La Gran Armada de 1588 y la Contraarmada de 1589 son las protagonistas en estas jornadas que se celebrarán los proxímos días 28 y 29 de febrero en el Toboso (Toledo).
El viernes día 28 de febrero se impartirá la conferencia que lleva por título La Invencible y su Leyenda Negra, a cargo del historiador naval Antonio Luis Gómez Beltrán.
El sábado día 29 de febrero tendrá lugar la conferencia titulada La Contraarmada. La mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra a cargo del historiador Luis Gorrochategui Santos.
A primeros de 1944, Lituania estaba a punto de sentir todo el poder de la garra nazi. El país, que ya había tenido que sufrir la ocupación soviética y, durante unos meses, había agradecido la “liberación” traída por los alemanes desde sus victorias iniciales en la invasión de la Unión Soviética, había ido sufriendo, poco a poco, cada vez más la tiranía de sus auténticos amos.
Tras la negativa del embrión de Gobierno lituano a animar a
sus ciudadanos a alistarse en las SS o a unirse a los alemanes en su lucha
contra el bolchevismo, lo que tuvo como resultado que solo un 20% de los
llamados a filas se presentaran a la campaña de reclutamiento lanzada en 1943,
los alemanes reaccionaron arrestando a los principales intelectuales del país,
para mandarlos al campo de concentración de Stutthof, cerca de Danzig.
Ediciones Salamina acaba de publicar la segunda parte del estudio de Agustín Rodríguez de la desconocida Armada española del Siglo XVII, en cuyo prólogo dice el autor: En este segundo volumen y partiendo de la consideración de que efectivamente la batalla de Las Dunas supuso un cambio de orientación en la lucha, al pasar de la ofensiva a la defensiva, ante la magnitud y variedad de los distintos frentes de batalla, y ante el agotamiento en todos los órdenes del país, se desgranará cómo las armadas de Felipe IV de España siguieron oponiendo una denodada resistencia y obteniendo más de un éxito, algunos de ellos realmente decisivos.
Y es que después de una larga y agotadora guerra que duraba para España desde 1618, los triunfos enemigos fueron bastante limitados. Como se irá desgranando en la narración, el carácter de la lucha tomó, como es ya conocido en los frentes terrestres, un aspecto de campañas y batallas que o bien son indecisas o bien poco resolutivas, ante el progresivo agotamiento de todos los enfrentados, no sólo, como se pretende habitualmente, de la propia España.
Eran las 8.55 de la mañana del 26 de octubre de 1942 cuando los quince bombarderos del Hornet dirigidos por el capitán de corbeta Widhelm avistaron a la Fuerza de Vanguardia de Abe, en la que no había portaaviones, y su jefe decidió seguir adelante en busca del blanco más preciado. Mientras lo hacían, su buque recibió la brutal paliza que narramos en la entrada anterior.
A las 9.15, los portaaviones japoneses se hicieron por fin visibles
sobre el horizonte, y se inició un duro combate contra los Zero de la patrulla
aérea de combate en el que Widhelm cayó derribado sobre el mar, junto con otro
compañero, mientras que otros dos SBD recibían daños y tenían que iniciar el
viaje de vuelta. Durante estos minutos de combate, el jefe de la escuadrilla
había comunicado por radio repetidas veces, casi con desesperación, la posición
de los buques nipones, para que los torpederos del Hornet, que habían realizado
la ruta por su cuenta, pudieran llegar hasta ellos. Sin éxito. Tras haber
agotado su radio de alcance, los torpederos iban a tener que iniciar la vuelta
sin haber logrado encontrar a los portaaviones enemigos. Tampoco los aviones del
Enterprise lo conseguirían.
“Atacar, repito, atacar, el comandante en jefe del Pacífico sur ordena acción a las TF61 y 64”. Ya hemos visto cómo el avistamiento de la flota japonesa animó al vicealmirante Halsey a lanzar a sus portaaviones contra el enemigo, pero, ¿qué sabía Halsey, o por las mismas el contralmirante Kinkaid, de la fuerza a la que se enfrentaban? Si el lector recuerda las entradas anteriores, los aviones de patrulla estadounidenses habían avistado la flota avanzada del almirante Kondo, con dos acorazados, cuatro cruceros pesados y un portaaviones, y también la de vanguardia del contralmirante Abe, con dos acorazados y tres cruceros. Parece que el catalina del Teniente Hampshire indicó también la presencia de dos portaaviones japoneses ¿podían ser el Shokaku, el Zuikaku o el Zuhio? Acosados por la caza, la tarea de los aviones de reconocimiento no solía ser fácil, y la información no siempre llegaba a su destino correctamente.
Tampoco es que la situación táctica de los portaaviones de
Kinkaid fuera ideal ya que para atacar los japoneses tenía que aproar su flota hacia
el noroeste, de modo que, si bien se reducía la distancia entre ambas flotas,
al tener el aire de popa los grandes navíos norteamericanos tenían que virar
180 º para aproar al viento cada vez que quisieran lanzar o recoger
aviones, lo que suponía una pérdida de tiempo. Los japoneses no tenían ese
problema.
“En la mañana del 29 de marzo se repitió el ataque aéreo. Lo siguió una preparación de artillería. Desde mi puesto de observación, pude ver como los proyectiles pesados eran disparados a bocajarro contra los blocaos y los refugios que el enemigo había acondicionado en los diques. Era impresionante. Las explosiones arrojaban grandes trozos de piedra y troncos hacia las alturas. A las 8.30 horas, nuestros grupos de asalto desembarcaron sobre la isla. Diez minutos más tarde oímos el tableteo de las ametralladoras y de otras armas automáticas, y las explosiones de las granadas y los Panzerfaust”.
Así narró Georgii Zhukov el asalto a las últimas posiciones
alemanas en Küstrin, donde los hombres de Reinefarth iban a resistir a lo largo
de toda la jornada antes de escapar. Mientras, en la ciudad vieja, los 135 hombres
del Volkssturm que no habían conseguido escapar antes de la voladura de los
puentes, se habían refugiado en el extremo norte de la península.
Tras la caída de la ciudad nueva, al este del río Warthe, los soviéticos cambiaron su objetivo y decidieron que, antes de conquistar la ciudad vieja y la isla, lo mejor era cerrar el corredor que comunicaba Küstrin con el resto del territorio todavía dominado por las fuerzas armadas alemanas.
Para conseguirlo, Zhukov ordenó a sus dos ejércitos sobre el
terreno que ejecutaran un ataque desde el norte y el sur, pero no directamente
hacia el corredor, sino hacia su punto de partida al oeste. El 5.º Ejército de
Choque debía enviar dos divisiones de fusileros, reforzadas –60.ª de Guardias y
295.ª de fusileros, del XXXII Cuerpo–, en dirección a Golzow (una), y desde
Alt Bleyen a Gorgast (la otra). Su objetivo era atravesar las líneas alemanas
en las regiones de Genschmar y Alt Bleyen, pero detenerse antes de conquistar
Golzow propiamente dicha. Desde el sur, el 8.º Ejército de Guardias atacaría
hacia el noroeste y avanzaría hasta las localidades de Golzow, Alt Tucheband y
Hathenow, con un ataque subsidiario hacia Kietz. Esta fuerza también iba a
disponer de dos divisiones de fusileros, reforzadas –47.ª y 57.ª divisiones de
fusileros de la guardia–, para cumplir con su misión.
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