No se puede ocultar que, a principios de 1935, la percepción europea con respecto a la Alemania nazi se había deteriorado. Considerado inicialmente como un gobernante más, las noticias sobre lo que estaba empezando a pasar con los judíos –muchos estaban emigrando a Austria– o sobre el asunto Röhm, la llamada “noche de los cuchillos largos”, entre otras cuestiones, habían deteriorado seriamente la imagen de Hitler, y el plebiscito del Sarre del 17 de enero no ayudó. “Hitler ha insistido de nuevo en que, a la vista de la presión esperable por parte de Gran Bretaña y Francia después del plebiscito del Sarre, es necesario acelerar la implementación de algunos planes de armamento importantes […] para haber alcanzado el nivel de preparación más elevado posible cuando se inicien las negociaciones”, anotaba el almirante Raeder.
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Uno de los planes de armamento que se benefició de esta circunstancia fue el de la Marina, y muy poco después de comenzar el año se ordenó la construcción de varios destructores, el montaje de los primeros submarinos y que la fecha de inicio de la construcción del primer portaaviones se adelantara al 1 de abril de 1935.