Los alemanes se percatan de que los norteamericanos se están refugiando detrás del remonte del final de la playa y comienzan a emplear fuego de mortero contra ellos.

Con las explosiones de las granadas los chinarros de esa zona de la playa vuelan por los aires como si fuera metralla. La lancha en la que ha llegado Ernest Hemingway recibe órdenes de evacuar a una buena cantidad de soldados que han sido heridos cuando ha estallado una lancha de desembarco a poca distancia. La marea está subiendo y muchos espárragos de Rommel están quedando sumergidos. Los soldados tratan de retirarlas a mano, tratando desesperadamente de no tocar las minas. Pese a estar en el campo de tiro de un cañón contracarro, logran trasladar a todos los heridos a la lancha de evacuación. Hemingway se asombra al contemplar que el cañón no les tira.