Después fue discutida la cuestión de las fuerzas de combate y de los problemas logísticos. A conscuencia de las grandes pérdidas de vehículos sufridas durante la estación del barro, y al intenso frío, no eran suficientes los transportes disponibles para el aprovisionamiento de las tropas.
Guderian detrás a la derecha de Hitler
Y como no se había enviado material para reemplazar el tonelaje perdido, las tropas tenían que valerse incluso de los medios del país: trineos, de los que solo un pequeño número tenía suficiente capacidad de carga. Muchos de estos vehúculos se emplearban para sustituir a los camiones. Requerían un elevado número de hombres para su utilización. Hitler formuló entonces su pretensión de que eran excesivas las
La crónica del coronel Francisco Verdugo de la defensa durante catorce años de los territorios de La Frisia (Frisia, Groninga, Overijssel y Güeldres) frente a los estados rebeldes liderados por Guillermo de Orange y los miembros de su familia es un testimonio de primera mano de valor excepcional de un militar español de la época de las Guerras de Flandes.
Desde que partiera en el año 1579 para Groninga por orden de Alejandro Farnesio en calidad de capitán general hasta que la ciudad terminara capitulando en 1594 defendió todas aquellas tierras situadas al norte de los grandes ríos Mosa, Bajo Rin y Waal en una multitud de asedios, batallas, y escaramuzas con los exiguos recursos que la Monarquía pudo poner a su alcance. De manera incansable tuvo que lidiar con la animadversión de los burgueses de las ciudades, con los motines de las tropas y con las intrigas, celos y envidias que le profesaban algunos caballeros de
Con la ofensiva sobre Moscú a punto de convertirse en una catástrofe, Heinz Guderian voló por su cuenta hasta el cuartel general de Hitler en Prusia Oriental con la esperanza de convencerlo de la necesidad de una retirada. La osadía le costaría el puesto y la carrera.
¡Frailecito, frailecito, vas a dar un mal paso! le espetaron los colegas de Guderian cuando les comunicó su decisión de ir a ver a Hitler. Sabía que no iba a ser fácil hacer comprender al Führer mis puntos de vista Pero en aquel tiempo aún confiaba en que nuestro mando supremo fuera receptivo a unas explciaciones sensatas si procedían de un general con experiencia en el frente. Con esta confianza iba en el vuelo desde el frente invernal al norte de Orel, hacia la lejana Prusia Oriental, donde se hallaba bien provisto y bien caldeado el Cuartel General del Führer.
El 20 de diciembre de 1941 a las 15:30 aterricé en el áeródromo de Restenburg. Mi confernecia con Hitler , de cinco horas de duranción, solo fue interrumpida por dos pausas de media hora, para la comida y para la proyección del noticiario que Hitler tenía por costumbre ver.
Hacía las 18 horas fui recibido por Hitler en presencia de Keitel, Schmundt y algunos otros oficiales. No tomó parte en esta conferencia el jefe del Estado mayor del Heer, ni ningún otro represnetatne del OKH, de entre los actuales comandantes en jefe ascendidos por Hitler después del relevo del mariscal de campo von Brauchitsch. Estaba yo, pues -como ya sucediera el 23 de agosto de 1941, frente a la camarilla del OKW. MIentras Hitler se dirigía hacia mí para saludarme, recibí por primera vez con extrañeza una mirada helada, hostil; vi un destello en sus ojos que me produjo la sesación de que estaba prevenido en contra mía. La tétrica iluminación del reducido espacio reforazaba la penosa impresión.
El informe empezó con mi descripción de la situación estratégica del 2 Panzergruppe y del 2 Armee. Seguidamente abordé el punto de vista de que ambos éjercitos en la posción Susha-Oka retrocedieran por separado, recordando que tal cuestión la había sometido al criterio del mariscal von Brauchitsch en Roslwal, el día 14 de diciembre y había recibido su aprobación. Estaba convencido de que Hitler había sido informado de ello. Pero cual no sería mi sorpresa cuando exclamó con violencia: ¡No, lo prohibo! Aununcié que se estaba realizando el movimieno dipuesto y que delante de esta línea fluvial no existía ninguna posición favorable. Si quería conservar las tropas y fijar una posición que pudiera mantenerse durante el invierno, entonces no cabía otra solución.
Hitler: ¡Entonces tendrá usted que incrustarse en el terreno y defenderlo palmo a palmo!
