EL DÍA DEL ULTIMÁTUM, por la tarde. El Barón Giesl Descarga el Rayo.

 

BELGRADO. Quedan pocos minutos para la hora acordada y el embajador austro-húngaro está a punto de entrar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Serbia.

Allí lo esperan Lazar Pacu, que no ha conseguido hacer volver a Pasic, y Slavko Gruic, quien a diferencia de su colega habla francés y en consecuencia puede comunicarse con el visitante.

El Barón Giesl Freiherr von Gieslingen.

Son las 18:00 en punto cuando Giesl entrega el ultimátum a Pacu, acompañado por un anexo de dos páginas y una explicación que le está dirigida como primer ministro en funciones; y a continuación le informa de que el plazo para contestar es de 48 horas y de que cuando expire, si la respuesta es insatisfactoria o no hay respuesta, romperá las relaciones diplomáticas y volverá a Viena con todo el personal de la legación.

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EL DÍA DEL ULTIMÁTUM, durante la mañana. Redoblan los Tambores, se Avecina la Tormenta.

 

SAN PETERSBURGO. La visita está llegando a su fin y más allá de Rusia aún no parece haber sucedido nada nuevo. Raymond Poincaré y el Zar Nicolás II se hallan uno junto a otro asistiendo a un imponente desfile militar. 70.000 hombres que marchan al son de (que sorpresa) “Sambre et Meuse” y la “Marche Lorraine”.

Tropas rusas desfilando en un campo de maniobras, antes de partir a la guerra.

Lo más llamativo es que los soldados no llevan puesto el uniforme de gala, sino el color caqui de los entrenamientos.

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EL DÍA DEL ULTIMÁTUM, a primera hora. Todo Empezó con una Llamada Telefónica.

 

BELGRADO. Hoy es el día acordado por el Consejo Ministerial Conjunto de Austria-Hungría para presentar el ultimátum, y las cosas deben hacerse como es debido. Para empezar, el Barón Giesl, embajador de la doble corona en la capital Serbia, debe asegurarse de que habrá alguien para recibirlo. Por eso llama al Ministerio de Asuntos Exteriores Serbio, para informar de que al final del día debe entregar al Primer Ministro Pasic una comunicación importante procedente de Viena.

Lazar Pacu, Ministro de Finanzas y, en aquel momento, Primer Ministro en funciones de Serbia.

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22 de Julio, por la noche. EL Lobby Particular de la Gran Duquesa Anastasia.

 

Esta noche le toca al Gran Duque Nikolai Nikolaievich, jefe de la Guardia Imperial y primo del Zar, ser el anfitrión de la velada, en su palacio de KRASNOIE SELO, cerca de SAN PETERSBURGO.

La Gran Duquesa Anastasia Nikolaevna.

Todo es delicada mundanidad, incluidas la esposa del anfitrión, la Gran Duquesa Anastasia, y su hermana Militza, ambas hijas del Rey Nicola I de Montenegro. Pero la más fina exquisitez puede esconder también una llamada a la guerra.

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21 de julio, por la tarde. Recepción en el Peterhof.

 

SAN PETERSBURGO. Es de buen tono cuando tiene lugar una visita diplomática del calibre de la que están llevando a cabo el Presidente de la República Francesa y su Primer Ministro que se ofrezca una recepción a los embajadores de diversas naciones acreditados en la capital visitada, y así está sucediendo a lo largo de la tarde.

Una calle de San Petersburgo en 1914. Todo tranquilo, aún.

Uno de los presentes en dicha recepción, que se celebra en el Peterhof, es el embajador de Austria Hungría Frygies Szápary, segundo en la fila para saludar al presidente francés. La conversación entre ambos empezó con Poincaré ofreciéndole sus simpatías por el asesinato y preguntando que más se sabía de Serbia, y el embajador austríaco contestando que la investigación judicial estaba en proceso. Pero a partir de aquí las versiones difieren.

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21 de julio, durante la jornada. Berlín Vacío, Alemania Espera.

BERLÍN. Ya hemos visto que el Kaiser está de crucero, pero no solo él ha salido. La ciudad está vacía pues casi todos los altos cargos, entre ellos Falkenhyan y Moltke, máximos dirigentes de las fuerzas armadas, están de vacaciones. No es casualidad, sino que en gran parte es buscado. El gobierno alemán pretende así mostrar que su intención es pacífica, evitando cualquier acto que provoque una escalada en la tensión.

El Café Stern, en Berlín, cuyo exterior parece tan vacío como las altas instancias de la nación.

Mientras tanto, el Canciller Bethmann-Holweg, quien, el sí, sigue al pie del cañón, envía una nota a sus embajadores en Londres, Roma y San Petersburgo, que indica que: “Deseamos urgentemente la localización del conflicto; la intervención de otra potencia, vistos los diferentes compromisos de las alianzas, llevará a consecuencias incalculables”.

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20 de Julio, al alba. El Zar Recibe a Francia.

El sol acaba de alzarse sobre el puerto de KRONSTADT, mientras el acorazado francés “La France”, olvidado ya el incidente acontecido un tiempo antes, navega en medio del festivo ambiente que ofrecen decenas de barcos, engalanados para dar la bienvenida al Presidente de la República Francesa Raymond Poincaré, a su Primer Ministro René Viviani y el Director Político del Quai d´Orsay, Pierre de Margerie. Podría decirse que, por fin, Francia ha llegado a Rusia.

Maurice Paléologue, supuesto descendiente de emperadores bizantinos y fabulador embajador de Francia.

Entre los muchos barcos que esperan se halla el yate privado del zar, desde el que parte la lancha imperial, para ir a recoger a los dignatarios franceses. “Abandoné el “La France” con la emoción que siempre me embarga cuando, envuelto por el sonido de las salvas de honor disparadas por los cañones, abandono uno de nuestros barcos”.

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