo que eran”.

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El frente del Oder (crónicas de Subbotin III)

Habíamos dejado a Vassili Subbotin caminando detrás de su guía del Komsomol por la orilla, difícil, de un canal, allá abajo en el Oderbruch, la llanura pantanosa que se extendía entre el río Óder y los altos de Seelow. Si uno trata de imaginarse el vagabundeo de aquellos dos hombres en un territorio que, según escribe el periodista, parece deshabitado, no puede evitar acordarse de la película 1917, en la que asistimos a una odisea similar. Sin embargo, no muy lejos de la senda que recorren nuestros dos protagonistas se está librando una de las batallas más encarnizadas de la Segunda Guerra Mundial: el asalto a Berlín, la pugna por terminarla.

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Camaradería. Dos soldados de una misma localidad pero de distintas unidades se encuentran durante los combates por Berlín

“De repente, nos encontramos ante una barrera de alambre de espino que salía del agua y se extendía por la orilla. Teníamos que atravesarla quisiéramos o no. Encontramos un agujero en la barrera lo suficientemente grande como para que pudiera pasar un hombre. Los alambres de espino se balanceaban peligrosamente a merced del viento. Cerca del agujero había un soldado muerto, uno de los nuestros. Lo reconocimos por su guerrera acolchada”.

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El frente del Oder (crónicas de Subbotin II)

Seguimos recuperando la crónica de Vasili Subbotin en el frente del Óder durante el primer día de la batalla hacia Berlín. El tono no puede ser más distendido, es como si no estuviera sucediendo nada realmente importante.

El general Perevertkin. Fueron sus tropas las que asaltaron el Reichstag

“Buscando información, y a mis amigos, pasé por posiciones de combate y puestos de observación, me encontré con artilleros e infantes y también fue a los servicios de retaguardia. Inesperadamente, me encontré, en un tramo de trinchera, con un general. Estaba allí de pie, mirando por los prismáticos. Me miró brevemente. Tenía un pelo negro y denso bajo la gorra. Era joven. No lo reconocí, tal vez porque llevaba camuflaje sobre la gorra y porque llevaba una chaqueta de uniforme más oscura. Era el comandante del cuerpo [se trataba de S. N. Perevertkin, comandante en jefe del LXXIX Cuerpo de Ejército]. No le di novedades, pues no quería presentarme. El general tampoco parecía esperarlo y, silenciosamente, volvió a levantar los prismáticos para seguir mirando por ellos. Continué”

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