Os dejamos más imágenes de las columnas blindadas aniquiladas por los soviéticos en las cercanías del lago Balatón en Hungría.
Son los restos de la Operación Despertar de Primavera, condenada al fracaso de antemano. Donde fueron destruidas la mayoría de las reservas blindadas supervivientes de la batalla de las Ardenas.
A las 13:00 llega a Calais el 1st Bn, The Queen Victoria Rifles (Lieutenant-Colonel John Ellison-Macartney), desembarcan y parten a ocupar posiciones defensivas en torno a la ciudad.
Mapa 1: Movimientos durante el 22 de mayo por la tarde.
Entre las 13:00 y las 16:00 llegan al puerto los buques que transportan al 3rd Bn, The Royal Tank Regiment (Lieutenant-Colonel Reggie Keller). Inmediatamente se empieza la descarga, pero una serie de graves problemas van a ralentizar la disponibilidad de los carros hasta la mañana del día 23: en primer lugar fallará el suministro eléctrico de las grúas del puerto, que deberá ser reparado; después resultará que los carros medios (de crucero) han sido estibados en el fondo de los buques, y aun siendo los más necesarios, han de ser los últimos en ser descargados; también, tendrá lugar un desagradable incidente con el capitán del barco de transporte, al que el segundo al mando del batallón impedirá zarpar, antes de haberse completado la descarga, a punta de pistola; y, finalmente, los materiales son tan nuevos que, por ejemplo, parte de las armas de los carros vienen desmontadas y cubiertas de grasa mineral, que deberá ser limpiada antes de poder montarlas y utilizarlas.
El Hachimaki o banda para la cabeza, fue con frecuencia una pieza de la vestimenta del kamikaze. Su origen procede de los guerreros Samurai, que se la ponían alrededor de sus cabezas para evitar que el cabello o el sudor les taparan los ojos durante el combate.
El Almirante Soemu Toyoda, comandante en jefe de la Armada Imperial Japonesa, alentó esta tradición entre los kamikaze a partir de la primera misión Ohka el 21 de marzo de 1945. Él mismo escribió «El Trueno de Dios» en quince Hachimaki que fueron entregadas posteriormente a pilotos de las bombas tripuladas Ohka. En ocasiones, las inscripciones en estos pañuelos se hacían con sangre.
El teniente de la armada Yasuo Ichishima llevó una en su misión, realizada el 29 de abril; se la había dado un amigo. Dos informes procedentes de pilotos de caza norteamericanos indicaron que en al menos una misión, los pilotos suicidas japoneses vistieron ropas blancas.
<<Calais fue el punto crucial. Muchas otras causas hubieran podido impedir el rescate de Dunkerque, pero es seguro que los tres días ganados en la defensa de Calais permitieron que se conservara la línea defensiva fluvial de Gravelinas, sin la cual, … todo podría haberse visto aislado y perdido>>
Winston Churchill.
Una vista de Calais en 1940, con el puerto al fondo.
La campaña de Francia de 1940 estuvo llena de pequeñas acciones interesantes, pinceladas que dieron al cuadro muchos más colores que la gris historia de penetración y derrota absoluta sobre las que, posteriormente, se concentrará la historiografía; y la historia de la defensa de Calais fue, con toda seguridad, una de ellas.
Comenzamos hoy una serie sobre los aspectos más desconocidos de las tradiciones de los pilotos japoneses del viento divino, así como de sus tácticas de combate y de las causas que los llevaron a actuar de esa manera.
El teniente de la Armada Imperial Kentaro Mitsushashi saluda mientras recibe las órdenes para efectuar su misión Ohka el 21 de marzo de 1945. El saquito de seda que lleva las cenizas del capitán de corbeta Tsutomu Kariya cuelga de su cuello.
Los pilotos kamikaze, antes de despegar, participaban en una serie de rituales y ceremonias, observadas para obtener el éxito en sus misiones y para tener la oportunidad de expresar sus sentiemientos a los familiares y amigos que dejaban atrás. Éstos rituales incluían la vestimenta de varias prendas de ropa y adorno, algunas de los cuales permitían al piloto kamikaze portar recuerdos de sus seres queridos en el momento de su muerte. Entre estos estaba la cinta (hachimaki), el cinturón de las mil puntadas (sen-nin-bari), y los muñecos mascota (masukotto ningyo).
El fuego artillero había causado que el suelo se llenase de cráteres de obús que fueron usados como trincheras y que el hielo se derritiese convirtiéndose en un barrizal que dificultaba el ataque del enemigo, facilitando que los rusos fuesen barridos por las ametralladoras.
