De vuelta al puente volado, la columna se movía tan rápido como los semiorugas podían arrastrar los camiones a través de la carretera de circunvalación. El oficial del batallón de vehículos (Teniente Hugh R. May) estaba en la carretera supervisando la operación, parecía despreocupado por el fuego enemigo, que seguía siendo intenso mientras hubiera hombres y camiones en el control de carretera.

Fue a última hora de la tarde cuando el último camión cruzó. Cuando el teniente Mortrude recuperó la conciencia en la ladera de la cresta, notó que tropas amigas se movían por la colina en el área al sur del puente volado. Un socorrista (el cabo Alfonso Camoesas) pasó y le vendó la cabeza. Entonces Mortrude tropezó con la línea de la cresta, dejando atrás a muchos americanos muertos y heridos en la ladera. Aturdido y en estado de shock, siguió a un grupo de hombres que podía ver vagamente delante de él. El grupo se dirigió hacia el embalse y caminó hacia el hielo.