En cierta ocasión, Adolf Hitler confesó: “En tierra soy un héroe, pero en el mar un cobarde”. Esta es la historia de la primera y última singladura del acorazado alemán Bismarck.
Aunque el Führer se interesaba por los submarinos y acorazados y participaba en conversaciones técnicas, no tenía la menor idea de lo que era el poderío naval o de cómo conducir una guerra en el mar. En consecuencia, la armada del Tercer Reich, más que cualquier otra arma, era creación de sus oficiales. El almirante Erich Raeder procuraba mantenerse distanciado de los nazis. A pesar de las presiones, conservó el saludo naval tradicional alemán.