Neutrales ocupados por neutrales, Islandia en la 2.ª GM.

Islandia, situada entre las costas noruegas, o el norte de las islas británicas, y la gran isla helada de Groenlandia, se convirtió en un lugar sumamente importante para las operaciones marítimas durante la segunda guerra mundial. Aquella isla privilegiada podía servir para dos cosas: cerrar el acceso de las fuerzas navales alemanas hacia el Atlántico norte desde sus bases en Alemania primero, y en las costas noruegas después, o servir de base a aquellas mismas fuerzas si la isla pasaba a ser controlada por el eje.

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Tropas finlandesas entrenándose en el tiro, antes de la guerra.

Nada más estallar la guerra, Islandia dio una de cal y una de arena. Por un lado se declaró neutral, limitando la estancia de los buques de guerra beligerantes en sus aguas y prohibiendo la actividad militar aérea sobre su territorio. Esa fue la de cal. Por otro fue incapaz de hacer cumplir estas normas, e incluso redujo el presupuesto de su fuerza de guardacostas, aunque a partir de 1940 sus fuerzas de defensa empezaron a entrenarse. Esa fue la de arena. Cuando, el 9 de abril, Dinamarca fue ocupada por Alemania, el gobierno de la isla abrió una legación en Nueva York, pero también reafirmó su neutralidad y se negó a convertirse en cobeligerante con los aliados a pesar de que sus monarcas, que eran también los de Dinamarca, habían caído en manos de los nazis. La actuación de la legación germana en la isla y la importancia estratégica del pequeño país, que ya hemos comentado, llevaron a los británicos a invadir Islandia el 10 de mayo.

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1918: La Ceguera del cabo Hitler (I)

«Como mensajero, su frialdad y valentía, tanto en las trincheras como en los combates en campo abierto, han sido ejemplares e, invariablemente, se ha presentado voluntario para ejecutar tareas en las condiciones más difíciles y peligrosas. Cada vez que las comunicaciones han sido completamente eliminadas en un momento crítico de la batalla, los mensajes importantes han llegado a su destino, a través de todo tipo de dificultades, gracias a los incasables y devotos esfuerzos de Hitler. Recibió la Cruz de Hierro de segunda clase por su valentía el 1 de diciembre de 1914. Merece enteramente la Cruz de Hierro de primera clase».

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Adolf Hitler, durante la Primera Guerra Mundial

Así rezaba la citación del teniente Hugo Gutmann, judío y superior de Hitler en aquel momento, proponiéndolo para que se le entregara la preciada condecoración. Aquella citación, valentía, todas estas virtudes, servirían al cabo austríaco, una vez convertido en Führer, para amilanar a muchos de sus generales. Sin embargo, las cosas no eran tan evidentes. Creemos saber que, casi finalizando la primera guerra mundial, Hitler sufrió un ataque de gases que lo dejó ciego, sin embargo, hay autores, como Joachim Fest, que consideran que dicha ceguera fue autoinducida, y tuvo mucho que ver con el repentino cambio sufrido por la guerra.

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La directiva secreta 1601/41 y el destino de Leningrado.

 

La participación del Ejército alemán en los crímenes del nazismo es, sin duda, una de las cuestiones que más tinta han vertido con respecto a la Segunda Guerra Mundial. Si bien inicialmente la Wehrmacht quedó libre de toda culpa, y muchos de sus miembros acabarían formando parte de las fuerzas armadas de la nueva Bundeswehr, e incluso alcanzarían posiciones de mando en la OTAN, con el tiempo este punto de vista se ha ido matizando, hasta llegarse al convencimiento de que las fuerzas armadas alemanas tuvieron mucho que ver con los crímenes cometidos bajo la égida de Hitler, sobre todo en el este.

 

Russian men and women rescue their humble belongings from their burning homes, said to have been set on fire by the Russians, in a Leningrad suburb on Oct. 21, 1941. (AP Photo)
Incendios en Leningrado, fueron uno de los elementos fundamentales del terror hitleriano. Luego, con el invierno, vendría el frío.

La directiva a la que hoy nos referiremos es tan solo un ejemplo, un ladrillo más, si se quiere, de la intervención de algunos oficiales alemanes en crímenes de guerra. El 21 de septiembre de 1941, una vez cercada la ciudad de Leningrado por los alemanes, el Major Walter Warlimont, de la Wehrmacht, presentó un memorando titulado: “del bloqueo de Leningrado”. En él se presentaban diferentes soluciones al problema de cercar una ciudad tan grande, y se ofrecían diversas soluciones, con sus pros y sus contras.

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Rommel y las consecuencias de un ataque indebido (y III)

Terminaba el mes de abril de 1941, en el que Rommel había desencadenado un violento ataque contra las posiciones británicas en Cirenaica que lo había llevado a sitiar Tobruk y posicionar sus tropas en la frontera líbico-egipcia, duplicando la extensión de sus líneas de suministro, desgastando la capacidad combativa de sus unidades y poniendo en jaque la posición del eje en el norte de África. Tal vez consciente de ello, los informes que enviaba a Berlín no eran claros, excepto en su reiterada solicitud de refuerzos. Realmente, en ese momento, la suerte de Rommel fue que los británicos, cuyas tropas, enviadas a Grecia, estaban siendo derrotadas, tampoco tenían la fuerza suficiente como para atacarlo.

