El nacimiento del portaaviones (V): las cuestiones organizativas.

Aunque la aparición bajo los focos, de forma más o menos periódica, de un innovador, lleve a pensar que el desarrollo de un arma o de una tecnología nuevas es fruto del pensamiento individual de uno solo, la realidad, tanto en el caso del portaaviones como en otros muchos, es que los grandes avances suelen ser fruto del trabajo en grupo de diversos entusiastas, como sucedió, por ejemplo, con el Landship Committee, de corta vida, en el caso del carro de combate.  Estos grupos de especialistas, cuya función hubiera sido explorar nuevas ideas, desarrollarlas, probarlas y expandirlas por toda la Marina, en el caso británico no existieron, fundamentalmente por dos motivos.

Sir Murray Sueter, que llegó a ser contralmirante y miembro del parlamento, fue uno de los impulsores de la aeronaval y por algunas de sus obras de entreguerras, muy críticas, fue considerado prácticamente un traidor por la Royal Navy. Que fuera mienbro de la Anglo-German Fellowship y viajara a la concentración nazi de Núremberg en 1936 no ayudó. 

El primero tuvo que ver con la propia idiosincrasia de la Royal Navy. Esta siempre había desconfiado de los ejércitos privados, de los ejércitos dentro de otros ejércitos, y la independencia adquirida por la Fleet Air Arm durante la primera guerra mundial llevó a su rápida disolución al acabar la contienda. La idea no era, en absoluto, acabar con el arma aérea, sino integrar plenamente a su personal dentro de la flota. Es decir, que esta, en vez de tener su propia organización, administración, reclutamiento, etc., dependería enteramente de los servicios de la flota, con la que debía ser un solo cuerpo, independientemente de las diferencias entre el servicio aéreo y el puramente naval.

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El nacimiento del portaviones (I)

A pesar de que durante la Segunda Guerra Mundial la aviación embarcada iba a adquirir un protagonismo fundamental, provocando en las flotas del mundo entero una revolución aún más profunda que la que supuso la aparición del acorazado monocalibre, ya que convirtió en obsoletos a los grandes buques artillados, en el periodo de entreguerras no estaba demasiado claro que las cosas fueran a suceder como efectivamente lo hicieron.

El HMS Argus en 1918

El primero que propuso la construcción de un portaviones desde el que pudieran operar aviones con ruedas (y no hidroaviones) fue el teniente británico Hugh Williamson. Como suele suceder con este tipo de ideas, por supuesto, la marina la rechazó. Estamos en el año 1912, posteriormente, el oficial escribiría: “Antes de la Primera Guerra Mundial, la Marina llevaba mucho, mucho tiempo, sin haber entrado en guerra, y una larga paz hace que se desarrollen, en los oficiales superiores, el conservadurismo y la hostilidad al cambio. Así, ideas revolucionarias que fueron aceptadas de buen grado cuando llegó la guerra, eran impensables en la pacífica atmósfera de 1912.”

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El despliegue de los aviones enemigos de la Kido Butai (añadido).

Hace una semana cerrábamos una serie de entradas (ver links al final de este texto) sobre la gestión de los aviones de la Kido Butai, la fuerza aérea de la flota imperial japonesa, exponiendo el largo y farragoso proceso necesario para preparar los aparatos de combate antes de su despegue desde los portaaviones, y como bien comentaban Marco y Dani en el último capítulo de la misma, es interesante hacer una breve mención a las diferencias fundamentales con los portaaviones estadounidenses, sus enemigos y sus vencedores en la contienda en general y en la batalla de Midway en particular.

EL Hornet, uno de los tres portaaviones estadounidenses en Midway

Para empezar, es importante precisar las misiones encomendadas a estos buques por la doctrina estadounidense. Al principio, cuando apenas eran considerados un arma ofensiva, su función fundamental era detectar a distancia la flota enemiga para poder guiar a los buques de guerra hasta ella, enviar a sus aviones a sobrevolar el combate para que ayudaran a ajustar el fuego de la artillería y, finalmente, denegar el espacio aéreo al enemigo para que no pudiera hacer otro tanto.

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