La Primera Batalla del Isonzo (23/6 a 7/7 de 1915)
El 23 de junio de 1915 terminó la fase de avance italiana y, tal y como había sucedido en Francia en 1914 –salvando las distancias, por supuesto–, el frente se fijó. A continuación, apenas sin transición alguna, comenzó la que sería llamada primera batalla del Isonzo.
Ese mismo día 23 el general Cadorna, al mando de las fuerzas italianas, ordenó, desde su cuartel general en Udine, que se iniciara el bombardeo preparatorio de artillería. Para ello había reunido alrededor de 700 bocas de fuego, sin embargo, muy pocas eran de calibre pesado y a pesar de durar una semana, el resultado no iba a ser el esperado. Cuando callaron los cañones, 200 000 italianos, pertenecientes a los ejércitos Segundo y Tercero, se lanzaron al asalto. Enfrente, el general Boroevic tan solo tenía la mitad de estos efectivos, pero sus tropas estaban perfectamente posicionadas y atrincheradas, circunstancia que anuló el potencial italiano.
La fuerza principal italiana en esta ofensiva fue el Segundo Ejército, que debía aprovechar la captura del monte Krn para hacerse con toda la cordillera; y también eliminar la cabeza de puente austro-húngara en la orilla oeste del Isonzo, frente a la localidad de Tolmin, y acabar con la llamada “cabeza de puente de Gorizia”, anclada en el monte Sabotino, las localidades de Oslavia y Podgora y el monte San Michele, en el borde norte del macizo del Carso. Más al sur operaría el X Cuerpo del Tercer Ejército, avanzando por el macizo del Carso hacia Redipuglia.
Durante esta batalla los italianos no solo se iban a ver impedidos por la inspirada defensa de los austro-húngaros, sino que también por sus propias carencias, sobre todo en lo que a ametralladoras, granadas de mano y morteros se refiere. Es llamativo que a pesar de que la guerra llevaba ya más de un año en curso Cadorna no hubiera aprendido absolutamente nada sobre el poder defensivo de las ametralladoras, que iban a barrer a sus soldados en masa mientras recorrían, al descubierto, la tierra de nadie para asaltar las posiciones imperiales.
En el sector de la cordillera de Mrzli y de la cabeza de puente austríaca frente a Tolmin fueron incapaces de lograr nada más que bajas. También se combatió con extrema dureza en torno a la colina 383, con igual resultado. Sin embargo, parece que los combates más duros se dieron en el sector de Gorizia, donde Boroevic había desplegado una unidad nueva, la 58.ª División, dálmata, de montaña, dirigida por el general Zeidler, una hombre cuya característica fundamental era haber hecho carrera en el arma de ingenieros. Era la primera vez que dirigía tropas de combate, y no es difícil imaginarse que la calidad de las fortificaciones en las que se desplegó su división era muy superior las del resto del frente. Nada más llegar a las que serían sus nuevas posiciones solicitó que se le enviaran siete compañías de construcción, y el resultado fueron cinco líneas de magníficas trincheras, con las paredes forradas de madera para mantener su integridad, y las localidades de Pogdora y Oslavia convertidas en sendas fortalezas. Lo único que iban a conseguir los italianos, también en este sector, fue que una de sus brigadas llegara temporalmente a la cresta desde la que se puede ver Gorizia, antes de ser enviada de vuelta.
Más al sur, nada más terminar el bombardeo los hombres del Tercer Ejército italiano se pusieron en marcha, e inicialmente consiguieron progresar, incluso bastante, pues conquistaron la localidad de Redipuglia, pero el día 5 sufrieron el contraataque organizado por los húngaros del 17.º Regimiento del Honved, que no solo los mandaron de vuelta a sus posiciones de partida sino que incluso consiguieron conquistarlas, de modo que la batalla iba a arrojar un saldo negativo para el Ejército de Aosta.
La primera batalla del Isonzo terminó el 7 de julio, cuando los cañones italianos se vieron obligados a callar porque se les había acabado la munición. Teniendo en cuenta que, empezado el 23 de junio, el bombardeo había durado una semana, hay que decir que los combates solo habían durado otra antes de que se detuviera la ofensiva. Durante este tiempo los italianos perdieron, oficialmente, 13 500 hombres, y los austro-húngaros unos 10 000, aunque hay autores que hablan más bien de 30 000 y 20 000. Lo que no se perdió fue la compostura del general Cadorna, que a pesar de los errores cometidos y la falta de equipo de sus tropas se negó a aceptar crítica alguna por la pérdida de tantos hombres sin haberse logrado un solo objetivo.