El Bismarck y la indiscreción del almirante Günther Lütjens (III y final)

El pasado día vimos que hacia a las a 03:06 los cruceros ingleses perdieron el contacto radar.

Pasarán treinta horas hasta que el Bismarck pueda ser marcado por las unidades inglesas, quizás las más angustiosas para el Almirantazgo inglés, pues el acorazado se escapa de la tela de araña urdida en su destino a Brest.

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El Bismarck y la indiscreción del almirante Günther Lütjens (II)

Decíamos el día anterior que en esta época los radares navales ingleses eran mas evolucionados, sin embargo ambos cruceros fueron sorprendidos y detectaron la presencia a solo 13 Km de forma visual, poniéndose en claro peligro de ser destruidos. ¿Qué pasó?

No olvidemos que en ese momento los cruceros navegaban dándole la popa a los alemanes. El Norfolk estaba equipado con un radar tipo 286, este era una evolución del ASV Marca II, y por tanto de antenas fijas de dipolos, con una de transmisión central y dos laterales de recepción, por lo que solo podía ver en la dirección que apuntase la proa del buque; trabajaba a 214 MHz o 1’4 metros de longitud de onda, ¡pan comido para el Metox!

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El Bismarck y la indiscreción del almirante Günther Lütjens (I)

La persecución y hundimiento del Bismarck es uno de los acontecimientos dentro de la batalla del Atlántico más difundido, sin que en su momento se prefijara que este marcaría dos estados de la guerra naval futura a corto plazo; por un lado el canto del cisne del encuentro tradicional de grandes unidades navales.

La batalla del Estrecho de Dinamarca supuso para la Kriegsmarine de 1941 el cenit del éxito, como la de Jutlandia del 31 de mayo de 1916 lo fue para la marina alemana de su época. La actuación de los Fairey Swordfish, aviones de diseño anticuado de estructura básicamente metálica y entelados ha pasado, en el recuerdo de la historia, como el elemento esencial para la caza y destrucción del acorazado alemán el 27 de mayo y ¡cómo no! otra señal emergente del portaviones, sustituto de los grandes mastodontes de acero.

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RHEINUBUNG Y EL BISMARCK (IV) – La Caza

A últimas horas de la tarde llegaron los biplanos Swordfish enemigos. Los aviones procedían del Ark Royal, que había llegado de Gibraltar.

El portaaviones se encontraba a apenas 160 km, distancia asequible incluso para los venerables Swordfish. Esta vez se presentaron 15 atacantes, volando a ras de las olas y avanzando tan lentamente que parecían estáticos. El Bismarck, en palabras de uno de sus marineros, se convirtió en “una montaña que vomitaba fuego”:

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RHEINUBUNG Y EL BISMARCK (III) – La Huida

Los dos buques alemanes estallaron en una algarabía general. Los tripulantes se daban palmadas unos a otros y gritaban y cantaban. Habían hundido el buque de guerra más famoso del mundo, el orgullo de la Royal Navy.

Los oficiales tuvieron que chillar y amenazar para que cada uno volviera a su puesto. El Prince of Wales seguía allí. Sus andanadas sexta y séptima horquillaron al acorazado y tres de los proyectiles lo alcanzaron. El Bismarck y el Prinz Eugen giraron sus cañones hacia el nuevo blanco y dispararon casi al mismo tiempo.

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RHEINUBUNG Y EL BISMARCK (II) – Duelo de Acorazados

A la mañana siguiente, el tiempo empeoró, acompañando las nubes a los buques alemanes como cortinas de protección”. La visibilidad se redujo a 350 metros.

Para mantener la formación, los dos navíos encendieron sus reflectores. Lütjens y sus oficiales estaban convencidos de que habían logrado escapar y que pronto tendrían vía libre en el Atlántico, donde no menos de once convoyes estaban cruzando el océano. La única señal inquietante llegó de B-Dienst, el grupo de interceptación radiofónica y descifrado de la armada, que informó, por unos mensajes decodificados, que los británicos habían detectado a los navíos alemanes y los esperaban en aguas del Ártico.

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RHEINUBUNG Y EL BISMARCK (I) – Proa a Islandia

En cierta ocasión, Adolf Hitler confesó: “En tierra soy un héroe, pero en el mar un cobarde”. Esta es la historia de la primera y última singladura del acorazado alemán Bismarck.

Acorazado Bismarck

Aunque el Führer se interesaba por los submarinos y acorazados y participaba en conversaciones técnicas, no tenía la menor idea de lo que era el poderío naval o de cómo conducir una guerra en el mar. En consecuencia, la armada del Tercer Reich, más que cualquier otra arma, era creación de sus oficiales.  El almirante Erich Raeder procuraba mantenerse distanciado de los nazis. A pesar de las presiones, conservó el saludo naval tradicional alemán.

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