Durante las últimas horas de la tarde, bombarderos de la RAF se toparon una y otra vez con las barreras de fuego antiaéreo levantadas por el Gneisenau y el Prinz Eugen.
El tiempo estaba empeorando, y pronto unos bancos de nubes densas cubrieron a los navíos alemanes. En el Z-29, el almirante Ciliax decidió volver a su buque insignia; un pequeño proyectil antiaéreo había dañado una tubería de combustible reduciendo la velocidad del destructor a 25 nudos. Otro destructor, el Hermann Schoemann, recibió la orden de ponerse al lado. Mientras era trasladado al nuevo buque insignia, se llenó de orgullo ante la visión del Scharnhorst avanzando implacable a 25 nudos.