Los combates por Ponyri desde la perspectiva de un carrista soviético. Frente norte de Kursk (II)

Habiendo hecho mi parte para alentar a la deprimida tripulación, me apresuré de vuelta a mi SU-122 y, estaba subiéndome a la superestructura en busca de la escotilla, cuando vi al cañón autopropulsado de Fomichev –comandante de la 1.ª Sección- salir de su emplazamiento y dirigirse a gran velocidad, aprovechando la protección que le proporcionaba el denso humo que impregnaba el área, al interior de un barranco muy frondoso de matorral situado a unos 200 metros de distancia de la posición de la batería.

Cañón de asalto Ferdinand

Esta maniobra se hizo probablemente por decisión del comandante de la batería con un objetivo táctico: ganar una posición desde la que efectuar fuego de flanco contra el avance enemigo y atacar de forma inesperada en el momento clave. La distancia a los carros de combate nazis era todavía grande, así que las tripulaciones de los carros ligeros de la 129.ª Brigada de Tanques no habían disparado todavía. Nuestros cañones autopropulsados permanecían también en silencio, pero los tiradores, incluido Korolev, mantenían a los vehículos de cabeza enemigos centrados directamente en sus puntos de mira. La tensión se incrementaba con el paso de cada minuto.

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Los combates por Ponyri desde la perspectiva de un carrista soviético. Frente norte de Kursk (I)

Vasiliy Krysov, veterano carrista del Ejército Rojo, publicó unas memorias de su participación en la Segunda Guerra Mundial que publicó Salamina como «Cazador de Panzers». En el pasaje que transcribimos a continuación, Krysov narra los primeros combates por Ponyri el 7 de julio en el frente norte del saliente de Kursk.

Ponyri, 7 de julio de 1943, parte norte del saliente de Kursk

El 7 de julio por la mañana aparecieron los bombarderos enemigos y con ellos comenzó también la preparación artillera. Las tripulaciones estaban en sus puestos con las escotillas cerradas y las explosiones eran tan cercanas a veces, que no podíamos ver otra cosa que llamas a través de nuestros dispositivos ópticos –¡parecía como si el cañón autopropulsado se hubiese incendiado! Los guijarros y terrones levantados en surtidores de tierra por las explosiones que los hacían volar por los aires, caían a continuación con un sonido aterrador sobre el blindaje de la superestructura, dejándonos casi sordos.

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