Ediciones Salamina ha publicado recientemente el segundo volumen del exhaustivo estudio de Antonio Muñoz sobre la campaña del norte de África en la Segunda Guerra Mundial.
Tras su victoria en Tobruk, Rommel se preparaba para asestar el golpe de gracia al poder británico en Oriente Medio y de esta forma tener el control total del Mediterráneo hasta Egipto. Sin embargo, sus recursos se estaban evaporando poco a poco frente a la defensa de Auchinleck. Tras los cambios realizados por Churchill en el Mando de Oriente Medio, un meticuloso y peculiar comandante Bernard Law Montgomery, se dispuso a pasar a la ofensiva en El Alamein en octubre de 1942.
Ediciones Salamina acaba de publicar la primera parte de una obra en dos volúmenes sobre las campañas en el norte de África.
Este primer volumen, De Compass a Gazala, cubre casi dos años justos de combates, comenzando por las primeras operaciones italianas en Libia en junio de 1940 y su derrota a manos de los británicos. La aparición de Rommel a comienzos de 1941 abre un nuevo y frenético periodo de operaciones que culminará con dos grandes batallas (Crusader, en el invierno de 1941, y Gazala, en el verano de 1942) en las que los británicos intentarán destruir infructuosamente al Afrika Korps. En la segunda de estas batallas Rommel consigue su más extraordinaria victoria (en verdad, su única y última victoria). En junio de 1942 conquista Tobruk y convence a Hitler y Mussolini para avanzar hacia el canal de Suez y los pozos petrolíferos de Oriente Medio, con el objetivo de destruir el poder británico en la región. En ese momento, el 8.º Ejército británico está al borde del desastre, pero Rommel se interna en terreno desconocido, con sus líneas de aprovisionamiento muy expuestas y sin el dominio del aire.
Cuando en junio de 1940 Mussolini decidió implicar a su país en la segunda guerra mundial, todas las previsiones eran halagüeñas, incluso demasiado: Alemania estaba a punto de derrotar a Francia, cosa que sucedió unos pocos días después; y el Reino Unido se estaba quedando sin opciones, acorralado en las islas británicas y atrincherado en sus posiciones de ultramar, una de las cuales era Egipto.
Pocos meses después, en septiembre, el Mariscal Graziani, al mando de las fuerzas italianas en Libia, inició la ofensiva contra el protectorado Egipcio; una ofensiva que no fue más allá de Sidi Barrani. Pasarían meses antes de que volviera a haber movimiento a gran escala en el desierto, más concretamente hasta el 9 de diciembre, cuando las fuerzas británicas desencadenaron la Operación Compass, el contragolpe que debía devolver a los italianos a la frontera (y que al final conseguiría echarlos de Cirenaica).
Dijo Winston Churchill que hasta El Alamein todo habían sido derrotas, y que a partir de El Alamein todo fueron victorias. Sin embargo el viejo prócer británico cayó, al menos en esa ocasión, víctima de su propia propaganda, pues aunque no fueron demasiado duraderas las armas británicas si habían obtenido victorias antes de la gran batalla frente a Alejandría. Una de ellas fue la Operación Compass, donde la exigua fuerza del desierto derrotó a los italianos y los expulsó de Cirenaica, embolsándose de paso una cantidad de prisioneros varias veces superior a sus propios efectivos.
Esta operación comenzó, precisamente, un 8 de diciembre, es decir, tal día como ayer, cuando la 4th Indian Division lanzó su ataque contra los reductos italianos. Fue una operación fascinante, pero para celebrar esta efemérides no vamos a referirnos a la batalla terrestre, sino a las acciones que tuvieron lugar en el aire.
En honor a los italianos hay que empezar diciendo que en cuanto empezó la batalla la Regia Aeronáutica se lanzó a ella como un solo hombre, y tal fue su ímpetu que el primero en derribar un aparato enemigo fue un italiano, el Teniente Guglielmo Chiarini, de la 366ª Squadriglia, que derribó un Blenheim al sureste de Alama Rabia, obteniendo su quinta victoria. Acababa de convertirse en un as. Sin embargo se vio superado poco después por otro compañero, el Subteniente Giulio Torresi, que derribó otros dos Blenheims, uno que fue a estrellarse sobre el mar y otro que tuvo que hacer un aterrizaje forzoso; con aquellas victorias, números cinco y seis se convertía en el campeón italiano de los cielos.
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