Vamos a cerrar esta serie de testimonios con ración doble, dos historias, protagonizadas por los hombres que conquistaron el monasterio, los polacos del Cuerpo de Ejército de Anders. El primero es el de un oficial cadete de la 3.ª Compañía del 1.er Batallón de la 3.ª División “Cárpatos”.

Sabíamos que Cassino iba a ser una batalla muy importante y no queríamos perdérnosla. Nuestra misión era tomar la garganta; mi compañía debía alcanzar la cuesta que dominaba aquel barranco y proteger el avance y el asalto que llevaría a cabo la compañía que nos seguía. Íbamos muy cargados y hacía ya mucho calor. En realidad no teníamos miedo –solo cierta aprensión-. A partir de la caída de la noche progresamos lentamente entre las rocas, por en medio de la maleza. Repentinamente un obús pasó silbando sobre nuestras cabezas, y luego otro, y otro… Tenía la impresión de que estaban tendiendo un puente de hierro por encima de nosotros y me pregunté como hacían los proyectiles para no chocar unos con otros en vuelo. Más de mil cañones estaban disparando a la vez y el ruido retumbaba por las montañas. Delante de nosotros, la colina del fantasma se incendió de repente: ¡una explosión cada fracción de segundo! ¡Toda la montaña temblaba!


Las primeras bombas cayeron a las nueve de la mañana. No nos lo esperábamos en absoluto porque ya había entrado en vigor el armisticio. Pensábamos que la guerra casi había terminado. Estaba en la plaza con un amigo cuando vimos las fortalezas volantes, que iban en dirección a Roma, soltar sus bombas sobre los arrabales de la ciudad. Estábamos alucinando por ver estas maravillosas máquinas voladoras, hasta que de repente nos dimos cuenta de lo que sucedía. 

