El primer indicio de la presencia alemana llegó por accidente. A las 10:42 de la mañana, un par de Spitfire que perseguían a unos Messerschmitt sobre el Canal de la Mancha, vieron debajo de ellos el asombroso espectáculo de la escuadra del almirante Ciliax.
Unos minutos más tarde, otros dos aviadores británicos, en patrulla de rutina, salieron de las nubles para encontrarse con el mismo espectáculo. Por fin, a últimas horas de la mañana, el sistema defensivo británico se puso en movimiento. Las órdenes fueron transmitidas por teléfono a las bases del Mando de Costas de la RAF, a una flotilla de destructores en Dover, a escuadrones de lanchas torpederas y a las baterías de artillería costera. Pero la reacción fue vacilante y lenta; tal como había previsto Hitler, los ingleses habían sido tomados por sorpresa.