Partiendo del lago Ladoga en dirección norte, la frontera finlandesa forma una larga línea que se dirige hacia el norte por los yermos de Carelia, para llegar a toparse con la costa en algún lugar entre Múrmansk y Petsamo.

Al este de dicha frontera, la unión soviética vigilaba con precaución el ferrocarril de Múrmansk, vía de comunicación fundamental con el único puerto del norte libre de hielo todo el año. Al oeste se extendía Finlandia, un territorio que había ganado su independencia durante las convulsiones de la Revolución rusa, pero no sin sufrir una violenta guerra civil entre rojos y blancos. Desde entonces y hasta 1939, el país se había convertido en una de las democracias nórdicas, pero: ¿formaba parte del conjunto con Suecia, Noruega y Dinamarca, o era más bien un país báltico? La diferencia no era baladí. Los acuerdos germano soviéticos habían puesto a los países bálticos dentro de la órbita de Moscú, y Stalin consideraba que Finlandia le correspondía. ¿Y los alemanes? En ese momento estaban dispuestos a honrar el acuerdo, dejando al país del norte en manos de sus poderosos vecinos del este. Así, tras muchas presiones, el 30 de noviembre de 1939 el Ejército Rojo cruzó la frontera común y entró en Finlandia. Había comenzado la Guerra de Invierno.