Operación Cerbero (V) – El último corredor

Durante las últimas horas de la tarde, bombarderos de la RAF se toparon una y otra vez con las barreras de fuego antiaéreo levantadas por el Gneisenau y el Prinz Eugen.

El tiempo estaba empeorando, y pronto unos bancos de nubes densas cubrieron a los navíos alemanes. En el Z-29, el almirante Ciliax decidió volver a su buque insignia; un pequeño proyectil antiaéreo había dañado una tubería de combustible reduciendo la velocidad del destructor a 25 nudos. Otro destructor, el Hermann Schoemann, recibió la orden de ponerse al lado. Mientras era trasladado al nuevo buque insignia, se llenó de orgullo ante la visión del Scharnhorst avanzando implacable a 25 nudos.

El destructor Hermann Schoemann

Delante aguardaba un último y estrecho corredor entre las islas Frisias. Allí, a las 19:55, se produjo una explosión ensordecedora. El Gneisenau había chocado con una mina que había abierto una grieta grande en el casco, cerca de la popa. Los equipos de control de averías parchearon rápidamente el agujero con unas planchas de acero especiales, y el acorazado siguió navegando a menor velocidad. A la mañana siguiente, el Gneisenau estaba frente al río Elba. La cadena del ancla se soltó con estruendo; el capitán hizo parar los motores y la ansiosa tripulación estalló en vítores y aplausos. El Prinz Eugen llegó poco despues en un ambiente similar.

Almirante Otto Ciliax

Entretanto, el retrasado Scharnhorst había chocado con una segunda mina la noche anterior, y los equipos de reparaciones habían trabajado tres horas antes de que el capitán pudiera comunicar que podía continuar a 12 nudos. Ciliax, que había estado dando vueltas alrededor a manera de protección en el Schoemann, se separó y llevó su modesto buque insignia a Wilhelmshaven.

Más tarde esa mañana, el almirante recibió a sus capitanes en su camerote, recogió sus informes y ofreció una celebración por la victoria. A Berlín envió un mensaje que decía: “Es mi deber informarles que la Operación Cerbero ha sido completada con éxito”. Y en un mensaje personal a Raeder añadió: “Ha sido un día que probablemente se recuerde como uno de los más audaces de la historia naval de esta guerra”.

Viene de Operación Cerbero (IV) – El turno de las Minas, los Destructores y los Bombarderos

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