DESPERTAFERRO CONTEMPORÁNEA N.º 13: VERDÚN 1916.

Queda poco para el centenario de una de las batallas más recordadas, conocidas y contadas de la Primera Guerra Mundial. Y sin embargo ¿Qué sabemos de Verdún? Sabemos que fue una batalla muy larga, duró diez meses, sabemos que no dio resultado alguno, pues al final el frente casi había vuelto al punto de partida, que la “lista del carnicero” fue larga y que la vida en las trincheras se hizo insoportable para unos y otros. Pero hay cosas que son menos conocidas. Por ejemplo, que no fue la batalla más cruenta de la guerra, y que, en realidad, la apuesta fue de escaso valor.

Verdun

La batalla comenzó en febrero, bajo la nieve, con un brutal bombardeo de la artillería alemana. El frente era estrecho, alrededor de 10 km tan solo, y las fuerzas que se lanzaron al asalto fueron relativamente escasas en comparación con lo que iba a verse en batallas posteriores; sin embargo progresó, al menos al principio.

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La Cara y la Cruz, dos visiones de los bombardeos durante la primera guerra mundial.

Para abrir este més de septiembre, queremos recalcar hasta qué punto podían ser distintas las vivencias de los bombardeos durante la primera guerra mundial. Para ello aportamos tres testimonios, todos ellos pertenecientes a la batalla de Verdun:

– El primero son las anotaciones hechas por un simple soldado francés, pillado bajo un diluvio de obuses. Estas anotaciones fueron hechas, supuestamente, bajo el bombardeo. Sin embargo, la tranquilidad con la que escribe el soldado nos llevan a pensar que, o bien se hallaba en un refugio muy seguro, o bien en realidad las redactó después de la batalla.

Resultados de los bombardeos en el sector de Verdún. No quedó nada por destruir.

– El segundo testimonio es el del observador de un globo de observación alemán «Drachen». Uno no puede dejar de notar el tono de euforia de la narración. Este testimonio llegó a manos francesas cuando el globo fue derribado por un avión de caza en territorio propio y el observador que iba a bordo fue capturado. Así son las cosas.

– El tercer testimonio narra el bombardeo dentro de la trinchera, y fue dado por un oficial francés con ocasión de una entrevista posterior.

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Verdun: La Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (III/3)

Desde mi puesto de observación, bastante rústico, interrogué el horizonte buscando a los salvadores a los que aún estábamos esperando. En torno a las 14:00, otro problema: resulta que algunos individuos, equipados con aparatos de líquido inflamable colgados de la espalda, salen de sus trincheras a ochenta metros de mí. Pero son avistados, y eso bastó, un sargento y varios granaderos les ajustaron las cuentas rápidamente.

Las trincheras hoy. Casi cien años después, la tierra aún no ha sido capaz de recuperarse.

A pesar de todo la situación se fue haciendo más y más crítica. Las ametralladoras boches barrían nuestras trincheras con facilidad, pues podían ver todos y cada uno de nuestros movimientos. Recomendé a mis hombres que debían actuar con la mayor precaución; pero a pesar de todo otro ametrallador recibió un tiro, cerca de mí, ya que  el rincón en el que me hallaba era un objetivo especialmente favorecido, pues que los alemanes podían ver mis señales ópticas. A pesar del riesgo, tenía que comunicar con la retaguardia a toda costa.

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Verdun: la Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (II/3)

En aquel momento crítico nadie perdió su sangre fría, y poco después, tras haber sido desenterrada, desmontada y limpiada, la ametralladora estaba de nuevo en funcionamiento; dos tiradores voluntarios se encargaron de ella. Todo lo acontecido hasta entonces no era más que el comienzo del ataque, al menos para nosotros, pues los supervivientes de las ocho compañías desplegadas a mi izquierda acababan de ser capturados después de que numerosos oficiales encontraran la muerte durante el combate.

Infantería alemana atacando.

En torno a las 07:00 de la mañana, se desencadenó un segundo ataque, con la intención de romper nuestra desesperada resistencia. A mi derecha aún aguantaba la 4ª compañía, con la que seguía en contacto. Esta vez el humo se había disipado. Vimos descender del fuerte Douamont la línea gris de los fusileros enemigos. Era la misma maniobra que habían llevado a cabo dos horas antes; mis valientes iban a maniobrar igual de bien.  Tan solo unos pocos alemanes consiguieron, a duras penas, volver a las trincheras de las que habían partido.

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Verdun: la Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (I/3)

Tal y como prometimos hace unos días, traducimos en esta entrada y las siguientes, el testimonio de Polimann, Teniente del 137º de Infantería y abad en la vida civil, especialmente interesante no solo por la polémica de la trinchera de las bayonetas, sino también como descripción de lo dura y confusa que llegó a ser la primera guerra mundial.

Esta foto ha sido identificada como la de la trinchera que quedó enterrada. Si no lo es, sin duda fue una muy similar

Estamos a 11 de junio de 1916.

“Un bombardeo de Verdún particularmente violento hace que los dos batallones de línea sufran pérdidas enormes. Instalados en cráteres de obús, vagamente organizados, todos tenemos la misma orden, muy clara: resistir en nuestras posiciones.

Varios alemanes se nos habían rendido ya, informándonos de que un ataque es inminente.

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La Trinchera de las Bayonetas – Enterrados vivos o muertos

La historia básica es sencilla: el 12 de junio de 1916, en plena batalla de Verdún, en medio del caos y de la destrucción causada por el fuego de artillería, que labra los campos, dos medias secciones, una de la 3ª y otra de la 4ª compañía del 137 regimiento francés de infantería, aguantan a pie firme en la sección sur del “Ravin de la Dame”, entre la granja de Thiaumont y el bosque de Nawé. Estoicos, sumergidos bajo una lluvia de bombas, los hombres, incapaces de servirse de sus fusiles, dañados por el polvo y el humo, que reducen la visibilidad a menos de un metro, calan bayonetas y esperan. La tierra les llega hasta el pecho, hasta los hombros, la boca, los ojos… “Poco a poco, erigen un monumento” (termina la narración Jean Norton Cru, que no cree que esto sucediera en realidad). El origen de la historia fue una hilera de bocas de fusil, algunos con la bayoneta calada, encontrados surgiendo de la tierra dos años después del final de la guerra, que de inmediato atizaron la imaginación del público.

La Trinchera de las Bayonetas en 1920.

El acontecimiento causó una viva polémica tras la guerra, ya que los testimonios se cruzan y entrecruzan para desfigurar la verdad sobre estos hechos. Uno de los primeros en contar la historia pudo ser Henri Bouvard (Comandante y miembro del Estado Mayor del 2ème Armée), en la primera edición de su libro: “La Gloria de Verdún”, en base a una historia contada por el comandante Dreux, que combatió a escasos metros de aquel lugar a lo largo de aquella jornada.

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