Yo: Incrustarme en el terreno no es posible ya en ninguna parte. El hielo alcanza metro y medio de profundidad y nosotros con nuestros débiles útiles de fortificacio¡ón no podemos llegar a la tierra blanda.
Hitler: Entonces debe usted hacer fuego con obuses pesados de campaña, para formar una posición de embudos, como hicimos en Flandes durante la IGM.
Yo: En la IGM nuestras divisiones tenían que defender en Flandes sectores de 4 a 6 kilómetros y para su defensa contaban con dos o tres grupos de obuses pesados y en proporción con abundantes municiones. Mis divisiones tienen que defender sectores de 20 a 40 kilómetros de frente y cada una solo posee 4 obuses con unos 50 disparos por pieza. Si quisiera emplearlos para formar embudos, conseguiría hacer 50 pozos poco profundos y de pequeño tamaño rodeados de negras machas, pero nunca una posición de embudos. En Flandes nunca hubo temperaturas comparables a las que sufrimos ahora. Además necesito mis municiones para defenderme de los rusos. Cuando queremos tender líneas telefónicas, hemos de producir voladuras para poder clavar los palos puntiagudos. ¿De dónde sacaríamos munición suficiente para construir una posición de tal extensión?
Hitler se mantuvo firme en que se llevara a cabo la defensa donde estábamos.
Yo: Eso significa el paso a la guerra de posiciones en terreno inaduecuado como en el frente occidental en la IGM. Entraremos en la misma batalla de material y experimentaremos las mismas espantosas perdidas que en aquel tiempo, sin poder luchar para conseguir un desenlace. Ya en este invierno sacrificaremos la sangre de nuestros cuerpos de oficiales y suboficiales y de quienes les sustituyan, y este sacrificio será inútil y además irremplazable.
Hitler: ¿Cree usted que los granaderos de Federico el Grande morían con gusto? También querían vivir, y sin embargo, estaba el Rey autorizado para pedirles el sacrificio de sus vidas. Me creo autorizado en el mismo caso para exigir a todos los soldados alemanes el sacrificio de sus vidas.
Yo: todo soldado alemán sabe que en la guerra ha entregado su vida a su patria, nuestros soldados han demostrado hasta ahora que están realmente dispuestos a aceptar este sacrificio. Pero este sacrificio solo se puede exigir cuando es provechoso. La solución que se me indica condirirá a pérdidas desprorporcionadas con los resultados alcanzados. En primer lugar en la propuesta que yo he presentado, en la posición Susha-Oka, como resultado de los combates de otoño, hay posiciones construidas y protección contra el clima. Ruego que se piense en el intensísimo frío, nos ha hecho casi el doble de bajas que el fuego enemigo. Quien haya visto los hospitales de congelados, sabe la importancia que esto tiene.
Hitler: Se que usted se ha movido mucho y ha estado siempre junto a las tropas. Pero estaba demasiado próximo a los sucesos y se ha dejado impresionar demasiado por los padecimeintos de los soldados. Tiene usted demasiada indulgencia con ellos. Debería separarse más del frente. Créame usted, alejándose se ven las cosas con más claridad.
Yo: Evidentemente es mi deber suavizar en cuanto pueda los sufrimientos de mis soldados. Peo esto es difícil si los hombres aún no tienen vestuario de invierno y la infnantería en su mayor parte , corre de un lado a otro con pantalones de verano. Faltan botas, ropa interior, guantes , pasamontañas, y los que hay se encuentran en el más lastimoso estado.
Hitler estalló: Eso no es cierto. El Intendente General me ha informado que el vestuario ha sido enviado.
Yo: Concedo que haya sido enviado, pero no ha llegado Sigo con interés su camino. Ahora está en la estación de Varsovia y tardará seis semanas en llegar desde allí a conscuencia de la falta de locomotoras y obstrucciones en la circulacón, si no tarda más. Nuestras demandas en septiembre y octubre fueron bruscamente rechazadas y ahora es demasiado tarde.
Fue llamado el intendente General y confirmó mis aseveraciones.
Erhard Raus fue uno de los generales de tropas blindadas y de grandes unidades más capaces de la Wehrmacht. Si Erich von Manstein es bien conocido por los conceptos de movilidad y defensa elástica, Raus debiera serlo por su concepto de «tácticas de defensa de zona».
