El edificio gris (crónicas de Subbotin VI)

Las crónicas hablan de la marcha hacia Berlín, de cómo el periodista ruso consigue hacerse con un vehículo que lo lleve hasta la ciudad atacada, y del encontronazo con el cadáver colgado de un puente de un alemán, ahorcado por los suyos por derrotista. Sin embargo, a la hora de narrar la batalla por la ciudad, callan… hasta llegar al momento supremo.

Camino a Berlín, un T-34 cruza un canal.

“Cuando amaneció, todos los que estaban en la casa de Himmler –el ministerio del Interior–, se asomaban a las ventanas. Querían ver el Reichstag, pero un voluminoso edificio gris se interponía. Neustroyev, el comandante del batallón, estaba en pie ante una ventana del sótano, mirando hacia fuera él también. A la derecha había árboles, a la izquierda se extendía una zanja, desnuda y oscura. Olía a primavera, y a las hojas marchitas del año anterior. La niebla aún no se había levantado. El tejado goteaba. Neustroyev vio un edificio cuadrado plantado más allá de los árboles. No le pareció muy grande. Aunque es cierto que tenía una cúpula, y torreones, no parecía que fuera especial. Los soldados, mirando hacia él, estaban convencidos de que el Reichstag debía de estar allí fuera, en algún lugar, pero. ¿Dónde?

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El frente del Oder (crónicas de Subbotin II)

Seguimos recuperando la crónica de Vasili Subbotin en el frente del Óder durante el primer día de la batalla hacia Berlín. El tono no puede ser más distendido, es como si no estuviera sucediendo nada realmente importante.

El general Perevertkin. Fueron sus tropas las que asaltaron el Reichstag

“Buscando información, y a mis amigos, pasé por posiciones de combate y puestos de observación, me encontré con artilleros e infantes y también fue a los servicios de retaguardia. Inesperadamente, me encontré, en un tramo de trinchera, con un general. Estaba allí de pie, mirando por los prismáticos. Me miró brevemente. Tenía un pelo negro y denso bajo la gorra. Era joven. No lo reconocí, tal vez porque llevaba camuflaje sobre la gorra y porque llevaba una chaqueta de uniforme más oscura. Era el comandante del cuerpo [se trataba de S. N. Perevertkin, comandante en jefe del LXXIX Cuerpo de Ejército]. No le di novedades, pues no quería presentarme. El general tampoco parecía esperarlo y, silenciosamente, volvió a levantar los prismáticos para seguir mirando por ellos. Continué”

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