Posición de ametralladora MG34. Se puede observar a los divisionarios lanzando granadas y preparándose para rechazar los carros enemigos con minas magnéticas.
Como decía el sargento Salamanca “Llegaban columnas con medio centenar de hombres que eran abatidos sistemáticamente. Disparábamos ferozmente, sin parar, esperando a que el enemigo se encontrase a menos de 100 metros, disparábamos al bulto. Pero hasta un ciego habría hecho blanco. Toda la potencia de fuego de la máquina, 1.300 disparos por minuto, provocó una carnicería en las filas enemigas y nos mantuvo con vida. No es que nuestro cañón estuviese caliente, es que estaba al rojo vivo.”
Las oleadas rusas se repitieron continuamente, siendo frenadas lo buenamente que se pudo, hasta que los rusos consiguieron romper el frente y penetrar en la primera y segunda líneas defensivas españolas creándose rápidamente una tercera línea con los elementos dispersos que se encontraron que consiguieron frenar finalmente el ataque.
La batalla acabó hacia las once de la noche cuando los 150 supervivientes de la posición denominada como “El Bastión”, posición desde la que controlaron la carretera Moscú-Leningrado impidiendo el avance soviético hacia el río Ishora, se retiraron tras 16 horas de combate ininterrumpido contra fuerzas superiores.
En la batalla se hizo patente en todo momento el heroísmo español, al tener que resistir el envite de la apisonadora soviética sin prácticamente más medios que su armamento individual debido a la carencia de minas anticarro y de munición para la artillería divisionaria, aparte de la falta de apoyo durante la batalla.
La masa roja cayó directamente sobre el peso de los españoles, quienes tuvieron muchas veces que frenar al enemigo sin más ayuda que la punta de su bayoneta en feroces luchas cuerpo a cuerpo. Pero a pesar de la supremacía enemiga se consiguió frenar la ofensiva causándole al enemigo unas 14.000 bajas a cambio de sufrir 1.127 muertos, 1.035 heridos y más de 300 prisioneros, muchos de los cuales acabaron en los campos de concentración hasta su regreso a España en 1954, consiguiendo que los rusos solo avanzasen su frente 3 km sin conseguir liberar Leningrado.
Los factores que contribuyeron al éxito de la División Azul, a pesar de la clara desventaja, fueron: la sorpresa por parte de los rusos de encontrar resistencia tras el bombardeo, el cansancio del enemigo tras los primeros combates unido al efecto de la ingesta de gran cantidad de alcohol durante la noche y el empeño de los rusos por acabar con los enemigos en vez de aprovechar la ruptura del frente para explotar el éxito.
Estos factores, unidos al heroísmo mostrado sobradamente por los divisionarios, hicieron que los rusos consiguieran conquistar la primera y segunda líneas defensivas, pero no la tercera, el valor de los españoles queda reflejado en el testimonio del sargento Ángel Salamanca, quien fue hecho prisionero en la batalla: “Enseguida empezaron los interrogatorios, con las traducciones de un español enrolado en el Ejército soviético. Todo el afán del coronel ruso era saber qué armamento usábamos, hablándonos incluso de un arma secreta de Hitler. «Dice el coronel que habéis causado más de 14.000 bajas, y eso es imposible con ametralladoras y fusiles máuser corrientes», nos informó el republicano español.”
Por acciones como esta los soldados españoles obtuvieron numerosos reconocimientos, militares y personales. En total recibieron dos cruces de caballero, dos cruces de oro, 138 cruces de hierro de primera clase y 2.359 de segunda clase fueron otorgadas por la Wehrmacht a los divisionarios. Para que conste la importancia que tuvo la División Azul en el ejército alemán hay que recalcar que los voluntarios españoles alistados en la División Azul supusieron el 56% de los voluntarios europeos que sirvieron en la Wehrmacht.
El día 10 de febrero la División Azul se encontraba desplegada cubriendo un frente de más de 30 km, lo que significaba que la mayor parte de sus unidades se encontraban prácticamente en primera línea, careciendo apenas de reservas.
Los soviéticos dirigieron su ofensiva hacia el pueblo de Krasny Bor, una pequeña aldea al sur de Kolpino (un arrabal industrial de Leningrado), que se encontraba defendida por el Regimiento 262 al mando del coronel Manuel Sagrado. Krasny Bor era un pueblo de tres kilómetros de frente por tres de profundidad, de casas de madera y de ladrillo de dos pisos y con calles anchas de
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