Heinz Guderian, siendo Jefe del Estado Mayor del Ejército, lo consideró «uno de nuestros mejores generales de blindados» y a menudo contó con Raus en las situaciones críticas. Ediciones Salamina [antigua Platea] sigue con su buen hacer, poniendo al alcance del público español documentos históricos de primera clase, como son estas memorias de campaña de Erhard Raus en el Frente Oriental. Raus era austríaco y había luchando en la I Guerra Mundial con el Ejercito Austrohúngaro. En 1941, a pesar de haber desempeñado hasta entonces funciones de estado mayor, le asignaron el mando de una brigada de la 6ª División Panzer. El buen ojo del austriaco para el terreno, su comprensión innata de la guerra de armas combinadas, y su instinto en la utilización de tácticas poco ortodoxas lo llevaron dirigir la 6ª División Panzer poco después de comenzada Barbarroja. Cuando en enero de 1942 la llegada del invierno, las largas líneas de aprovisionamiento y el marcado agotamiento de hombres y máquinas convirtieron a la 6 División Panzer en poco más que una sombra a las afueras de Moscú, el coronel general Walther Model (recién nombrado comandante del Noveno Ejército) mostró una notable clarividencia al ceder el control de toda su área de retaguardia y líneas de suministros al cuartel general de Raus.
En unos juegos de guerra llevados a cabo durante unas maniobras en diciembre de 1940 Zhukov obtuvo la victoria con el bando invasor, llevando a cabo las mismas operaciones que siete meses después ejecutarían los alemanes con Barbarroja. Lo cuenta de su puño y letra.
Aunque sea algo poco conocido en los círculos occidentales, un joven Gueorgui Zhukov había recibido el mando del llamado ejército «azul», que se estaba enfrentando al ejército «rojo» a lo largo de la frontera occidental de la Unión Soviética.Por entonces la Alemania nazi y la URSS mantenían buenas relaciones y eran aliados, no hacía mucho que se habían repartido los despojos de Polonia. Los «rojos» en realidad representaban a las tropas soviéticas desplegadas en un supuesto frente occidental, y las «azules» podían suponerse «alemanes» para los propósitos de las maniobras militares que tuvieron lugar. Era el mes de diciembre de 1940 y Alemania todavía no se había revuelto contra su aliado.
Zhukov, comandante en jefe del Distrito Militar de Kiev, se lo había tomado este ejercicio de ocho días de duración muy en serio, y en consecuencia, el «ganador» una vez concluido no fue el ejército «rojo», a pesar de la ayuda recibida por parte de los arbitros. El ganador fue Zhukov, y siete meses más tarde el «ganador», empleando en gran medida la misma estrategia, fue la Wehrmacht alemana.
La gesta de Alvin C. York durante la Batalla del Argonne es uno de los casos de heroismo individual más extraordinarios de todos los tiempos.
Nació en una cabaña de una sola habitación en Pall Mall, Tennessee el 13 de diciembre de 1887. Poco después de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, Alvin Cullum York fue llamado a filas. Por sus creencias religiosas Alvin trató de obtener la excedencia en cuatro ocasiones, pero finalmente tuvo que presentarse el 15 de noviembre de 1917 en Camp Gordon, Georgia, para hacer la instrucción.
La batalla de Tolentino fue la última batalla campal de la campaña. Bianchi se había hecho fuerte en el Monte Milone. Cuando la avanzadilla de Murat llegó el 2 de mayo, lanzó a sus tropas en un ataque muy exitoso. Los napolitanos aseguraron la posición, pero un alto coste de bajas, entre ellos varios generales. La situación seguía siendo crítica, pero la suerte aún podía cambiar. Si Murat lograba hacer que Bianchi se retirara y volvía a Ancona para caer sobre el I Cuerpo podía convertir el desastre en una victoria. Murat planeó la batalla para el 3 de mayo. Mientras tanto, hizo descansar a sus tropas y ordenó a los forrajeadores que buscaran comida. Al alba el ejército estaba disperso.
La Batalla de Tolentino
A media mañana la Guardia Real avanzó impetuosamente, sin órdenes, contra las tropas de Bianchi. Sin poder hacer nada para replegarlos, Murat lanzó todo lo que tenía en el ataque. Liderando personalmente la lucha en las primeras filas, Murat lideró varios asaltos, pero los austriacos mantuvieron sus posiciones.
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