Por fin está lista la orden de movilización parcial, y a alba de un nuevo día, Dobrorolsky puede telegrafiar por fin a los distritos militares de Kiev, Odessa, Moscú y Kazán.
Por fin está lista la orden de movilización parcial, y a alba de un nuevo día, Dobrorolsky puede telegrafiar por fin a los distritos militares de Kiev, Odessa, Moscú y Kazán.
Los aliados intentan mantenerse informados de lo que sucede, sin embargo, cuanto más tarden los enemigos en conocer la orden de movilización rusa, mejor. Por eso, en SAN PETERSBURGO han considerado que sería mejor informar al Agregado Militar Francés, General Laguiche, y no al Embajador Paléologue, que es capaz, en un instante, de anunciar el secreto a los cuatro vientos.
Por eso, a las 22:00, media hora después del cambio de idea del Zar, pero sin saberlo su informante, Laguiche aprende que los rusos van a decretar la movilización total esta misma noche.
Ya hemos visto los graves acontecimientos que se han sucedido hoy, pero sin duda la descripción de esta jornada no sería completa sin repasar las actuaciones de otros actores de este drama.
En BERLÍN se están terminando las vacaciones. Moltke ha vuelto hoy de tomar las aguas en Karlsbad, y el Major Nikolai, del departamento de inteligencia, ha puesto en marcha a los “viajeros para casos de tensión”, una red de agentes que, actuando como comerciantes, tienen por misión cruzar las fronteras e informar de todo lo que descubran bien mediante el empleo de códigos simples, bien volviendo a Alemania a dar parte directamente.
SAN PETERSBURGO. Paléologue, que se ha ido enterando de las decisiones tomadas por los rusos, envía un telegrama informando de que Rusia se verá obligada a intervenir si Serbia se ve amenazada en su independencia o en su integridad territorial.
SAN PETERSBURGO. Maurice Paléologue había dado instrucciones bien claras a su asistente para que nadie le molestara esta mañana. Sin embargo, el teléfono lo despierta a las 07:00. Una llamada urgente le informa de que ha llegado el ultimátum.
El francés esperaba tener una mañana despejada y no había quedado hasta la hora de comer. Nada más saber la noticia, cancela esta cita y de inmediato invita a comer en su embajada al Ministro de Asuntos Exteriores Ruso Sazonov y al embajador británico Sir George Buchanan. No se sabe quién fue, si el francés o el ruso, el que más subió las apuestas, pues cada uno afirma haberlo sido. El primero habló de guerra, el segundo de segura movilización. Pero en lo que ambos estuvieron, desde luego, totalmente de acuerdo, fue en que las “potencias germánicas” habían decidido recurrir a la fuerza para asegurar su hegemonía en el este; y el Reino Unido no podía permanecer neutral. Buchanan, ante la presión, decidió que defendería con firmeza ante Lord Grey, su jefe, la necesidad de oponerse a la arrogancia germana.
A bordo del “La France”, frente a KRONSTADT.
La visita ha concluido y pronto el texto del ultimátum austríaco llegará a Francia y a Rusia donde, a pesar de que llevan dos días hablando de él, los altos políticos de ambos naciones harán como que se han llevado una monumental sorpresa. “Casi exactamente en el mismo momento [en que se despedían el Zar y Poincaré] el ultimátum austríaco fue presentado en Belgrado. Nuestros oponentes también habían decidido mantenerse firmes. En ambos lados pensaban que bastaría con farolear para obtener el éxito deseado; y ninguno de los jugadores pensó que sería necesario llegar hasta el final. La trágica partida de póker había comenzado” (escribió el joven Louis de Robien, agregado a la embajada en San Petersburgo).