Messerschmitt 109 en Áfrika. Magnífico avión, fue la columna vertebral de la Luftwaffe en este escenario.

Como hemos explicado en las anteriores entradas de esta serie, las peticiones de refuerzos inicialmente enviadas por Rommel fueron rechazadas, pero finalmente, en parte por intercesión de Hitler y en parte porque el general Halder, jefe del Estado Mayor General, consideraba que, en la situación en la que estaban, el eje no podía permitirse una retirada en el norte de África, se acordó enviar al otro lado del Mediterráneo cinco batallones de tropas, uno de ingenieros de asalto y dos batallones de artillería costera. Además, se ordenó acelerar el transporte por ferrocarril de las fuerzas de la 15.ª División panzer que seguían en tránsito hacia sus puertos de embarque en el sur de Italia.

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Rommel y las consecuencias de un ataque indebido (II)

A mediados de abril de 1941, tras haber conquistado, “gloriosamente”, la Cirenaica excepto Tobruk y haberse plantado en la frontera Egipcia, Rommel, con sus líneas de suministro estiradas al límite y con sus tropas dispersas por todo el este de Libia, se vio metido en un aprieto. Así, mientras la propaganda del régimen nazi empezaba a crear el mito del invencible Rommel y su Deutsches Afrika Korps, el general, sobre el terreno, empezó a temer la posibilidad de un ataque británico en su flanco sur, desde la profundidad del desierto, y solicitó que se le enviaran tropas de refuerzo.

Tras los avances espectaculares, había llegado el momento de atrincherarse en posiciones fijas, una asignatura en la que los alemanes iban a demostrarse también muy capaces.

Esta situación no solo se oponía a la letanía de victorias que cantaba el ministerio de Goebbels, sino que también contradecía rotundamente los motivos alegados en su momento por Rommel para desencadenar una ofensiva que iba mucho más allá de los ataques limitados que se le había autorizado a llevar a cabo, saltándose “a la torera” la misión fundamental de las tropas germano-italianas en Libia: defender Tripolitania.

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Rommel y las consecuencias de un ataque indebido (I)

“En lo que a Rommel se refiere, mi punto de vista es que gracias a la propaganda, primero de Goebbels, luego de Montgomery  y, finalmente, después de que fuera envenado, de todas las antiguas potencias enemigas, se ha convertido en un símbolo de las mejores tradiciones militares. Su liderazgo es glorificado, así como su carácter, especialmente su caballerosidad, bondad y modestia… Cualquier crítica pública de su personalidad, ya legendaria, deñaría la estima en que se tiene al soldado alemán en general” Así hablaba, después de la guerra, el general Kirchheim, sobre el zorro del desierto negándose a criticar al hombre bajo cuyas órdenes había servido cuando era oficial de la 5.ª División ligera.

Erwin Rommel dando órdenes des uno de sus vehículos de mando. Su capacidad para controlar la situación no fue tanta como se cree.

Lo cierto es que la figura de Rommel se ha ido concretando a lo largo de los años, pasando del mito del gran general a ser considerado un buen táctico, pero un mal operador y un fatal estratega. El objetivo de este artículo no es, por otro lado, analizar el mito, sino exponer, a la luz de la historiografía más reciente, como uno de sus supuestos momentos de triunfo lo puso, en realidad, al borde del desastre.

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Serbia 1914. La segunda derrota austríaca.

                Tras la ofensiva austríaca de primeros de agosto, los serbios decidieron lanzar su propio contragolpe. Los combates por Sabac habían comenzado el 14 y continuarán hasta el 26. Frente a un enemigo que se refuerza constantemente, los serbios atacan una y otra vez, con suma fiereza, para liberarla. Cuando por fin lo consigan, la ciudad estará en ruinas. Ese mismo día, y con el fin de ayudar a sus aliados rusos, el 1.er Ejército Serbio desencadenará un ataque para evitar que el 2.Armee austríaco acabe de trasladarse hacia Galizia.

El cañonero Bodrog, sobre el río Save. Las flotillas fluviales austríacas también jugaron su papel.

                Aproximadamente una semana más tarde, entre el 5 y el 6 de septiembre,  los combates son rabiosos en la región de Sirmia. Todo comienza con el cruce del Save, los serbios avanzan con vigor, pero la munición de las unidades que han cruzado el río se agota, y las tropas austro-húngaras contraatacan antes de que los ingenieros hayan terminado de construir los puentes que reforzarán a los agresores y al final sufren numerosas bajas, entre otras cosas, a causa de los hombres que se ahogan cruzando de nuevo el río en dirección sur. Por mucho que la ofensiva parecía prometer, han sido incapaces de conquistar Surcin, la principal localidad de la zona, aunque si conquistan Zemun. El 13, los serbios contabilizan más de 6000 muertos, frente a 2000 enemigos, y suspenden el ataque.

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