Paracaidistas en El Alamein (V)


Al amanecer del día 24, tras la noche de combates caóticos que hemos narrado en las entradas anteriores, con elevadas bajas por ambas partes, las tropas británicas del 1.er Batallón de la Rifle Brigade, apoyadas por elementos acorazados del Royal Scots Greys y el 5 RTR, habían conseguido establecer sendas cabezas de puente al oeste del campo de minas Enero y eliminar las posiciones de ametralladoras y los blocaos de las compañías paracaidistas italianas de la división Folgore en la zona avanzada.

Así lo recuerda otro testigo de aquella noche, el cabo Luciano Maiolatesi, de la 6.ª Compañía, la que había estado orientada hacia el este y había recibido el grueso del ataque británico: “Las bombas que se estrellaban sobre nuestro blocao crearon una gruesa pantalla de humo que me impidieron utilizar la ametralladora, pero cuando el fuego de barrera se detuvo y el ambiente empezó a clarearse, pude ver muchos soldados acercándose a mi posición. Abrí fuego de inmediato. Podía ver tropas enemigas corriendo por todo el perímetro exterior de nuestras defensas. Hacían un avance a toda prisa, se tiraban al suelo y luego volvían a progresar hacia el campo de minas. El primer asalto de la infantería fue repelido y, un poco más tarde, un nuevo intento de romper nuestras defensas, con vehículos blindados ligeros y tropas de a pie, también fue rechazado. Finalmente, los carros pesados cayeron atronando sobre nuestra posición, las arroyaron y silenciaron numerosas posiciones de fuego […].

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Hospitales en el desierto, la historia de Sidi Rezegh.

A menudo se ha comparado, con razón, la campaña del norte de África de la Segunda Guerra Mundial con una especie de guerra naval donde nada importaba el terreno conquistado y el objetivo eran las tropas y las armas enemigas. Sin embargo, las unidades militares no pueden luchar en la nada, y por mucho que Libia fuera un lienzo vacío, la orografía y las distancias tuvieron también su importancia, ya que esa guerra naval dependía de ellos especialmente en dos aspectos: el suministro y la atención médica. El primero porque tenía que organizarse para llegar al punto exacto en que lo necesitaban los soldados propios; algo que en aquel confuso escenario no siempre era fácil, o posible. El segundo, porque en algún lugar tenían que establecerse los puestos de primeros auxilios, avanzados o de retaguardia, y toda infraestructura fija acababa por recibir la visita de las tropas móviles, de ambos bandos.

El 24 de noviembre de 1941 –en plena Operación Crusader–, la 6.º Unidad Médica de Campaña estableció un MDS (Medical Dressing Station, lo que vendría a ser un hospital de campaña) en un uadi a unos siete kilómetros al este de Sidi Rezegh (donde en aquel momento estaba combatiendo la división neozelandesa), que muy rápidamente se vio inundado de heridos. Al día siguiente, 25, ya habían llegado al centro 450 de ellos y el 26, según uno de los presentes, las cifras alcanzarían las proporciones de una riada. Lo cierto es que el 28 por la mañana, el hospital, que en principio debía ocuparse de la 6.ª Brigada neozelandesa, tenía a 826 pacientes, no solo de esta nacionalidad, sino también italianos y alemanes capturados durante los combates.

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