España tuvo que controlar durante siglos extensísimos territorios de lo que hoy es Estados Unidos, estableciendo rutas de comunicación entre Méjico y California, o entre Florida y Texas (el famoso Camino Real de Tierra Adentro).
Pero también extendió su control más allá de las Rocosas, a las praderas del medio oeste y a territorios tan septentrionales como Montana, las Dakotas, e incluso el Canadá y Alaska, donde el Imperio Español fija frontera con Rusia. Esto generó que las tropas españolas ya tuvieran numerosos conflictos con las tribus indias, especialmente con los apaches, los siouxs y los comanches, cientos de años antes de que lo hiciera la caballería americana.
Para patrullar estos territorios, España creó un sistema doble de defensa, orientado por un lado a la protección de puertos y costas con ejércitos pertrechados y entrenados a la europea; y por otro, a la protección interior de misiones, ranchos, pueblos y tribus aliadas, de los ataques de las tribus nómadas, donde las tropas españolas fueron paulatinamente cambiando sus armas, sus tácticas y su equipo para adaptarse a las condiciones propias de esos territorios y a la lucha contra los indios.
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