Día 1.- Al iniciarse este mes, la situación táctica de la División es la misma que el mes anterior. Actividad normal de la Artillería y Aviación. Continúan los trabajos de fortificación.
Bajas de personal y de ganado:
De personal: Regimiento 262: 1 soldado herido
De ganado: sin novedad.
Día 2.- Durante la mañana ataca el enemigo con efectivos de un Batallón previa, preparación de Artillería, nuestros posiciones de SAPOLJNA. Ha sido rechazado, haciéndole muchas bajas. Por nuestra parte 2 muertos y 13 heridos.
La escena podría parecer idílica. Henry Behnke, escribano del juzgado de New Ulm, cabalga por la pradera de Minnesota en dirección oeste junto con una caravana de carromatos. EL joven reclutador y sus acompañantes disfrutan de la benigna temperatura de agosto y del previsto éxito de su misión: reunir voluntarios para los ejércitos de la Unión. El único problema es el hombre que yace sobre el camino con un tiro en el cuerpo, justo delante del puente que cruza un barranco.
Sioux del valle del Minnesota
Los hombres corren a ayudar al herido, momento que elige una partida de indios para destapar la emboscada surgiendo de entre la maleza. El tiroteo que sigue es confuso. Varios de los reclutadores mueren de inmediato. Dos de los conductores de los carromatos viran bruscamente y azuzan a los caballos de vuelta hacia New Ulm mientras que otros dos deciden cargar contra los agresores con sus vehículos para dispersarlos, seguramente con éxito, pues los sorprendidos colonos aprovecharán el quinto para cargar a los heridos y a los muertos antes de volver a su punto de partida. Solo falta Behnke.
A principios de 1943, la Marina japonesa inició la construcción del primer Sen-Toku (submarino especial). Se trataba de los submarinos más grandes de la Segunda Guerra Mundial.
Cada uno de estos monstruos, de 122 metros de largo, tenían un desplazamiento de 5.223 toneladas en superficie y 6.560 sumergido. Tenían un largo hangar en la zona media del casco de 31 metros para alojar tres hidroaviones bombarderos que se lanzaban mediante una catapulta desde una rampa de 26 metros situada en la proa.
Acaba de publicar Ediciones Salamina un estudio sobre el líder militar cartaginés Amílcar Barca, padre de Aníbal. Su autor, Luis de la Luna, analiza a lo largo de sus páginas las tácticas militares y las operaciones del periodo a medida que narra grandes conflictos de la época, como la Primera Guerra Púnica, y otros menos conocidos aunque igualemente interesantes, como la Guerra Inexpiable y la campaña en la Península Ibérica (Isphanya).
Cuando se aborda la tarea de escribir sobre Cartago o los fenicios, bien sea para divulgar su civilización, su religión o su sociedad y, sobre todo, cuando se lee acerca de su historia y cultura es imprescindible eliminar de nuestra mente todos los prejuicios antipúnicos que han resultado de la feroz y negativa propaganda que, a lo largo de los siglos, tanto los autores griegos como los romanos, enemigos acérrimos y rivales comerciales de los cartagineses, fueron vertiendo contra aquellos y los fenicios a manera de «leyenda negra».
Dahlgren aceptó plenamente esta visión. «Habiendo visto una gran cantidad de práctica experimental, y presenciado tantos disparos prolongados en acción con el enemigo como los que le tocaron a la mayoría de los oficiales,» declaró en un memorándum de diciembre de 1865, «Estoy satisfecho de que la Artillería Naval no será reemplazada por los Armas estriadas
Thayer Mahan
…el cañón liso y su proyectil redondo es mejor que el cañón estriado y el proyectil cónico.» Oficiales navales americanos, oficiales y expertos en artillería compartieron esta opinión. Gus Fox creía que los cañones de 9 y 11 pulgadas eran los mejores cañones de proyectiles que existían. El capitán James Alden, capitán del balandro de vapor Brooklyn durante la mayor parte de la guerra, dijo que el 9 pulgadas era la «mejor arma jamás hecha»… Los hombres se paran alrededor de ellos y luchan contra ellos con tanta confianza como beben su grog. Alexander Lyman Holley, un fabricante de acero americano y experto en artillería, declaró que, contra objetivos no blindados, los 9 y 11 pulgadas de Dahlgren eran «comparativamente perfectos».
Tras la derrota, más psicológica que real, del general McLellan y su Ejército del Potomac en las batallas de los siete días de finales de junio de 1862, la Guerra de Secesión había llegado a una especia de empate que llevó a las autoridades de Washington a proponer un cambio de estrategia. En vez de tratar de tomar Richmond, la capital confederada, ascendiendo por la península del río James, el ataque iba a llevarse a cabo desde el norte, y en vez de utilizar el Ejército del Potomac, Lincoln decidió crear una fuerza nueva, el Ejército de Virginia, que puso bajo el mando del general John Pope (1822-1892).
El general John Pope, con un toque napoleónico.
Pope había venido del oeste, donde se había labrado la reputación de ser una persona a la vez controvertida y eficaz. Había comandado tropas en Missouri y, sobre todo, el Ejército del Mississippi, con el que había conquistado New Madrid y tomado la Isla n.º 10, una poderosa posición fortificada en el centro del gran río, armada con cincuenta y ocho cañones, que bloqueaba la navegación hacia el sur. Tras haber abierto el Mississippi hasta Memphis, en Tennessee, Pope, considerado un fanfarrón por sus compañeros, y con una excesiva tendencia a meterse en política, estaba listo para ser llamado a los campos de batalla del este. Lo que sucedió no mucho después. Frases como: “vengo del oeste, donde solo hemos visto la espalda de nuestros enemigos”; o “mi cuartel general estará sobre mi silla de montar”, no tardarían en ayudarle a enajenarse la buena voluntad de los jefes de los cuerpos de ejércitos federales en Virginia, que además preferían a McLellan.
Se podría pensar que habría sido «lógico» o «natural» que Dahlgren impulsara el desarrollo de la artillería estriada a su regreso a la oficina en 1868, habida cuenta de los acontecimientos europeos contemporáneos y de la retrospectiva.
Cañón Armstrong de retrocarga
Los británicos habían empezado a distribuir cañones de retrocarga Armstrong a su flota en 1861. En mayo de 1862, cada clase de buque de guerra de la Marina Real llevaba al menos un cañón Armstrong, desde los de 9 libras que se usaban en las lanchas hasta los de 110 libras que se llevaban en los grandes barcos. La precisión del Armstrong de 32 libras a 3.000 yardas era siete veces mejor que la de un cañón de avancarga comparable.
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