Playa Omaha hora a hora (V) – 75.º Aniversario: 7:40-8:10 a.m.

Los alemanes se percatan de que los norteamericanos se están refugiando detrás del remonte del final de la playa y comienzan a emplear fuego de mortero contra ellos.

Edward K Regan inmortalizado por Robert Capa

Con las explosiones de las granadas los chinarros de esa zona de la playa vuelan por los aires como si fuera metralla. La lancha en la que ha llegado Ernest Hemingway recibe órdenes de evacuar a una buena cantidad de soldados que han sido heridos cuando ha estallado una lancha de desembarco a poca distancia. La marea está subiendo y muchos espárragos de Rommel están quedando sumergidos. Los soldados tratan de retirarlas a mano, tratando desesperadamente de no tocar las minas. Pese a estar en el campo de tiro de un cañón contracarro, logran trasladar a todos los heridos a la lancha de evacuación. Hemingway se asombra al contemplar que el cañón no les tira.

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Playa Omaha hora a hora (IV) – 75.º Aniversario: 7:35-7:40 a.m.

Chapoteando a saltos por el agua del rompiente de Omaha llegan a la playa los infantes del 12.º Regimiento de Infantería.

Con ellos va un oficial de contrainteligencia de 25 años llamado Jerome D. Salinger [En realidad Salinger desembarca en Utah. Véase comentario de nuestro lector Marco más abajo]. Convenientemente embalado y a salvo en su mochila lleva seis capítulos de una novela que está escribiendo llamada El guardián entre el centeno. Más tarde diría que llevó el manuscrito con él como un amuleto de buena suerte que le ayudase a sobrevivir.

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Playa Omaha hora a hora (III) – 75.º Aniversario: 7:10 a.m.

7:10 am: Continúa el baño de sangre en Playa Omaha. Está llegando la segunda oleada de tropas.

En un sector hay tanto humo que es difícil para los timoneles de las lanchas saber qué está sucediendo; pueden oír el estruendo de las armas de fuego pero no se imaginan que son los alemanes los principales responsables. Un oficial que se hace una idea clara de lo que sucede en su sector de playa es el teniente McNabb. Les está diciendo a los hombres de su Higgins que mantengan las cabezas agachadas para que no vean lo que sucede y se desmoralicen.

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Playa Omaha hora a hora (II) – 75.º Aniversario: 6:30-6:45 a.m.

6:33am: Radio Berlín anuncia que paracaidistas aliados están cayendo en Francia, que Le Havre está siendo bombardeada y que una de sus lanchas torpederas ha hundido un destructor aliado.

Los 225 hombres del 2.º de Rangers se hallan en el punto crucial de su peligrosa misión consistente en tomar los emplazamientos artilleros de los acantilados de Pointe du Hoc en el extremo occidental de Playa Omaha. Se teme que los cañones puedan comenzar a abrir fuego sobre las tropas de Omaha o de Utah. Los Rangers han sido entrenados por comandos británicos y deben tomar los emplazamientos desde el mar, escalando la cara del acantilado. Ya han perdido 30 valiosos minutos al ser desembarcados muy lejos de su objetivo. Para iniciar la escalada usan morteros que lanzar garfios enganchados a cuerdas a lo alto del acantilado. Pero las cuerdas están empañadas con agua de mar y pesan más de lo previsto, de modo que casi todas vuelven a caer de nuevo a la playa.

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Playa Omaha hora a hora (I) – 75.º Aniversario: 6:30 a.m.

En el interior de uno de los búnkeres que dominaban Playa Omaha, un sargento de infantería alemán dice: «Deben estar locos, ¿de veras van a desembarcar justo delante de nuestras bocas de fuego?

Caen las rampas de la primera lancha de desembarco. La compañía de cabeza del 116.º Regimiento (Compañía A) tiene como objetivo el barranco de Vierville. Su plan es salir de la playa en tres columnas, la primera adelantada y las otras dos barriéndolo todo a su paso a izquierda y derecha. Un diluvio de balas llega desde dos ángulos, abatiendo a los primeros hombres en la rampa, que caen hacia delante y se desvanecen en el agua. A partir de ese momento, la situación se convierte en un completo caos.

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Historias de Brandeburgueses (IV) – La toma del puente de Gennep, Holanda 1940

A raíz de la reciente publicación del libro Los Brandeburgueses de Hitler, extractamos una operación de asalto a un puente, en esta ocasión el de Gennep en la invasión de los Países Bajos en 1940, que constituye un ejemplo de manual de este tipo de operaciones.

A la compañía del teniente Walther se le habían encomendado cinco puentes que tomar: el puente ferroviario de Gennep; el puente ferroviario sobre el Mosa de las inmediaciones de Mook, el puente de carretera de Malden; la esclusa del Mosa en Heumen; y el puente de carretera en Hattert. Walther en persona dirigiría el ataque sobre el puente de Gennep, empelando tres Kampfdolmetscher holandeses disfrazados de gendarmes de la Marechaussee, entre cuyos cometidos se encontraba el de policía militar del ejército holandés. Estos hombres se infiltrarían en las defensas fingiendo ser la escolta de seis «desertores» alemanes, llevando cada uno armas ocultas.

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En un lugar llamado Küstrin (II). Bombardeos. II/1945

Batalla de baja intensidad, si es que puede existir tal cosa, fue lo que se dio en torno a Küstrin y el corredor de seis kilómetros de largo y entre tres y cinco de ancho que unía la ciudad con el resto del mundo. El Ejército Rojo aún no tenía prisa. Poco a poco se iban concentrando medios en el frente, y con la Conferencia de Yalta (4 a 11 de febrero de 1945) en desarrollo, Stalin no había sufrido todavía el ataque paranoico que iba a obnubilarlo después, cuando tras el reparto de las zonas de influencia en Europa, decidió que los aliados occidentales querían engañarlo y empezó a fustigar a sus comandantes para que tomaran Berlín lo antes posible, y antes de Berlín, estaba Küstrin.

La defensa de Küstrin

El 18 de febrero, el bombardeo destruyó el puente de carretera que cruzaba el río Warthe y unía la ciudad vieja con la nueva. Nada grave, pues pudo ser reconstruido por los ingenieros aquella misma noche, cubriendo la estructura con planchas de modo que los vehículos volvieran a circular sobre él. Lo que no pudieron reconstruir, sin embargo, fue la tubería de agua que suministraba la ciudad vieja, tal vez el mejor bastión defensivo, que a partir de entonces iba a depender de las desuetas bombas que había en su interior. Tal vez a consecuencia de esto, y en un gesto extraño para el Reich, en las dos noches siguientes se dio la orden de evacuar a los civiles. Tampoco hay que hacerse ilusiones, por aquel entonces el término “civiles” excluía a hombre capaz de portar armas. Pronto hablaremos de la guarnición, pero vamos a fijarnos un poco en los soviéticos.

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